Artículo publicado en Rojo y Negro nº 392, septiembre 2024

Este artículo pertenece a una colaboración doble donde comparo las jornadas legales de trabajo entre los estados brasileño y español y las campañas para reducirlas en ambos países.

CGT tiene en marcha una campaña confederal por la reducción de la carga horaria en las jornadas laborales sin reducción de salario. La referencia de 30 horas semanales es una cantidad factible vista la historia del sindicalismo español, y que ya Kropotkin atribuía a Franklin. Esta campaña coordinada a nivel confederal no puede evitar traerme a la mente la comparación con la campaña brasileña «Vida além do trabalho» (Vida más allá del trabajo), aunque sea esta última una campaña espontánea y mayoritariamente online.
El caldo era propicio en la clase trabajadora brasileña para que un vídeo particular denunciando las consecuencias del ritmo laboral y demandando poder vivir más allá del trabajo se hiciera viral y calase donde el sindicalismo amarillo se había mantenido callado. Es preciso mencionar que la legislación brasileña prohíbe explícitamente la pluralidad sindical en territorios o ramos solapados. En un territorio y oficio donde ya haya un sindicato legalizado no se legalizan más y esto favorece a los amarillos y oficialistas, aunque se puede colar alguno combativo en algún contexto particular.
La clave en ambas campañas es no vivir para trabajar. Primeramente, no vivir para el trabajo productivo que devora un tercio del día —más el transporte, el descanso y la comida necesarios para este trabajo—, así como la parte proporcional del sueño, que dejan poco tiempo restante para todo lo demás, incluyendo el trabajo reproductivo no remunerado, sea de cuidado propio o ajeno. Ninguna distribución del trabajo que solo compute el productivo puede ser realista ni justa.
Mención aparte merece el tiempo invertido en el transporte entre los lugares de trabajo y de vivienda, escasamente protegidos como «in itinere» y no remunerados ni incluidos en los cómputos de jornada, artificialmente aumentados por el encarecimiento de la vivienda gracias a la gentrificación de allá donde se podría trabajar, la escasa oferta laboral donde se podría vivir y la nefasta regulación española del teletrabajo para aquello que no necesita presencialidad.
La jornada de 40 horas semanales no cayó del cielo. Fue el resultado de una serie de huelgas, culminada con la Huelga de La Canadiense de 1919 en Barcelona. Desde entonces seguimos con 8 horas diarias, sin avances en 105 años en este sentido. Por la parte brasileña, la Consolidación de las Leyes del Trabajo establece una jornada máxima diaria de 8 horas a nivel federal.
El descanso dominical fue aprobado en España por ley en 1904, garantizando 24 horas de descanso continuadas el domingo, como norma general, o en otro día en caso de trabajar el domingo. El decreto de las 8 horas diarias en España de 1919 establecía 48 horas semanales, lo que en Brasil se llama 6×1. En eso sí hemos avanzado en España, porque una jornada de 40 horas semanales se transforma en un 5×2 en la práctica, aunque el Estatuto de los Trabajadores establece ahora un descanso dominical de día y medio continuados, en lugar de dos días enteros como debería. Entre las jornadas consecutivas, la legislación española establece 12 horas continuadas de descanso, frente a las 11 horas legales en Brasil.
No nos deben sorprender, por conocidas, las reacciones cuando la diputada brasileña Erika Hilton presentó un proyecto para blindar una distribución 4×3 del trabajo (4 jornadas de trabajo y 3 de descanso semanales), reacciones que bien parecen traducciones al portugués de la inscripción que abría el campo de Mauthausen.
Por las razones citadas de debilitamiento legal provocado del sindicalismo combativo en Brasil, sumado a que los pocos sindicatos combativos priorizan revertir los recortes bolsonaristas, la negociación colectiva, que la ley prevé que pueda mejorar la legislación general, en la práctica no consigue ni que se cumpla lo debido. Por ejemplo, en materia de horas extra, la situación que describe la clase trabajadora brasileña supera la distopía que vivimos aquí.
No entraré aquí en la jornada total anual por causa de festivos, vacaciones, etc., y terminaré recordando la presentación de la campaña confederal que, en 1930, la Residencia de Estudiantes invitó a Keynes a dar una charla en la que, tratando sobre la previsiones económicas en el plazo de 100 años, dijo «extrapolando la situación actual, vuestros nietos trabajarán 15 horas semanales», pero 94 años después, aquí seguimos con 40 y en Brasil con 44.

Une militante de Burgos

 


Fuente: Rojo y Negro