Artículo publicado en Rojo y Negro nº 378, mayo 2023
El cambio climático ya está aquí y aparecen noticias y previsiones sobre la escasez del agua, recurso indispensable para la vida en el planeta. La acción humana está alterando su ciclo natural y muchas personas podrían verse privadas del acceso a la misma. Visible en efectos extremos como sequías, inundaciones, aumento del nivel mar o el deshielo de glaciares y casquetes polares.Según las Naciones Unidas1, para la década de 2070 un 35% de la superficie de la Unión Europea, 44 millones de personas, se verá sometida a un fuerte estrés hídrico y que cada grado que aumente la temperatura media supondrá un 20% de reducción de los recursos hídricos.
En el Estado español, la Ley 7/2021, de 20 de mayo2, de cambio climático y transición energética, aborda esta cuestión y pretende establecer unas directrices. Específicamente en el artículo 19, consideración del cambio climático en la planificación y gestión del agua. Es por tanto un asunto que ha llegado al debate parlamentario al punto de hacer una ley para abordarlo. Veremos si se queda en una enumeración de buenos propósitos o tiene una aplicación práctica beneficiosa para el medio ambiente y el conjunto de la sociedad. Citamos parte del artículo 19.1: “la seguridad hídrica para las personas, para la protección de la biodiversidad y para las actividades socioeconómicas, de acuerdo con la jerarquía de usos”.
Viendo este preocupante panorama, habrá quien piense que lo mejor es intentar controlar lo máximo posible estos efectos. Hacer pantanos para laminar las avenidas de los ríos cuando haya lluvias torrenciales, almacenar agua para cuando haya sequía y proteger en definitiva a las comunidades humanas y sus bienes. Este pensamiento popular ha sido tremendamente nocivo para el medio ambiente y ha contribuido en gran medida a problemas de plena actualidad como la despoblación y desvertebración territorial.
Hoy en día, podemos seguir escuchando declaraciones de responsables políticos que ignoran el ciclo natural del agua. El ejemplo más reciente es el presidente de la Junta de Andalucía, Juanma Moreno. Como durante años, declaraciones similares se han hecho por los proclives a las grandes obras en materia hidrológica y algunos no han evolucionado nada en dos décadas desde el proyecto de Plan Hidrológico Nacional propuesto por el PP en el año 2001 y cuyo estandarte era el trasvase del Ebro. Circunstancia que provocó históricas movilizaciones en Aragón.
El agua no se tira ni se pierde en el mar y cumple una función ecológica vital. Tanto para regenerar las playas (véase el paradigmático caso del Delta del Ebro, en regresión por la intrusión de agua marina y la falta de aportes sedimentarios por la construcción de grandes presas en el Ebro que retienen esos aportes. Circunstancia reconocida en la citada Ley 7/2021 en su artículo 19.4 apartado g: “Incluir en la planificación los impactos derivados de la retención de sedimentos en los embalses y las soluciones para su movilización, con el doble objetivo de mantener la capacidad de regulación de los propios embalses y de restaurar el transporte de sedimentos a los sistemas costeros para frenar la regresión de las playas y la subsidencia de los deltas”) como para otras actividades como la pesca y la biodiversidad marina (un ejemplo de esto sería la famosa presa de Asuán en el Nilo nuevamente por la falta de sedimentos que lleguen el mar).
Por último, citamos el ciclo de evaporación del agua y como vuelve a la tierra en forma de lluvia. Así como la fertilización de los campos y llanuras de cultivo por los limos que dejan las crecidas. Unas crecidas, por cierto, con un caudal brusco y lleno de sedimentos y troncos, que no es apto para trasvasar, cuyo caudal debe ser pausado y sostenido. Punto fundamental que trataremos en profundidad. A los ríos les hemos ido comiendo su espacio, su llanura de inundación, eliminando bosques de ribera que atemperaban las crecidas a cambio de roturar para la agricultura, instalación de granjas u otras actividades humanas e incluso la construcción de viviendas, también en ramblas por “donde nunca pasa agua”. Pero el río, parafraseando a Pedro Arrojo “Siempre viene con las escrituras”. Recordemos el concepto de dominio hidráulico y sus usos. Reivindiquemos los ríos como espacio comunitario y de disfrute. Desde un punto de vista científico, declaraciones como las de Juanma Moreno son inaceptables.
El cambio climático es visible en la bajada del caudal en la cuenca del Ebro. Según el dictamen de la Comisión Permanente del Agua del Gobierno de Aragón, ha pasado de 18.000 hm³ en 1992 a 16.000 hm³. ¿Para qué construir nuevos embalses si no hay agua que almacenar? Citando nuevamente a Pedro Arrojo, premio Goldman de Medio Ambiente3, no por tener más monederos tienes más dinero. O en palabras del geólogo Antonio Aretxabala: embalses llenos de aire.
Por otra parte, habría que hablar de la importancia del control de los acuíferos subterráneos. Según la ONU representa el 99% del agua dulce de nuestro planeta. En España la mayoría de ellos sobreexplotados, con casos palmarios como el que amenaza el mayor humedal de Europa que es Doñana o el desastre de las Tablas de Daimiel. El gobierno español ha elaborado un borrador de Plan de Acción de Aguas Subterráneas4. Un 40% de esas masas de agua no alcanza los parámetros de la Directiva Marco del Agua de la UE, bien por sobreexplotación o contaminación, por abonos químicos o residuos de actividades ganaderas intensivas.
A la vez, habría que controlar los miles de pozos ilegales y limitar las hectáreas de regadío. Cuando se habla de jerarquía del agua, si bien el abastecimiento humano es prioritario, más del 80% del agua en España se destina al regadío. Muchas veces el ahorro por la modernización se destina a regar nuevas hectáreas. En diez años, el regadío por gravedad se ha reducido un 16,2% pasando a ser un 22,3% pero han aumentado las hectáreas regadas 458.274, para un total de 3.877.901 hectáreas de regadío5. La mayor superficie de regadío de Europa. Y eso sin contar los regadíos ilegales. No es admisible ver miles de kilos de productos agrarios que se pudren por falta de salida en el mercado. Hace falta una planificación seria y realista.
Durante décadas, la transformación del secano en regadío ha sido un mantra en el campo español y una esperanza de prosperidad. Hoy en día, el regadío alcanza a cultivos de la triada mediterránea como los olivares. En ese sentido hay que contextualizar y desmitificar la figura de Joaquín Costa. En una España subdesarrollada y que pasaba hambre nunca dio por bueno el desalojo de un pueblo para construir un embalse. Actualmente no se puede basar en ello una planificación hidrológica. Especialmente de los años 50 a los 70 se vació el campo español con emigración masiva a las ciudades, desprestigiándose el oficio de agricultor: el hijo listo a estudiar y “ser alguien” y el tonto al campo, creando la planificación franquista del desarrollismo el gravísimo problema de la España vaciada con una falta de vertebración territorial entre el interior, salvo contados polos de desarrollo, y la periferia; un trasvase de recursos humanos, materiales y energéticos, el desarrollo de unos a costa del sacrificio de otros. La construcción de embalses también tuvo su influencia en esto.
Alejandro García
NOTAS
1https://news.un.org/es/story/2022/05/1509072
2https://www.boe.es/diario_boe/txt.php?id=BOE-A-2021-8447
3 Los Premios Goldman son en Medio Ambiente el equivalente al Nobel. Pedro Arrojo es Profesor de la Universidad de Zaragoza y experto en Economía del Agua.
4https://www.miteco.gob.es/es/agua/participacion-publica/Plan_Accion_Aguas_Subterraneas_2023_2030.aspx
5 https://www.iagua.es/blogs/ignasi-servia-goixart/datos-regadio-espana-2021
Fuente: Rojo y Negro