Artículo publicado en el nº 382 Rojo y Negro de octubre

¿Una invasión, un genocidio, la esclavización de muchas personas, la negación e invisibilización de las culturas de los pueblos originarios, el racismo, un enfriamiento del planeta, la tergiversación de la historia?

De pequeña me decían que el 12 de octubre era el día en que se conmemoraba el descubrimiento de América. Descubrimiento, según el diccionario, significa “encuentro o hallazgo de lo desconocido u oculto hasta el momento” ¿Descubrieron América los europeos de 1492? ¡Claro que no! Ese inmenso continente fue descubierto por las y los humanos hace unos 20.000 años, durante la última gran glaciación. Y lo poblaron y se extendieron diversificándose en miles de complejísimas culturas. Los europeos, los españoles, invadieron América y la saquearon, sometiendo a los pueblos precolombino y afectando gravemente a las culturas originarias americanas.

Me decían de pequeña que esa invasión colonizadora, que los libros llamaban “descubrimiento”, fue muy beneficiosa para las personas que vivían ancestralmente en ese territorio. ¡Claro que no! Antes de la llegada de los europeos a América ya existían civilizaciones con más de 60 millones de habitantes (Koch, 2019).

El impacto demográfico y ambiental que produjo la llegada de europeos a América fue brutal.  En su Historia general de las cosas de la Nueva España, fray Bernardino de Sahagún escribía sobre los indígenas: “Las gentes se van acabando con gran prisa, no tanto por los malos tratamientos que se les hacen, como por las pestilencias que Dios les envía”. Según Graciela von Wobeser “Muchos fallecieron en las guerras y hambrunas y otros por los excesos de la esclavitud a la que fueron sometidos, pero no cabe duda de que la principal causa de mortandad fueron las enfermedades”. Hoy se sabe que tres grandes epidemias, de enfermedades europeas, asolaron las poblaciones de los pueblos originarios. La primera en 1520, justo cuando se daba el asedio de Hernán Cortés contra la gran Tenochtitlan, y fue de viruela, la segunda en 1531 causada por el sarampión, y la tercera en 1576, más mortífera que las anteriores, y un misterio hasta que recientes estudios de ADN revelaron que se trataba de salmonela. El resultado final fue una masacre genocida biológica: en menos de 100 años murió el 90% de la población precolombina, 56 millones de personas, es decir, aproximadamente el 10% de la población mundial de la época (von Wobeser 2019). Los diferentes datos obtenidos apuntan a que es “el segundo evento más mortífero de la historia de la humanidad en proporción a la población mundial, tan solo superado por la Segunda Guerra Mundial […] (Koch, 2019).

El impacto medioambiental también fue desbastador. Tal como citan Afroféminas en 2022, muchas de las zonas forestales eran cuidadas por los indígenas, pero al no estar ellos, muchos de esos lugares “volvieron a su estado natural, lo que hizo posible que volvieran a absorber el carbono de la atmósfera. El alcance de esta reforestación fue considerable: eliminó tal cantidad de CO₂ que enfrió el planeta” (Koch et. al, 2019). Esto hizo que las temperaturas bajarán de forma considerable lo cual “supuso la retroalimentación del ciclo del carbono, que eliminó aún más CO₂ de la atmósfera y liberó una menor cantidad de la tierra. […] A lo largo de ese período, los inviernos fueron inclementes y los veranos demasiado fríos, produciendo hambrunas y revueltas desde Europa hasta Japón” (Koch et. al, 2019).

Y los colonizadores también trajeron semillas, frutos y verduras europeas, y la agricultura extensiva basada en el monocultivo se apropió de inmensas extensiones, algo jamás visto, pues los mesoamericanos sembraban de forma intensiva en pequeñas parcelas que además de producir mucho eran capaces de sostener policultivos. También trajeron ganado que dejaron en libertad y en pocos años millones de vacas, borregos y ovejas vagaban en planicies vírgenes destruyendo el entorno para saciar su hambre. Según von Wobesr “Esto condujo a la erosión de las tierras, a la destrucción de gran parte de la flora original, a una aniquilación de la biodiversidad y a desequilibrios ecológicos aún visibles en nuestro entorno”. También con la extracción de algunos recursos empezó a haber contaminación en muchos ríos, y aguas, con las lógicas consecuencias.

Recuerdo que también me decían de pequeña que fue una suerte para las personas de Abya Yala, como llaman a América algunos pueblos originarios, que fuéramos españoles y españolas quienes colonizamos la zona sur ya que éramos respetuosas, amables, les “educamos” y “cristianizamos”. ¡Claro que no! Para empezar, se puso en duda hasta que fueran personas, no se ajustaban a la imagen hegemónica europea de blancas y cristianas, y si no eran ni humanas podían ser explotadas, asesinadas, se podía prohibir cualquier manifestación de su espiritualidad porque eran demoniacas. Es decir, fueron discriminadas y sometidas a situaciones de desigualdad, fueron víctimas de un racismo desmesurado. Sí, exactamente como hoy en día.

Nos cuenta Eduardo Galeano que el 12 de octubre de 1492, Cristóbal Colón escribió en su diario que él quería llevarse algunos indios a España para que “aprendan a hablar”. En 1989, 500 años después un indio mixteco fue diagnosticado por el psicólogo de una corte de justicia de Estados Unidos como retardado mental por no hablar correctamente el castellano y lo habrían encerrado en un asilo si unos antropólogos no hubieran aclarado que se expresaba perfectamente en su lengua, la de la alta cultura mixteca de más de dos mil años de antigüedad. En Paraguay el idioma nacional de hecho es el guaraní, pero se desprecia a quienes no hablan español. El quechua, según la Constitución de Perú, es el idioma oficial junto al español, pero no se enseña en las escuelas y se discrimina a las personas racializadas. En Buenos Aires no quisieron inscribir el nacimiento de un niño porque sus padres, indígenas de la provincia de Jujuy, le querían poner un nombre en su lengua originaria. Para las personas de los pueblos originarios “el lenguaje no es una señal de identidad, sino una marca de maldición. No los distingue: los delata.” En 1614, el arzobispo de Lima mandó quemar todas las quenas y demás instrumentos de música de los indios y prohibió todas sus danzas, cantos y ceremonias para “alejarles del diablo”. Igual hicieron en Guatemala en 1625, bajo pena de cien azotes. Para despojar a los seres humanos de su libertad y de sus bienes, se les despoja de sus símbolos de identidad. “Se usa al Dios de los cristianos como coartada para el saqueo”. E igual ha ido pasando con sus maneras de expresarse al vestirse, prohibiéndoles en ocasiones circular por las ciudades si no iban vestido como europeos, europeas

En los gobiernos blancos de diferentes países americanos, donde la pirámide de las clases sociales es oscura, se ha tratado a menudo del “problema indígena”, algo a solucionar mediante el exterminio o la asimilación. Esta asimilación, refiriéndose a personas de pueblos originarios, se ha llamado “reducir”. “Borrarlos del mapa o borrarles el alma” o reducirles hasta desaparecer. Las empresas extractivistas de minerales, madera, etc.  que están esquilmando, por ejemplo, el Amazonas no han tenido dudas a la hora de prender fuego a poblados enteros para su expansión, pudieran o no escapar sus habitantes, como tantas veces se ha denunciado desde las organizaciones de pueblos originarios. Matar al indio y salvar al hombre, decía el coronel norteamericano Henry Pratt. Y Vargas Llosa dijo que “hay que modernizar a los indios, aunque haya que sacrificar sus culturas, para salvarlos del hambre y la miseria”. Esta salvación lleva a las personas racializadas a trabajar de sol a sol en minas y plantaciones por sueldos de miseria, o uniformarles y mandarlos a matar a otros indios defendiendo un sistema que los niega y expulsarles de sus refugios comunitarios.

El racismo colonial siempre ha encontrado formas de justificar sus actuaciones, y así no faltaron “científicos” que, como también hicieron en Europa, explicaban la inferioridad de personas racializadas asimilándolas a animales, denominándolos subhumanos, de menor desarrollo intelectual, etc. celularmente incapaces de concebir la libertad republicana decía Gabriel René-Moreno. Ricardo Palma los describe como una raza abyecta y degenerada, y etc., etc… “el desprecio científico por los indios otorgaba impunidad al robo de sus tierras y de sus brazos”.

Solo se han contado estos 500 años de historia desde el punto de vista de los vencedores. ¿Qué sabemos de las culturas de América? “Esta raza inferior había descubierto la cifra cero, mil años antes de que los matemáticos europeos supieran que existía. Y habían conocido la edad del universo, con asombrosa precisión, mil años antes que los astrónomos de nuestro tiempo”. Reconocían y honraban la diversidad sexual y tenían complejas formas de democracia igualitaria, y una concepción comunitaria de la vida. Usaban técnicas que hicieron fértiles los desiertos en la cordillera de los Andes. El extractivismo actual está convirtiendo en desiertos grandes territorios en toda la tierra.

Cristóbal Colón profetizó en su diario, el 27 de noviembre: Tendrá toda la cristiandad negocio en ellas.” Y en eso no se equivocó. La herencia colonial española sigue rigiendo en algunos países, como la «economía terrateniente», y los diferentes tratados de libre comercio internacionales, como el MERCOSUR, no dejan de seguir siendo la expropiación de las riquezas de todos esos pueblos originarios a cambio de humo. Y seguimos en un sistema en el que priman los intereses del mercado internacional, en el que la vida no se valora, en la que los seres humanos son exprimidos, los bosques y la tierra esquilmados y los ríos envenenados. Pero en todos los países de América, y en muchos europeos, las personas más precarizadas, más abusadas, más explotadas siguen siendo las personas racializadas y especialmente las mujeres, siendo todo ese proceso de construcción de prejuicios racistas resultado de intereses económicos extractivistas.

Las personas de los pueblos originarios celebran el 11 de octubre como el último día de libertad y el inicio de la resistencia, y quienes reivindican con mayor fuerza el movimiento anticolonialista. Y resulta que el día que empezó todo este horror, simbólicamente, cuando Cristóbal Colón fondeó la Santa María frente a la isla de Guanahaní, cuando empezó esta etapa en la que los territorios de América fueron, y siguen siendo, expoliados y saqueados y en la que sus habitantes fueron masacrados, esclavizados y vendidos a quienes se enriquecieron con esta situación, ese día es en España el día de la Hispanidad y la Fiesta Nacional y continúa rememorándose con un gran desfile militar que exacerba los valores colonialistas. Fue aprobado en 1892, en el cuarto centenario de la invasión de América, pero con la llegada de la democracia no fue cuestionado y se declaró en el BOE como la Fiesta Nacional.

La verdad, la justicia, la reparación y el compromiso de no repetición que exigimos para las víctimas del franquismo deberíamos exigirlas también para las víctimas de esta invasión y ser capaces de expresar una sentida disculpa, pedir perdón por todo el daño causado y revisar esa fecha como fiesta de estos nuestros territorios sintiendo, junto con las personas de los pueblos originarios, hasta qué punto es ofensivo para todas las víctimas la exaltación de ese día.

Terminaría con estas acertadas palabras de Eduardo Galeano

En 1492, los nativos descubrieron que eran indios,
descubrieron que vivían en América,
descubrieron que estaban desnudos,
descubrieron que existía el pecado,
descubrieron que debían obediencia a un rey y a una reina de otro mundo
y a un dios de otro cielo,
y que ese dios había inventado la culpa y el vestido
y había mandado que fuera quemado vivo quien adorara al sol y a la luna
y a la tierra y a la lluvia que la moja.
Eduardo Galeano

Carmen Arnáiz
Secretaria de Acción Social


Fuente: Rojo y Negro