Artículo publicado en Rojo y Negro nº 377, abril 2023
En Solidaridad Obrera del 5 de enero de 1917, en el artículo «Porque estoy en el sindicato» y firmado con el seudónimo de Alma Roja, Salvador Seguí planteó el conocido debate del sindicalismo y de su compromiso político.
Salvador Seguí afirmaba que «el sindicalismo puede servir para transmutar los valores económicos de la sociedad burguesa». Le respondía Francisco Jordán, secretario general de CNT (asesinado en 1921 por matones de la patronal catalana) que no es posible «sin que la organización sindical sea netamente anarquista». La postura de Seguí era la siguiente: «la acción obrera no es filosófica ni integral sino puramente de clase […porque] siente con más intensidad dado que su salario es insuficiente para cubrir las más apremiantes necesidades de la vida». Y argumentaba que es «más fácil» esta reacción que ver las actitudes «de la burguesía, […] de la tiranía política y de la farsa religiosa» añadiendo lo siguiente: «El gran Bakounine, en su folleto La política de la Internacional expone su opinión tan clara y tan de acuerdo con nosotros que no queremos dejar de reproducir uno de sus pensamientos que dice así: ‘Pensamos que los fundadores de la Asociación Internacional procedieron con gran prudencia al eliminar de su programa las cuestiones políticas y religiosas. No es que carecieran de opiniones políticas y antirreligiosas concretas, pero se abstuvieron de introducirlas en el programa, porque su fin principal era, ante todo, unir a las masas obreras del mundo civilizado en una acción común’. Lo esencial es que todos los trabajadores se unan para el fin de su liberación económica después y adentro de la lucha y del sindicato fácilmente comprenderán que la religión y el Estado son tan enemigos de ellos como la misma burguesía».
Salvador Seguí habrá leído en 1869 La política de la Internacional, texto recién publicado en el tomo 2 de las Obras Completas de Miguel Bakunin, que la burguesía no admite «la igualdad social real, es decir la igualdad política, social y económica a la vez […] Hay, por otro lado, un signo infalible por el que los obreros pueden reconocer si un burgués, que pide ser recibido en sus filas viene a ellos francamente […] Ese signo son las relaciones que él ha conservado con el mundo burgués [como] la desigualdad económica, fuente eterna de todas las otras desigualdades» (pp. 206-207). Y Bakunin lo repite de modo todavía más claro: «Si en lugar de hablar de revolución o si se quiere de transformación social, él les dice que a la transformación política debe preceder la transformación económica […] pues o es un tonto o un hipócrita explotador» (p. 209).
¿Por qué no citó Salvador Seguí ese argumento en su texto? Antes de dar mi respuesta, hace falta conocer otro elemento bakuninista que es visible en el pensamiento de Seguí. En el Acto de clausura del Congreso de la Confederación Nacional del Trabajo en Barcelona, los 28, 29 y 30 de junio y 5 de julio de 1918, Salvador Seguí aludió a la insuficiencia de un plan inglés de casas para obreros con este comentario: el pueblo «querrá justicia y la libertad completas; rechazará la tutela del Estado». Y repitió la misma idea en Vida Nueva, 12-VI-1922: «Si pensamos un poco detenidamente en lo que debe ser nuestra revolución, veremos que no puede seguir otro camino, porque no queremos que el pueblo realice un esfuerzo para cambiar de tutela, sino para sustraerse a la influencia de todas ellas. Por eso pretendemos fortalecer al individuo educándole. Lo gregario debe desaparecer de la Humanidad”.
¿Qué significa exactamente tutela? Es una persona o una institución que cuida a un menor, o un enfermo, un anciano que no tiene autonomía mental. Anselmo Lorenzo, en el primer volumen de El proletariado Militante, forzosamente leído por Salvador Seguí como por otros tantos sindicalistas de CNT, da esta cita de Bakunin: «No soy comunista, porque el comunismo concentra y absorbe todas las potencias de la sociedad en el Estado […] quiero la abolición del Estado, la extirpación radical del principio de autoridad y de tutela del Estado, que bajo el pretexto de moralizar y civilizar los hombres, los tiene avasallados, oprimidos, explotados y envilecidos». [Ver el texto que es de 1868, p. 94 Obras de Bakunin tomo 2)]. Y hay otra cita de tutela de Antenor Herrán, contra «la tutela gubernamental”; el mismo Lorenzo en el volumen II de su obra, escribe que «la humanidad estuvo en tutela».
Se comprende ahora que, en enero de 1917, Salvador Seguí apartó el problema de la tutela porque un sindicalismo «netamente anarquista», como quería Francisco Jordán, corre el riesgo de imponer una conducción más ideológica que social, o sea dejando de lado la igualdad social y económica de golpe. Salvador Seguí lo reconoció apartando tanto al anarquismo «puro» («los grupos anarquistas adolecen de los mismos defectos y del mismo vicio de origen que los partidos socialistas», 4 de octubre de 1919) como al marxismo leninismo «puro» («No somos leninistas porque no creemos que el Estado sea, por más revolucionario y socialista que se titule, quien debe usufructuar los elementos de producción», 31 de diciembre de 1920). De paso, Lenin eliminó en marzo de 1921 a los sindicalistas de su partido (Alejandra Kollontai y Alexander Slapnikov) por ser burgueses y anarquistas y sus discípulos (Trotsky, Stalin, Kruchov…) hicieron lo mismo que su amo.
Salvador Seguí, como Bakunin, confiaban en la capacidad de los trabajadores conscientes. ¿Son conscientes los dirigentes obreros que confían desde 1864 (como Carlos Marx) hasta hoy día en una unión de burgueses progresistas y trabajadores para derrocar la explotación capitalista desde EE.UU. hasta Irán, Rusia y China? ¿Son conscientes los obreros que confían en su propia organización, sus propias fuerzas, para acabar desde ya con la explotación social en Irán, en Europa, Asia y otros continentes? La lucha desde la base, espontánea o no, es la mejor solución para formarse, fortalecerse y concientizar. Imaginar que Salvador Seguí y Bakunin lo hubieran aceptado, me parece lógico.
Frank Mintz
Fuente: Rojo y Negro