Artículo publicado en Rojo y Negro nº 383 de noviembre

Empezaremos esta serie de artículos repasando sucintamente la historia del continente africano a través de las fuentes que nos han llegado.

El Neolítico empezó en la zona del Sahara en algún momento entre el 8000 y el 6000 a.e.c. con pueblos que vivían de la caza y la recolección. En el Tassili n’Ajjer (palabra en lengua tuareg que significa: meseta por donde corren los ríos) se han encontrado pinturas rupestres de una antigüedad que data de entre 10.000 a 8.000 años a.e.c. y otras posteriores que de alguna manera nos cuentan cómo era la vida de esos pueblos a lo largo de milenios. Se han encontrado pinturas de danzantes que llevan en sus manos y rodillas una especie de brazaletes y bastones provistos de una bola en su extremo, algunos llevan máscaras con cuernos e incluso aparece un hombre tocando un arco de boca como los que se utilizan actualmente en muchas zonas de África. En aquella época parece ser que se establecieron pueblos “negroides”, cuando el Sahara era verde y tenían ríos tan caudalosos como el Nilo o el Taffessaset que iba a desembocar al lago Tchad. Con la progresiva desecación del Sahara, sobre el 2.500 a.e.c., hay una diáspora de estos pueblos dirigiéndose a diversos puntos de África, dando lugar a unas nuevas mixturas de culturas. El Tassili n’Ajjer está situado en lo que es ahora el sureste de Argelia, tiene 800 km de largo y una anchura de unos 60 km, se conservan ciudades neolíticas como Sefar con unas extraordinarias pinturas y grabados rupestres —algunas de más de 4 m de altura— que nos muestran que ya en tiempos muy remotos los seres humanos disponían de instrumentos musicales, algunos de los cuales se siguen utilizando todavía e incluso se han llevado a otras partes del mundo, por ejemplo a Europa y América, a lo largo del comercio de esclavos durante más de tres siglos.
Más recientes son las pinturas murales egipcias en Mastabas, como la de Iymery (Giza) de 2.504 a.e.c. con instrumentistas de viento que aparecen acompañados de hombres sentados que realizan determinados signos con las manos denominados quironomos (indicaciones modales y rítmicas), la tumba de Nacht en Tebas —1.555-1.330 a.e.c.— donde aparecen una arpista, una instrumentista con una especie de oboe doble y una tocadora de Tidinit —instrumento que podemos encontrar actualmente en Mauritania, Níger y otros países africanos— y, aunque hay multitud de ejemplos, para acabar citaremos la mastaba de Merekula, Saqara —2.347 a.e.c.—, donde campesinos que están segando y pisando uvas son acompañados en su trabajo por un flautista.
En opinión de diversos arqueólogos, por el hallazgo en diferentes tumbas faraónicas de objetos de la cultura creto-micénica, es posible que fueran los griegos de la Antigüedad los creadores de las primeras imágenes (un tanto deformadas) del continente africano. En fechas tan lejanas como 1.570-1.540 a.e.c., en la tumba de Ahhotep o en la tumba de Amenofis IV (Akenatón) —1.364-1.347 a.e.c.— y en Cnossos, en la llamada Casa de los Frescos, encontramos una especie de paisaje africano con monos azules y una especie de jefe blanco al frente de un ejército de negros. Estos contactos continuaron en fechas posteriores tal y como demuestran los textos de Hesíodo y Homero donde se mencionan diversos pueblos africanos que mezclan realidad y ficción: pigmeos, macrocéfalos, semiperros, lotófagos, etc. La palabra griega pygmaios o pygme (algo así como el principio del puño) define en estos textos a un ser antropomorfo cuya estatura sería de un codo —unos 40 cm, la distancia entre el codo y el principio del puño—. Hay evidencias de que, hacia el año 1.200 a.e.c., pueblos procedentes de Creta desembarcaron en la Cirenaica con la intención de unirse a los libios y atacar Egipto, una parte de estos pueblos llegaron a la curva del río Níger hacia el 1.000 a.e.c. y posteriormente los romanos utilizaron la misma ruta para traficar con oro, marfil, plumas de avestruz, esclavos, etc.
Herodoto, que sí estuvo en Egipto en el año 445 a.e.c., nos da una visión más ajustada de la realidad según algunos historiadores, aunque no pasara de la primera catarata, y comenta que el faraón Necao II (609-594 a.e.c.) envió una expedición de marineros fenicios que partiendo del Mar Rojo dieron la vuelta a África en 4 años, y hablando del pueblo de los nasamones dice que, mientras estaba de paso en la corte del rey de los amonios, Etearco, llegaron una especie de hombrecillos todos de color negro, que les condujeron a una especie de lugar donde todos sus habitantes eran así, con un gran río con muchos cocodrilos. También Herodoto menciona a un pueblo que pertenecería a la zona de Libia, los garamantes, que vivían en el actual Fezzan, cuya capital era Garama y ha sido identificada con la actual Djerma, a unos 10 días de marcha hacia el sur, donde vivían los atarantes y a continuación los atlantes que habitan el monte Atlas en casas hechas con bloques de sal. Los egipcios denominaban Lebu a los otros pueblos del norte de África —de donde procedería nuestra palabra Libia— y posteriormente los griegos la utilizaron para nombrar la totalidad de las tierras africanas conocidas entonces.
En el año 470 a.e.c., el cartaginés Hannón realizó una especie de periplo marino (se posee una traducción al griego) donde nos cuenta que posiblemente llegó al País de los Negros en la costa occidental, a principios del siglo II a.e.c. El geógrafo Ptolomeo poseía informes relativamente detallados sobre las navegaciones realizadas por la costa oriental africana hasta el cabo Delgado en el Océano Índico y, para concluir, se encontró un manuscrito griego del año 60 a.e.c. titulado Periplo del Mar Eritreo donde con todo detalle nos habla de la isla de Zanzíbar donde se podían adquirir un tipo de excelentes esclavos y marfil desde tiempos muy remotos y que incluso Simbad el Marino parece haberla visitado en su séptimo viaje.
Como podéis comprobar, el tema es enorme, extenso y complejo, pero a lo largo de las sucesivas entregas espero que podamos hacer juntos este periplo musical con absoluto respeto y admiración sobre un continente tan maltratado, manipulado y explotado.

Enrique de Alva


Fuente: Rojo y Negro