Un día, al llegar de unas vacaciones, Ana se enteró de que era la nueva morosa de la oficina. En su ausencia, la financiera con la que había comprado a plazos su portátil, FINCONSUM, había llamado a su trabajo reclamando el pago de ese mes. Al no encontrar a su cliente, no tuvo ningún reparo en informar a sus compañeros de quién era, de la cantidad que debía Ana, y en pedirles que le transmitieran la “necesidad urgente” de que abonara su deuda.

13.04.2011 · Miriam Márquez - Periodismo Humano

Era la
primera vez que Ana se había retrasado en el pago de su préstamo. Una
de sus cuentas se había quedado descubierta durante unos días porque,
durante el viaje, no pudo hacer a tiempo una transferencia desde otra.
“Me llamaron y al no encontrarme pasaron a mis padres, vecinos y,
finalmente, a mi trabajo”, me cuenta Ana, que en realidad no se llama
Ana, pero que prefiere guardarse su identidad, visto que su fama de
morosa ha alcanzado ya unas cotas de popularidad respetables.

Era la
primera vez que Ana se había retrasado en el pago de su préstamo. Una
de sus cuentas se había quedado descubierta durante unos días porque,
durante el viaje, no pudo hacer a tiempo una transferencia desde otra.
“Me llamaron y al no encontrarme pasaron a mis padres, vecinos y,
finalmente, a mi trabajo”, me cuenta Ana, que en realidad no se llama
Ana, pero que prefiere guardarse su identidad, visto que su fama de
morosa ha alcanzado ya unas cotas de popularidad respetables.

Es uno de los muchos comportamientos abusivos de esas empresas que se
aprovechan de que en general (me incluyo en el grupo) no nos fijamos
mucho en con quién financiamos nuestras compras. Firmamos en ese papel
que nos tiende IKEA o el dentista de nuestro barrio y donde pone
“financiación sin intereses”. Si todo el mundo lo hace, pensamos, no
debe de haber ningún peligro.

Pero sí los hay y variopintos. En primer lugar porque, aunque muchas
veces no nos damos ni cuenta, no es la tienda en sí la que se encarga de
los préstamos. Desde el momento en que firmamos la financiación de
nuestras compras, pasamos a ser clientes de esas financieras  que casi
no conocemos. “La tienda que nos vende el artículo no tiene ningún tipo
de responsabilidad legal concluida la compra, por lo que no hay que
pensar que porque sea un establecimiento conocido no tendremos
problemas”, nos recuerda Rubén Sánchez, portavoz de FACUA, asociación de defensa de los consumidores.

Nos quedamos, por tanto, solos frente a unas empresas que, según
denuncian las asociaciones de consumidores, llegan a utilizar amenazas
para lograr el pago de las letras. “Insultan a sus clientes, sobre todo a
los ancianos. Les dicen que si no pagan pueden quedarse con sus casas
e, incluso, ir a la cárcel”, subraya Sánchez. Otras veces, como le
sucedió a Ana, irrumpen en la intimidad de sus clientes sin importarles
las consecuencias en su reputación e imagen. Según FACUA,
la razón es que las financieras saben que recurrir a los tribunales
para lograr el pago de las supuestas deudas es un procedimiento mucho
más costoso que exigirlo mediante cartas y llamadas telefónicas, método
que incluso puede darles mejores resultados que la vía judicial si no
disponen de pruebas suficientes de su existencia, como ocurre en muchas
ocasiones.

¿Qué hacer si llaman a tu jefe para comentarle el estado de tu cuenta
bancaria? ¿Si de pronto avasallan nuestra intimidad? La revelación a
terceros de la situación de morosidad de un consumidor sin su
consentimiento vulnera la Ley Orgánica 15/1999, de13 de diciembre, de
Protección de Datos de Carácter Personal y la Ley Orgánica 1/82, de 5 de
mayo, de Protección Civil del Derecho al Honor, a la Intimidad Personal
y Familiar y a la Propia Imagen. “Lo primero que hay que hacer es
denuciar ante la Agencia de Protección de Datos.
Los terceros (la familia, los compañeros de trabajo, etcetera) que han
recibido la llamada actuarán de testigos de esta denuncia. Si, además,
se quiere exigir una indemnización económica por los daños morales
sufridos habrá que denunciar por la vía legal. ”, recuerda FACUA.
“Ese tipo de actuaciones se consideran acoso. Si quieren cobrar sus
letras, tienen mecanismos legales pensados para ello, pero no pueden
pasarse de la raya”, me explica José Ángel Oliván, presidente de la Asociación de Consumidores de España (UCE).

La violación de la intimidad no es la única irregularidad de la que
se quejan los usurarios ante las asociaciones de consumidores, sino que
hay muchas otras. Desde  clientes que se quedan helados cuando, una vez
concluido el pago de su préstamo, les siguen mandando letras, hasta
otros que pasan un “infierno” para lograr amortizar su deuda. De todas
ellas hablaremos en futuros post.

Viendo que tenemos todo el derecho a estar preocupados, me dirijo a dos de ellas COFIDIS y FINCONSUM
para que me cuenten su versión. En la primera me atienden amablemente,
pero después de diversas gestiones, me dicen que prefieren no hacer
comentarios. En la página web de FINCONSUM
sólo encuentro un número 902. Hablo con un comercial para que me pase
con las oficinas, con prensa, no sé, con alguien que me hable de algo
más que de la gestión pura y dura de tarjetas de crédito, tipos de
préstamo y plazos. Pero no me lo dan porque dicen QUE NO LO TIENEN y QUE
NO LO SABEN. Me piden que me persone en las oficinas en Barcelona.
Pero, yo vivo en Madrid y no tengo, se me ocurre, por qué cogerme un
tren o un avión para pedir explicaciones. No me doy por vencida y llamo a
un número de información para encontrar su número. Logro, al fin, un
teléfono fijo que, por supuesto, no coge nadie aunque lo intento durante
los próximos días. Cuánto valoran su intimidad y su tranquilidad,
pienso. Qué lástima que no hagan lo mismo con la de los demás.


Fuente: Periodismo Humano