Artículo publicado en Rojo y Negro nº 382 de octubre

El sábado 2 de septiembre empezamos la jornada nombrando a José Bruno Vargas, muerto en 1983 en Madrid por un disparo que efectuó un policía nacional; a Lucrecia Pérez, asesinada por agentes de la Guardia Civil en 1992 en Madrid; a Hassa Al Yahaqui, asesinado por un grupo de neonazis en 1992 en Majadahonda; a Mourad Al Abidine, asesinado a tiros por un guardia civil retirado en 1997 en Madrid; a Wilson Pacheco, tirado al mar por un portero de discoteca en 2002 en Barcelona; a Mohamed Zoubir, muerto tras recibir una brutal paliza por parte de un grupo de neonazis en 2003 en Huelva; a Azzouz Hosni, muerto tras recibir múltiples heridas de arma blanca en 2005 en El Ejido; a Osamuyi Akpitaye, muerto bajo custodia durante un vuelo de deportación de Iberia en 2007; a Jonathan Sizalima, muerto en una celda del cuartel de la Policía Nacional de la Via Laietana en 2009 en Barcelona; a un ciudadano nigeriano muerto en el CIE de Zapadores en 2009 en Valencia; al ciudadano magrebí muerto por ahogamiento tras ser perseguido por la policía al tirarse al mar en 2009 en Gijón; a Mohamed Abagui, muerto en el CIE de la Zona Franca en 2010 en Barcelona; a A.B., muerto en el CIE de Zapadores en 2010 en Valencia; a Samba Martine, muerta por falta de asistencia médica en el CIE de Aluche en 2011 en Madrid; a Idrissa Diallo, muerto bajo custodia por una insuficiencia cardíaca en el CIE de Zona Franca en 2012 en Barcelona; a Samba Fofana, muerto en una celda de aislamiento de la cárcel la Modelo en 2012 en Barcelona; a Blaise Fotchin, Yves Martin Bilong, Ousman Kenzo, Nana Roger Chimi, Ibrahim Keita, Jeannot Flame, Samba Baya, Youssof X., Oumar Ben Sanda, Daouda Dakole, y a tres víctimas sin identificar, muertos por disparos de la Guardia Civil en la tragedia de El Tarajal el 6 de febrero de 2014 en Ceuta; a Mor Sylla, muerto al caer desde el balcón de su casa en una persecución policial en 2015 en Salou; a Younes Slimani, muerto por disparos de un Guardia Civil fuera de servicio en 2016 en Fuentidueña del Tajo; a ElHadji Ndiaye, muerto bajo custodia policial tras ser detenido por su perfil racial en 2016 en Pamplona; a Mohamed Bouberdala, muerto en el CIE de Archidona en 2017 en Málaga; a Mame Mbaye, muerto por una parada cardiorrespiratoria tras una persecución policial por ser mantero en 2018 en Madrid; a Adeel Alhossen, muerto bajo custodia policial en la comisaría de los Mossos del Raval en 2019 en Barcelona; a Imad Eraffali, muerto bajo custodia policial en la comisaría de Algeciras tras ser detenido por no tener papeles en 2020; a las 37 muertes en la valla de Melilla el 24 de junio de 2023. A todas las que el espacio de este artículo no nos permite nombrar. Y a todas las víctimas anónimas del racismo. Tan sólo en el primer semestre de 2023 van ya más de 1.000 personas muertas documentadas al intentar alcanzar nuestras costas.
Pronunciar y escuchar estos nombres, que son sólo una pequeña parte de las muchas víctimas de asesinatos racistas, representó un momento muy especial en la Escuela de Verano de CGT que, bajo el nombre de “Trabajadores y trabajadoras migrantes”, tuvo lugar el primer fin de semana de septiembre en Ruesta, el maravilloso espacio recuperado por nuestro sindicato. Este encuentro anual de debate se había propuesto este año abordar el racismo y el colonialismo subyacentes bajo el etiquetaje, la opresión y la explotación que juegan con ideas esclavistas de las personas migrantes, como relató un compañero el primer día.
En la segunda jornada, en el marco de un taller conducido por compañeras de Regularización Ya y la Plaza de los Pueblos, se abrió un debate desde las entrañas consecuencia de todo lo que se nos removió cuando nombramos los nombres y las circunstancias de tantas personas víctimas de asesinatos racistas. El racismo mata, lo debemos tener presente ante cualquier actitud racista, porque es lo que sostiene el preámbulo de la guerra y la deshumanización de la vida, como expresaron algunas compañeras en el debate.
A pesar de ser tantas las personas asesinadas como consecuencia directa del racismo y de las fronteras, llama la atención que no sabemos sus nombres, no conocemos sus vidas, ni sus historias, ni sus proyectos vitales. Se nos hizo evidente una desinformación sistemática que no es casual, sino que forma parte de la misma lógica de deshumanización en la que solo existen algunas muertes mientras que otras parece que conviene invisibilizar.
Y esta guerra nos ha dejado más de treinta años de asesinatos impunes desde que en noviembre de 1992 un guardia civil y jóvenes vinculados a grupos nazis asesinaran en Madrid a Lucrecia Pérez. Desde entonces, la mayoría de los asesinatos racistas siguen siendo perpetrados por fuerzas de seguridad del Estado y grupos fascistas. Y treinta años después, los grupos de extrema derecha están en auge y hasta copan el espacio político institucional. Sucesos como los de la valla de Melilla del 24 de junio de 2022 quedan impunes no sólo legal sino también socialmente. 37 personas asesinadas y 77 desaparecidas en la valla de Melilla no han generado una respuesta masiva en las calles. Se trata de una “ejecución extrajudicial”, como aclararon las compañeras que impartieron el taller, pero las personas asesinadas siguen sin identificar y esto impide exigir responsabilidades legales.
El debate nos lleva a buscar la causa para saber dónde confrontar todo ello. Y la conclusión es clara: el colonialismo no se ha terminado ni tan siquiera transformado en su lógica esencial. La matriz colonial que estratifica a la sociedad por color de la piel sigue vigente. Persiste en la extracción de recursos naturales, como el tan preciado litio estos días, en la financiación de drogas y de grupo paramilitares, en los asesinatos de las defensoras de la tierra y de los derechos humanos, en la hegemonía cultural, en el extractivismo colonial epistemológico, de cuerpos y territorios.
Ante tanta injusticia y dolor, las compañeras nos recordaron en estas Jornadas que hay que tener fuerza y optimismo, que necesitamos decolonizarnos, que debemos entrelazar luchas desde el respeto a la autogestión de las personas migrantes y racializadas, que hemos de luchar “con” y no “por” ellas y, sobre todo, que sin ellas, sin las jornaleras, sin las trabajadoras del hogar y los cuidados, sin las precarias, sin las invisibles… no hay lucha sindical ni social posible.
En definitiva, en esta Escuela de Verano de CGT hemos querido recordar los nombres de las personas asesinadas por el racismo porque es una manera de humanizar y de obligarnos a reflexionar y a confrontar la xenofobia desde el nivel institucional y el personal y, sobre todo, a construir estrategias fuera y dentro del sindicato para destruir el colonialismo racista y construir justicia social.

Gemma Parera


Fuente: Rojo y Negro