Entrevista publicada en Rojo y Negro nº 381 de septiembre

Paco Ignacio Taibo II (Gijón, 74 años), es uno de los escritores internacionales de referencia de la literatura latinoamericana. Aunque nació en Asturias, la mayor parte del tiempo ha vivido en México. Fundador junto con otros autores y autoras de la Semana Negra de Gijón en 1988, sus obras abarcan desde la novela policiaca –con el detective Belascoarán-, hasta la crónica, la ficción histórica o las biografías, siempre con una mirada de complicidad compartida con la izquierda y las luchas por la justicia social. Traducido a varios idiomas, ha publicado alrededor de 80 libros y actualmente es el director del Fondo de Cultura Económica, la histórica editorial pública mexicana.

-Son ya 36 ediciones de la Semana Negra, ¿en qué contexto nació?
Para nosotros era muy importante. Fuera de España los escritores de novela negra española no llegaban e igual los de América Latina no pasábamos. Tenía que ver con que había una especie de muro interior, después del boom de años anteriores dejaba de estar de moda lo latinoamericano, no sé producía el trasvase, curiosamente ocurría también al revés, los excelentes escritores que había en España de novela negra, arrancando con Manuel Vázquez Montalbán, tampoco llegaban. También estaba la idea de recuperar una tradición asturiana, que se remontaba a la República, un festival de libros entendido como una fiesta popular. El espíritu crítico que había en el gremio era más de salón, de alfombra roja, el mundo del cine había contribuido a esto, a un exceso de formalidad en los encuentros culturales. En la Semana Negra volvimos a recuperar esas buenas costumbres proletarias asturianas y no queríamos romper ese esquema. En las primeras ediciones yo insistí en decir públicamente que no era pecado abrir un libro con la mano derecha y sujetar un churro con la izquierda. Este fue el arranque, hacer un festival muy popular, pero también interesante desde el punto de vista profesional.

-Entre los creadores del festival estaba Yulián Semiónov, el gran escritor de la novela policiaca soviética…
Él era el comunista más capitalista que he visto en mi vida. Tenía una lógica muy gorbachoviana, muy aperturista, con muchas ganas de acercarse al mercado internacional y en su calidad de best seller ruso él tenía mucha presencia en lo que habían sido los países del Este de Europa y Cuba. Además era gracioso, porque cuando estábamos en la Asociación Internacional de Escritores de Novela Policiaca a lo mejor te escribía para decir “estoy organizando una visita al Polo Norte” y si le preguntabas quién lo estaba organizando te decía que él y el Estado soviético. Yo le contestaba: “¡Julián no jodas, esto es una reunión de escritores!”. Pero al margen de sus tentaciones soviéticas, estaban sus grandes voluntades de abrir la puerta…

-Precisamente en las novelas de Semiónov, como en las tuyas, el proletariado es el gran protagonista desde el punto de vista de su condición humana individual y colectiva.
En el caso de la Semana, esa virtud es por hacerla en Asturias y recoger los ecos de una clase trabajadora muy cargada de mitos. Los mitos no están destinados solo a los troyanos, también puede participar la clase obrera. Éramos varios los que pensábamos desde esa lógica, de reivindicar la historia de la clase obrera, sus preocupaciones y sus vidas. También Manolo pensaba así. Vázquez Montalbán compartía esa perspectiva o Jean Patrick Manchette, con la idea del cine polar francés. La novela policiaca que carga contra la extrema derecha arranca en realidad desde la literatura más militante después del Mayo de 1968. Hubo un encuentro muy bueno, en los primeros años de la Semana Negra, que se llamó “De la bandera roja a la novela negra” en el que participamos quince autores de todo el mundo. Ahí también estuvo expresándose la novela negra que venía de Argentina, junto con los sesentayocheros franceses e italianos. Se reivindicaba la novela políticamente activa, también de los españoles que fue creciendo en el posfranquismo y la múltiple visión latinoamericana.

-¿Cómo crees que ha llegado ese espíritu a la actualidad después de lo ocurrido en la izquierda en estos años?
Levantamos la Semana de una manera intelectual, pero también material. Y se nos decía que era una feria de izquierdas, era cierto, pero claramente antiestalinista. Y eso fíjate que estaba expresado por ejemplo con autores norteamericanos, rusos, franceses…
¿Ese antiestalinismo intelectual de entonces podría ser ahora un antiputinismo?
No, aquello era más sólido, más circunscrito a lo que sería el propio debate de la izquierda. Venía a decir que el socialismo no puede ser un proyecto autoritario, si es un proyecto autoritario puede ser cualquier cosa, pero no es socialismo. La Internacional en sus primeros años se caracterizó por ser algo mucho más abierto de lo que luego evolucionó. Ahora en relación a Putin el debate sería otro.

-En tus libros hay muchas referencias a liderazgos fuertes, también a nombres totémicos como ocurre con las biografías del Che Guevara o Pancho Villa.
Yo cuento historias de gente que me gusta. Me centro en la reivindicación de ciertos personajes atípicos, perdedores de todas las batallas pero ganadores de la continuidad, de la resistencia. Son el tipo de personajes que históricamente me resultan atractivos. Los personajes que me gustan son muy frentepopulistas, muy poco sectarios, donde lo doctrinal no domina el sentido común, gentes que por ejemplo buscaban la unidad para parar los grandes momentos del fascismo. Por eso llegué también a la novela negra, porque como decía un compañero es un cajón donde entran escritores que escriben de perdedores.-

-En alguno de tus libros también hablas del movimiento libertario español, de la lucha de los hombres y mujeres anarcosindicalistas.
Lo que más respeto en relación a ese mundo es la narración de los hechos. Me interesan en cuanto a que son personajes prácticos, que construyen historia, no proyectos idílicos. Son gentes como los trabajadores de los tranvías de Barcelona que no cobraban y que los hacían funcionar perfectamente gracias a un nivel altísimo de autoorganización proletaria. Son los resistentes de todas las resistencias y por eso más atractivos, tanto en España como en Latinoamérica. Son personajes como el anarquista alemán Max Hölz, al que dediqué buena parte de mi vida estudiándolo y que murió asesinado por agentes de Stalin.

-En contraposición, cómo ves los nuevos liderazgos mundiales. ¿Son atractivos como para escribir sobre ellos?
Aquí habla el historiador y no el novelista: esperemos que se mueran y luego ya veremos cómo los contamos.

-¿El momento político actual es bueno para escribir novela policiaca?
Sí, creo que sí. Pero claro, hay que escribir desde el compromiso con lo que ocurre. Probablemente en España tendré menos lectores por eso de los que merecería, pero me importa un bledo porque nunca fui un cazador de lectores.

-La Semana Negra que ahora dirige Ángel de la Calle se ha organizado en Xixón en un contexto complicado con la llegada de la ultraderecha al Ayuntamiento de la mano del Foro y PP.
También hubo otros momentos difíciles en la que se hizo contra los gobiernos locales y no con ellos. A lo largo de mis años como director más de una vez tuve que confrontar la furia del gobierno local. Pero los viejos rojos y los viejos rockeros nunca mueren.

-El sindicalismo siempre ha sido una atmósfera presente en tus libros. ¿Qué proyección crees que tiene?
En México estoy en relación con los sindicatos y también tengo muchos lectores que están en la lucha sindical. Yo creo que hay que retomar el fomento de la lectura como objetivo, porque me parece que una izquierda que no es culta no es izquierda. Tendría que repensar ahora el lugar del sindicalismo para expresar una opinión pero hay que quitarle el velo corporativo que a veces tuvo, que lo debilitaba en vez de fortalecerlo. En México hemos tenido un éxito memorable con el plan de fomento de la lectura, hemos creado más de 13.000 clubes de lectura populares: en barrios, en pueblos perdidos de las montañas, en escuelas marginales de la costa… Para conseguirlo hemos tenido que meter toda la fuerza del Estado, hemos regalado más de cinco millones de libros. Eso es un cambio impresionante. La reconstrucción de la izquierda tiene que ser un fenómeno no solo político sino también cultural, eso es lo que aprendimos en México y nos está yendo muy bien.

Jacobo Rivero


Fuente: Rojo y Negro