Creo que el odio está aletargado, que no odiamos lo suficiente, que no odiamos como se debe odiar cuando nos han dejado en pelotas, huérfanos de libertad y de justicia.
Y creo también que sólo con odio podríamos hacer que nos teman.
El sistema va un paso por delante y sabe que canalizando la rabia, confundiéndola, fragmentando las luchas, encarcelando a los que disienten, multando a los que se rebelan, intoxicando, engañando con tibiezas, con propuestas que giran un poco a la izquierda, presentando mesías fagocitados con cara de buen rollo y palabras escogidas sin azar, con todo esto, el odio se disipa y nos engañamos convencidos de que es posible construir sobre estas arenas movedizas de espanto.
El sistema va un paso por delante y sabe que canalizando la rabia, confundiéndola, fragmentando las luchas, encarcelando a los que disienten, multando a los que se rebelan, intoxicando, engañando con tibiezas, con propuestas que giran un poco a la izquierda, presentando mesías fagocitados con cara de buen rollo y palabras escogidas sin azar, con todo esto, el odio se disipa y nos engañamos convencidos de que es posible construir sobre estas arenas movedizas de espanto.
Somos archipiélagos cabreados sin el cordón umbilical que debería unirnos para no dejarles avanzar ni un paso más.
No hace mucho, un joven murió de hambre.
Esto debería hacer sido suficiente para incendiar las calles.
Niños con hambre, viejos doloridos y desnutridos, mujeres, hombres, rascando en basurales, revolviendo los desechos para alimentarse, un poco, un rato, toda una vida.
El hambre, es motivo para odiar.
Los andrajos, son motivo para odiar.
Odiar fieramente desde las entrañas, con todas las vísceras, con todas.
Pa que haya pan, techo, salario, abrigo.
Algo tan revolucionario y tan sencillo.
Silvia Delgado
Fuente: JKAL y Silvia Delgado