Artículo publicado en Rojo y Negro nº 392, septiembre 2024

Un año más, la Caravana Abriendo Fronteras 2024 se ha convertido, del 12 al 21 de julio, en un grito de denuncia contra las fronteras y contra todas las vulneraciones de derechos con que tropiezan diariamente las personas que cruzan la ruta migratoria de los Balcanes.

La Caravana salió de distintos puntos —Madrid, Valencia pasando por Barcelona y País Vasco— juntando personas de muchas organizaciones y territorios a las que se sumaron también las compañeras italianas de Carovane Migranti. De camino hacia Italia, la primera parada tuvo lugar en la Casa de la Cultura y la Juventud de Martigues, un espacio de acogida de personas migrantes que ofrece apoyo jurídico, cobertura de necesidades básicas y asistencia médica: en cuatro años han pasado más de 800 personas, algunas de ellas tomaron la voz y nos recordaron que “huyen de las guerras, como las de República Democrática del Congo y de Sudán, que se libran con armamento francés y europeo”. Este centro forma parte de una red de acogida que a su vez es también un frente de resistencia al crecimiento de la derecha racista y xenófoba en el país.
Una vez en Italia, nos acogieron en la Abadía de Carceri —antiguo espacio eclesiástico comprado por los habitantes del pueblo— y allí empezamos a introducirnos en la realidad y el contexto histórico de la antigua Yugoslavia. Pusimos el foco en Bosnia, territorio que visitaríamos en unos días, una zona que alberga una gran diversidad de población de distintos orígenes étnicos y religiosos: serbios-ortodoxos, bosnios-musulmanes y croatas-católicos, pero también muchos otros pueblos. Con el fin de la Guerra Fría y el crecimiento de los nacionalismos basados en uniformar a partir de una identidad concreta y dividir entre nacionalidades, la Guerra de los Balcanes dejó duros episodios de limpieza étnica y dos millones de personas desplazadas en Bosnia; cicatrices que aún hoy perduran. Como nos contó el historiador Eric Gobetti “la guerra terminó con la victoria de los nacionalismos; la lógica de la separación es la que prima”. Pero la resistencia por la convivencia también es fuerte: en la mesa conocimos la figura de Alexander Langer que trabajó para construir puentes entre comunidades durante la Guerra de los Balcanes y actualmente la asociación que reivindica su memoria sigue trabajando para construir puentes con las comunidades migrantes y para romper con la criminalización de las personas en tránsito.
Por la tarde, participamos en un acto con organizaciones pacifistas y antimilitaristas como Melting Pot, Sanitari per Gaza y Rotter Balcaniche Alto Vicentino. Alzamos la voz contra el Pacto Europeo de Migración y Asilo que “legitima vulneraciones de derechos que se vienen ya dando en las fronteras” y para frenar el genocidio en Palestina y la apertura de un corredor humanitario. Con cartones que reproducían el símbolo de las llaves reivindicamos el fin de la ocupación y la autodeterminación de este pueblo que lleva más de 70 años bajo la colonización israelí. También recogimos el testimonio de Socorro Gil Guzmán que nos acompañó en esta Caravana, la madre de Jonathan, un joven abogado desaparecido en México cuando se involucró en la denuncia de un caso de corrupción tras ser detenido por policías municipales, que nos transmitió su lucha junto a tantas madres que siguen excavando fosas para recuperar los cuerpos de sus hijos e hijas y para exigir justicia a un Estado que ampara y encubre al crimen organizado: “en mi país no existe la justicia, no podemos encontrar la verdad. Nunca nos preparamos para escarbar la tierra, pero si no salimos nosotras a buscar a nuestros hijos e hijas nadie lo hace”.
La Caravana siguió con un acto de denuncia en la base militar de la OTAN y la USAF en Aviano, trasladada allí cuando se inició el cierre de la base aérea de Torrejón en el Estado español en 1992. Se denunció que esta base militar es responsable de la producción y venta de armas, del aumento del gasto militar y de la fabricación de armamento nuclear. Ante ello, la Caravana nos sentamos enfrente dibujando con nuestros cuerpos la palabra “NO NATO” y pidiendo así la desmilitarización y la apertura de fronteras ya que en las fronteras también se libra una guerra con tecnología militar y miles de víctimas.
La Caravana llegó también a Bihac, en Bosnia, junto a la frontera con Croacia. Allí tuvimos un encuentro con muchos colectivos y personas implicadas en la acogida de personas migrantes y en tránsito y en el trabajo por la memoria histórica y la justicia. Entre ellas estaban las Mujeres de Negro que organizaron un primer diálogo interreligioso con el objetivo de acercar comunidades rotas por la guerra y que también reclaman la memoria para conectar con el dolor de las personas migrantes recordando que ni la Unión Europea les ayudó en la guerra de los Balcanes ni hoy está facilitando un tránsito seguro a las personas migrantes. Escuchamos también el testimonio de Mejra que perdió a su hijo y a su hija en 1992 en los campos de concentración en Bosnia: buscó en fosas comunes hasta encontrarlos y hoy ayuda a personas migrantes; “lucharé por la justicia hasta el último día de mi vida”, nos transmite. Como acto de reconocimiento a estas mujeres, desde la Caravana se entregó a Mujeres de Negro una sábana en la que se leía “expulsemos la guerra de nuestras vidas”.
En la mesa participaron también personas que representan colectivos de Serbia, Bosnia, Croacia y Montenegro. Les une la lucha por la convivencia y el apoyo a las personas migrantes desde que en 2016 se cerraran las fronteras y se endurecieran los controles y la violencia. Ahora, la mayoría cruzan de Serbia a Bosnia en vez de ir de Serbia a Hungría con lo que el río Drina, que separa Serbia y Bosnia, se ha convertido en una tumba de personas migrantes y donde las que llegan a la frontera con Croacia son retornadas a Bosnia repetidas veces después de agresiones y confiscación de móviles y material por parte de la policía croata.
También conocimos la lucha de colectivos que han logrado el reconocimiento de derechos y recursos para los chicos y las chicas nacidas de la violencia sexual que sufrieron hasta 50.000 mujeres y niñas durante la guerra de los Balcanes y que fueron abandonadas por el Estado. También luchan contra la estigmatización de las madres y la criminalización de los hijos e hijas: “hemos logrado que Bosnia Herzegovina sea el primer Estado que reconoce a los niños y niñas nacidos de la guerra”.
Antes de volver a Italia entregamos medicamentos, zapatos y ropa a No Name Kitchen, una organización que trabaja en el terreno, y de camino nos paramos en un monumento conmemorativo a las víctimas del fascismo en Bosnia. Desde allí se vislumbraban los montes con zonas de árboles taladas para dificultar el paso de migrantes por las fronteras.
Llegamos a Trieste, y allí nos encontramos en la Piazza del Mondo, delante de la estación de tren, un espacio frecuentado por personas en tránsito desde que fueron expulsadas de un edificio que habían ocupado cerca de la estación. Ahora les quieren echar también de la calle y por ello nos sumamos a una acción que simbolizaba dormir en la calle para denunciar esta prohibición que el ayuntamiento pretende aprobar.
A la mañana siguiente nos dirigimos al CPR de Gradisca, un centro de detención de personas migrantes, y denunciamos estos centros de internamiento donde hay desatención legal, médica y psicológica: 14 personas han muerto en los CPR italianos durante lo que llevamos de 2024. Por la tarde, visitamos la Casa del Pueblo de Trieste donde nos reunimos con organizaciones de los Balcanes e Italia con el objetivo de ir tejiendo una lucha común contra las fronteras a través de tres ejes: derecho a migrar, no más muertes en las fronteras y no a las guerras.
Al día siguiente, seguimos debatiendo sobre estos objetivos y nos desplazamos al campo de concentración de la Risiera di San Sabba donde fueron ejecutados muchos antifascistas, partisanos. Así, uniendo luchas presentes y memoria, iniciamos el retorno parando en la región de Emilia Romagna donde visitamos la Casa Fratelli Cervi, punto de referencia y ayuda de las personas antifascistas durante la Segunda Guerra Mundial. Pasamos la noche en el Val di Susa, un lugar emblemático de lucha contra el TAV y por los derechos de las personas migrantes que nos llenó de energía para continuar las luchas en nuestros territorios.

Fotos: Marguix

Gemma Parera
Libertarias Caravaneras


Fuente: Rojo y Negro