Artículo publicado en RyN nº 380 de julio-agosto.

En democracia, no obstante, tenemos libertad, al menos para expresarnos en redes. Y eso es lo que hacemos, opinar, indignarnos, volver a opinar… Un círculo eterno de opinión, tan propio de la clase media como inútil a la hora de modificar la sustancia real de cualquier cosa que nos rodee. Puede que jamás haya existido un espacio político tan ingenuo como para actuar sobre la premisa de que ¡la opinión mueve el mundo!1

Las clases obreras y dentro de ellas las clases medias, ya no impugnan el “orden constitucional monárquico”, ni el régimen del 78, ni la deuda ilegítima, ni la dirección neoliberal del artículo 135, que se llevó por delante salarios, pensiones, educación, sanidad, cuidados…, ni una democracia directa por encima de los expertos, técnicos, etc., ni tan siquiera se cuestiona en niveles de retórica práctica, la hegemonía organizada en torno a la idea fuerza “ayusiana”2: seguridad, orden y “futuro”.
Volvemos a la “patria, familia y ley” y aceptamos y normalizamos que de seguir por este camino de la “reacción”, los domingos a “misa de 12”, si es tarde de fútbol pues a ello y en temporada taurina a la fiesta de la “santificación de nuestras señas de identidad” y nuestros patronos (los santos y los empresarios), a ejercitar todos sus derechos hacia nosotros (todo ello en masculino y muy machos), para que así podamos agradecerlos que nos den “empleos a millones” y salarios escasos, pero salarios para poder confraternizar en las “iglesias del consumo”… y sobre todo que aceptemos de “buen rollo” que la sustancia y ser de la “democracia” es ser votantes, porque así llegamos a la máxima de que “somos lo que votamos”.
Del “neoliberalismo progresista” —incluido el histórico gobierno de izquierdas por antonomasia—, al “liberalismo autoritario”, ha pasado muy, muy poco tiempo, y de golpe, sin mediaciones, sin posibilidades de intentar otros modelos.
El “Estado fuerte y la economía sana” del pensador alemán Carl Schmitt (teórico del liberalismo que sustentó el nacionalsocialismo-fascismo alemán), se” hizo carne” y se materializó en el modelo de Unión Europea.
La UE, como los EE.UU. y China, permiten, fomentan y blindan el “estado fuerte y autoritario” con políticas migratorias crueles y asesinas3; fomentan y aplican una gobernanza donde las grandes corporaciones, de la energía, de la tecnología y la comunicación, y financieras, son quienes deciden los precios de los alimentos, los precios de los recursos (agua, gas, electricidad) y los precios del dinero que se tiene que pagar si se quiere adquirir por ejemplo una “vivienda”, a la vez que el sistema fiscal les permite la elusión legal de contribuir (impuestos) a la caja común, en función de sus tasas de ganancia.
El “Estado fuerte” tiene que garantizar, a través de la fuerza y el control de la población, especialmente de aquellas multitudes desarrapadas, desahuciadas, precarizadas y con bastantes carencias materiales, que la “locomotora de la economía siga a todo gas” (economía sana), y seguir haciendo creer a la ciudadanía que en el juego de esta “democracia liberal”, se permite que existan representantes políticos que desde cargos públicos sustentan que los Derechos Humanos para todas las personas4, que son Derechos Universales garantizados por las constituciones, los Organismos Internacionales y el Derecho Internacional, solo sean una realidad para cada vez una menor parte de las poblaciones.
La ciudadanía, ante su falta de respuesta social, no solo coexiste con políticas y hechos que directamente niegan los derechos más elementales para poder desarrollar una vida digna cientos de miles de personas, sino que con su “aceptación democrática, a través del voto” normaliza unas relaciones de violencia, explotación, ausencia absoluta de libertad y la muerte biológica de estas personas, no solo muerte social5.
Tenemos tiempos donde parece que solamente podemos sentirnos como existencialistas que resisten, cuando a nuestro alrededor vemos como nuestros congéneres se enfrentan a riesgos extraordinarios y todo parece que no existe una excesiva preocupación por ellos.
Nadie, absolutamente nadie, debiera verse obligado a vivir en la falsedad, en el desprecio, en una mentira6 que, en nuestras sociedades occidentales, está adquiriendo la categoría de única verdad.

NOTAS

1 Emmanuel Rodríguez, historiador, sociólogo y activista social.
2 Isabel Díaz Ayuso presidenta de la CM y defensora ultraliberal de la libertad para su clase y el mercado que dominan.
3 La permisibilidad de la declaración de estado de emergencia contra los migrantes del gobierno fascista y populista de Maloni en Italia para impedir la entrada de migrantes no deseados y no funcionales para la economía sana; la no intervención y la no reprobación al Estado español por los asesinatos de El Carajal y el regar de cientos de millones al Estado autocrático de Marruecos; aceptar y luego solamente “lamentar” que cientos de migrantes expulsados por sus políticas extractivistas que angostan la tierra y terminan con sus recursos, cuando no con sus “guerras” externalizadas, mueren a cientos en el mar Mediterráneo frente a las costas de Grecia, Italia, España…
4 Derecho de asilo, de migración, de refugio… el derecho a la salud y los sistemas de seguridad social… el derecho a la igualdad de todas las personas… el derecho a la vida y a no sufrir acoso, agresión, etc.,
5 La violencia va en aumento contra el ejército de reserva de mano de obra migrante; la violencia contra las mujeres se justifica y se niega la existencia de la violencia de género; la violencia contra la salud y la vida, negando que existan problemas sanitarios en la cadena alimenticia o negando la desertificación de zonas húmedas y necesarias para los ecosistemas, con tal de seguir esquilmando y agotando los recursos para mayor gloria de los “mercados”.
6 Mentira por la que velan las leyes, las judicaturas, las policías y los organismos de gobernanza multinacionales.

Desiderio Martín Corral
Gabinete de Estudios Confederal de la CGT


Fuente: Rojo y Negro