Hay situaciones estructurales que comprendidas tal como son, cambian la noción de verdad, norma y consenso entre los ciudadanos. La seguridad pública en el estado del Río de Janeiro se encuentra en una situación límite, típica de la caracterización de Estado fallido. Es cierto que otros poderes e instituciones de ese nivel de gobierno subnacional no tienen tal grado de corrupción.

Pero, en una región metropolitana donde
existen más de mil espacios geográficos donde el control del Estado
es parcial o nulo, las bandas putrefactas en primer lugar (la venta
del narcotráfico, las apuestas ilegales, los transportes
clandestinos, los servicios de consumo fuera de la fiscalización, de
-entre otras variantes- el tipo capitalismo informal con aires de
salvajismo) corrompen o afectan el conjunto de poderes y agentes con

Pero, en una región metropolitana donde
existen más de mil espacios geográficos donde el control del Estado
es parcial o nulo, las bandas putrefactas en primer lugar (la venta
del narcotráfico, las apuestas ilegales, los transportes
clandestinos, los servicios de consumo fuera de la fiscalización, de
-entre otras variantes- el tipo capitalismo informal con aires de
salvajismo) corrompen o afectan el conjunto de poderes y agentes con
capacidad de veto. 

De
un momento a otro, delante de los helicópteros de las emisoras de
televisión Globo y Record (las dos redes de mayor audiencia en el
Brasil), la realidad fruto de la experiencia vivida por más de dos
millones de cariocas y fluminenses (respectivamente, los que viven en
la capital y en el estado de Río), supera la híper-realidad
mediática y fuerza a la acción del Estado para contener la rebelión
del Mando Rojo. El país necesitaba de una guerra tipo misión
humanitaria y actividad-finalista para civilizar a estas
microsociedades. Las cámaras registran entonces a un joven delegado
con trayectoria meteórica que surge para el público receptor como
una fuente confiable y respetable. Después de la toma e invasión
del Complexo do Alemão (conjunto de 13 favelas de la Zona Norte de
Río de Janeiro donde viven más de 65 mil personas) en noviembre, el
castillo de naipes comienza a caer, porque como bien a la moda, ésta
también era una noción construida sobre la nada. 

En
mayo de 2009, el entonces recién nombrado jefe de la Policía Civil
de Río de Janeiro, Allan Turnowski, declaró para el periódico O
Globo: “Estoy más preparado para combatir a la delicuencia que
cualquiera que no estuvo en la acción. Porque yo sé exactamente lo
que va a acontecer si nada se hace: mis policías, políticos y
periodistas van a morir en emboscadas”. Nada más profético. El
delegado de carrera acertaría de lleno el pronóstico, si él no
estuviera siendo acusado de implicación en los escándalos de abuso
de poder. La emboscada fue montada con orden judicial y demuestra un
surco profundo y gangrenoso dentro del aparato represivo estadual. 

Por Bruno
Lima Rocha

y
Rafael
Cavalcanti

Texto completo en el pdf adjunto.