La asociación Europa Laica de Valladolid desea expresar su rechazo a la intervención del Arzobispo de la ciudad, Ricardo Blázquez, en la inauguración del nuevo puente que une los barrios de La Rondilla y La Victoria, expresando su bendición, ya que este hecho supone la quiebra del principio de neutralidad que debe presidir cualquier actuación administrativa, así como el principio de igualdad.
¿Se trata de un puente solo para católicos? Si es así, ¿por qué se ha financiado con cargo a los presupuestos municipales? ¿Sería legal que así fuese? Está fuera de toda duda que se trata de una obra pública al servicio de toda la ciudadanía, que constituye un bien público y que está costeado con dinero público, por lo que la bendición de un obispo católico (que para los ciudadanos no católicos tiene el mismo significado que cualquier otro rito mágico) atenta contra el principio constitucional de la aconfesionalidad del Estado.
¿Se trata de un puente solo para católicos? Si es así, ¿por qué se ha financiado con cargo a los presupuestos municipales? ¿Sería legal que así fuese? Está fuera de toda duda que se trata de una obra pública al servicio de toda la ciudadanía, que constituye un bien público y que está costeado con dinero público, por lo que la bendición de un obispo católico (que para los ciudadanos no católicos tiene el mismo significado que cualquier otro rito mágico) atenta contra el principio constitucional de la aconfesionalidad del Estado.
Si el Ayuntamiento es de todos, y si la obra inaugurada es de todos; supone una clara falta de respeto la intervención de un representante de una confesión concreta y por tanto particular y no general de todos. Por ello, estamos de nuevo ante la existencia de ciudadanos de primera categoría y ciudadanos de segunda categoría, según el grado de representación en los actos oficiales, ya que la administración se está identificando con una creencia concreta. En un Estado aconfesional los cargos públicos no pueden imponer a toda la ciudadanía la presencia, la intervención y el protagonismo de un jerarca de una institución confesional privada en la inauguración pública de un bien público.
Este acontecimiento y su constancia gráfica en los medios de comunicación parecen retrotraer el tiempo a la época en que política y religión iban de la mano sin distinción de poderes porque el Estado tenía oficialmente una religión concreta. ¿Cuándo se pondrá fin, en la práctica, a una situación de tan nefasto recuerdo como el nacionalcatolicismo?
Las instituciones públicas deben atenerse y promover el conocimiento científico, propio de una sociedad ilustrada, y por ahora no hay evidencia científica de que las bendiciones surtan ningún efecto.
Por otro lado, el nombre elegido para el puente, “Santa Teresa”, tampoco ayuda a afianzar la aconfesionalidad de las instituciones, que exigiría poner nombres sin connotaciones religiosas a los lugares y bienes públicos. Máxime cuando este puente tenía previsto otro nombre, dedicado a un importante médico vallisoletano.
Fuente: CGT Valladolid