La fuerza de los pueblos como motor de cambio es arrolladora. Sólo se tienen que dar las circunstancias necesarias para que lo que parecía inimaginable se vea superado por la realidad en apenas unos meses. No es fácil que ni el mismísimo Robespierre se imaginara lo que estaba a punto de suceder en Francia la víspera de que se produjera la toma de la Bastilla. Es cierto que había mucho malestar contra una monarquía absoluta y caprichosa y mucha hambre y mucha necesidad entre el pueblo.

Es fácil que algunos soñaran en cambiar algunas de las cosas más sangrantes, pero no creo que ninguno pensara que se iba a desatar una revolución que iba a cambiar el curso normal de la historia.

Es fácil que algunos soñaran en cambiar algunas de las cosas más sangrantes, pero no creo que ninguno pensara que se iba a desatar una revolución que iba a cambiar el curso normal de la historia.

Y algo muy parecido es lo que ha ocurrido, lo que está ocurriendo, en Túnez, en Egipto, en Libia, en Yemen, en Bahréin, en Marruecos, en Siria…. No en todos los casos la situación es idéntica, ni tan siquiera puede que sean las mismas las aspiraciones de todos los protagonistas de las revueltas: puede que en muchos casos los gritos de exigencia de libertad se limiten a un anhelo de tener mayor libertad de consumo, pero puede que en otros esa exigencia de libertad sea mucho más profunda. También es posible que Occidente trate de calmar los ánimos a base de baratijas vendidas a crédito y de hipotecar las vidas de los desheredados de la tierra. Pero puede ser que no lo consigan. Lo que es seguro es que Occidente se ha visto obligado a condenar a los tiranos, a sus perros fieles, a los encargados de tener controlada con mano de hierro a sus poblaciones para que sirvieran a los intereses del primer mundo. Y eso nadie se lo podía imaginar hace apenas unas semanas.

Pero quizás lo más desconcertante que ha ocurrido en los últimos meses/años en el mundo, desde el punto de vista de los poderosos, el mayor disgusto para los ideólogos del mercado y del capitalismo, provenga, una vez más, del sitio más inesperado, de Islandia. Este pequeño país que era puesto como ejemplo a seguir por el FMI en la época de Rodrigo Rato (hace menos de un lustro), ocupaba grandes espacios en el Wall Street Journal, en The Economist y en todos los púlpitos globales del gran capital y de repente ha desaparecido de todos los noticieros y, lo que es más curioso, ha llegado incluso a engrosar la lista de estados filoterroristas a propuesta del Reino Unido… ¿Qué ha podido ocurrir?

En pocas palabras —en este número de Barricada de Papel encontraréis contenidos en los que se explican y analizan más detenidamente estos procesos y otras propuestas como la del decrecimiento— lo que han hecho los islandeses es negarse a jugar la partida que les proponían los causantes de su ruina…, identificar a los verdaderos responsables de la quiebra del país (los bancos y grupos financieros) y llevarlos a la cárcel o ponerlos en busca y captura, se han negado a asumir las pérdidas de los especuladores y han pasado de partidos políticos y optado por la democracia directa. Es cierto que, al menos en principio, no parece que renieguen del sistema económico que les/nos ha puesto al borde la ruina, pero… quién sabe… hay aún mucho camino por andar.

La comunicación alternativa es hoy más necesaria que nunca para estar intercomunicados y poder evitar o minimizar los efectos de los voceros del mercado, de los medios del capital. Es posible que encontremos muchos puntos de encuentro y muchas fórmulas para luchar, para lograr un mundo más humano, más ecológico, más racional… un mundo posible. Entre tanto, a modo de reconocimiento y de apoyo a quienes han puesto en jaque a los especuladores, gritemos ¡¡¡¡Viva Islandia!!!!, y hagamos lo posible por forzar caminos alternativos a la esclavitud y a la destrucción del planeta a la que nos tratan de conducir y, de paso, a poner entre rejas a banqueros y sinvergüenzas que se aprovechan de los EREs y de otras situaciones de precariedad.

Salud

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