Artículo publicado en Rojo y Negro nº 393, octubre 2024
Aparte de los días específicos, este mes se conmemora el Octubre Trans. No queriendo que la siniestra sombra de la reacción tránsfoba enturbie con sus bulos la propia posibilidad de hablar sobre la cuestión trans sin caer en sus falacias, me veo impelide a dar unos elementos que iluminen lo que oscuros intereses quieren confundir. Los escribo como persona no binaria, sujeto de este colectivo en una de las partes más desconocidas del mismo.
Qué queremos decir con género
En la segunda mitad del siglo XX se deslindaron los conceptos de sexo y género, distinción que nos permite hablar diferenciadamente de lo que no es lo mismo, a pesar de ser términos susceptibles de un hilado más fino, lo que podemos indicar con adjetivos. Tanto el sexo como el género son constructos sociales que clasifican a las personas, centrándose el primero en la parte anatómica y fisiológica y el segundo en la componente psicológica y social.
La ciencia y la sociedad occidentales actuales, desde su mentalidad binarista, han determinado que los sexos son dos, macho y hembra, y se deben corresponder a los únicos dos géneros que reconoce, hombre y mujer, aunque esto no es un universal geográfico ni histórico. La mera clasificación binaria basada en parámetros biológicos falla, pues ni los parámetros dividen dicotómicamente ni sus resultados concuerdan, pero no me meteré en la cuestión intersex. Si ya el sexo, que se nos vende como objetivamente basado en la Biología, depende de arbitrariedad y ficciones de la comunidad médica, más arbitrario y prescriptivo resulta el género binarista que impone nuestra sociedad.
Como reacción de cada persona al sistema de género que se le impone, surgen la identidad de género (que siempre admitirá, al menos, la identificación con alguno de los géneros sociales y también la no identificación con ninguno) y la expresión de género (mucho más diversa aún). Por su parte, la sociedad no solo define géneros y encuadra en ellos a las personas, independientemente de su identidad o su expresión, sino que sitúa cada género dentro de las jerarquías que ella crea, entrecruzándose interseccionalmente con las demás.
Teniendo primero que sentar qué es el género, luego cuántos y qué géneros prescribe cada sociedad y, solo después, cómo los ubica jerárquicamente, resulta una falacia de razonamiento circular la socorrida pseudodefinición de género como constructo social para la opresión de la mujer por el hombre que se pretende situar en el primer paso utilizando consecuencias lógicas del segundo como el binarismo occidental actual.
Qué queremos decir con trans
Los términos “transgénero”, “transición” y “transgresión” comparten el prefijo latino “trans-” que significa “del lado de allá de” respecto a una referencia normativa, antónimo de “cis-”, como en “cisjordano” y “transalpino”. De esta manera, aplicado al género, se refiere a una identidad discordante con el género socialmente impuesto a la persona, tomado este último como la referencia normativa. Por su parte, “transición” resulta la acción de pasar de una posición previa a otra a la que se opone, al igual que etimológicamente “transgresión”, aunque reserva esta última palabra a la observancia de normas.
Ser trans, como ya está establecido abreviar transgénero, suele implicar una transición, pero esta puede no presentar manifestación exterior alguna. El armario existe y es una legítima defensa. Las transiciones pueden ser de tipos muy diversos: cambio de nombre y/o tratamiento gramatical, expresión afirmativa de la identidad, reemplazo y/o bloqueo hormonal o diversas cirugías. No nos cansamos de repetir que cada transición debe quedar al completo consentimiento libre de cada persona y jamás ser un peaje para el reconocimiento de los derechos que las personas cisgénero tienen garantizados.
Lo que sí implica ser trans es una transgresión, al nivel que sea, de las normas de género, concretamente de la asignación social de este. Existe también transgresión de los roles de género, posible tanto desde identidades cis como trans. Esto último suele denominarse “disconformidad de género”, GNC por su acrónimo en inglés. Se puede encontrar, por ejemplo, mujeres cis GNC en el colectivo butch, así como conformes y disconformes de género en el colectivo trans. Conscientes de esto, se puede reconocer en el bulo las personas trans refuerzan los estereotipos de género tanto una falsedad material, pues hay personas trans GNC, como una falacia de foco, que oculta que la mayoría de conformes de género sean cis.
Conclusión
Espero desde estas líneas haber arrojado algo de luz sobre este tema y desmentido algunos bulos propagados por la transfobia de todo color, inclusive de las sucesivas apoltronadas por el PSOE en el Ministerio de Igualdad como plataforma-púlpito privilegiado de sus discursos de odio, y haber sentado las bases para que le lectore pueda reconocer lo falaz de su definición tramposa de género o de su acusación de reforzar roles opresivos, sin poder extenderme sobre la operaciones quirúrgicas y los tratamientos hormonales más allá de recordar su naturaleza optativa y la necesidad de consentimiento libre, a diferencia de lo que este mismo bando tránsfobo defiende para las personas intersex.
Haciéndose necesario empezar desde lo básico, deberá quedar para otra ocasión continuar más lejos. Queda así en el tintero hablar sobre con qué se confunde lo trans, con qué lo quiere confundir la transfobia organizada, quiénes están en este bando que nos persigue y qué deberíamos hacer todes desde una perspectiva libertaria.
Une militante de Burgos
Fuente: Rojo y Negro