La actual crisis financiera, y sus implicaciones sociales, políticas y medioambientales, pone de manifiesto la relevancia de la deuda como herramienta de poder global. No se trata de una mera relación económica. Dicha herramienta trabaja a favor de la élite financiera y de la expansión geoestratégica de una agenda neoliberal que le sirva de sostén y apalancamiento.
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El
15-M y el debate de la democracia
El
15-M y el debate de la democracia
Deudocracia
se presenta como un sistema abiertamente enfrentado a la
participación de la ciudadanía. En primer lugar, los canales de
expresión política se desconectan de la legitimación de la
población. Durante 2011 diversas encuestas pusieron de manifiesto
que siete de cada diez ciudadanos de este país se oponían a las
ayudas con las que el gobierno obsequiaba a los bancos; y nueve de
cada diez reclamaban una devolución de lo ya obsequiado. Quizás el
hecho más simbólico haya sido la aprobación de una “reforma
exprés” de la constitución española, otrora carta o mandato
tildado de “inalterable” por las élites. En ella se garantiza
que, ante un escenario de deudas privadas que pasan a ser deudas
públicas, el estado otorgará prioridad a estos pagos, y por lo
tanto, concede solvencia a las entidades bancarias a costa de su pago
por el resto de ciudadanos y ciudadanas.
El
estado se desentiende de la ciudadanía en su afán de aplazar la
crisis bancaria y la reestructuración de un sector que, en general,
sigue aportando beneficios privados y ratios de lucro en alza a las
élites financieras: existen suculentos retiros de grandes
directivos, ahora y en la llamada crisis de 2008; las dificultades de
financiación de los estados se corresponden con un mayor beneficio
de bancos europeos que piden prestado al 1% al Banco Central Europeo
y venden crédito a un 6% al Estado español; las emisiones de deuda,
en países como Grecia, están controladas por agencias
internacionales como JP Morgan o Goldman Sachs.
Por
otra parte, el sistema financiero gana peso en detrimento de las
economías reales. Los préstamos bancarios internacionales son ya
ocho veces mayor que el volumen de intercambios comerciales reales.
Un sistema bancario cada vez menos ligado a su papel de banco
comercial y más involucrado en los mercados de derivados (entre
ellos los alimentos convertidos en moneda especulativa). Estos
multiplican por 100 el dinero destinado al comercio mundial. Y si
hablamos de entidades de inversión (pensiones, seguros, fondos de
riesgo) tenemos que su volumen de negocio prácticamente es el doble
que la renta anual producida en los países de la OCDE en su
conjunto. Ello explica su enorme poder económico, poder que sirve de
argumento y pábulo para el desarrollo de políticas neoliberales en
contra de una población que en la última década, a pesar de los
avances de la agenda de privatizaciones, sigue convencida de la
necesidad de un estado público de bienestar.
Por
último, la opacidad de los instrumentos financieros y la prevalencia
en la economía mundial de paraísos fiscales hacen de deudocracia un
sistema muy opaco, carente de reglas que puedan estructurarlo o darle
seguimiento para un posible control, y por ello, lo alejan del
control de la ciudadanía. En su lugar aparecen las famosas agencias
de rating, jueces que son también parte del negocio de la
especulación internacional alrededor de deudocracia.
El
espacio 15-M está reflejando estos conflictos políticos con
deudocracia, primeramente, a través de sus proclamas: “no somos
mercancías en manos de políticos y banqueros”, “lo llaman
democracia y no lo es”. Desde el 15 de Octubre de 2011, esta
contestación tiene un decisivo enlace internacional: “por una
democracia global”. Desde Estados Unidos, el llamado espíritu de
la plaza Tahrir y la Puerta del Sol, tiene argumentos sólidos en
clave democrática y de mayorías frente a Wall Street: somos el
99%.
La
democracia ha de entenderse como verbo. No existe “democracia
a secas” como proclamara Esperanza Aguirre, ya que, en tanto que un
proceso que se supone participativo, es lógico que vivamos la
democracia como algo activo, en proceso, vivo. La democracia como
orden finalizado no existe (Castoriadis), lo que acontecen son
“procesos de democratización” (Sousa Santos). Si bien tiene en
occidente un conjunto de prácticas y embalajes teóricos y
conceptuales, lo cierto es que a lo largo y ancho del mundo existe y
han existido experienciasque han aportado horizontes para la misma
(Ángel Calle coord., Democracia Radical). En muchos casos son
experiencias de democracia radical que problematizan la participación
en entornos donde el poder retorna constantemente, está “en la
base” si se me permite la expresión: formas de democracia directa,
democracia deliberativa, propuestas de redes organizativas con fuerte
autonomía e interdependencia de sus integrantes, procesos
comunitarios afianzados en una economía social, economías de
supervivencia, etc. Desde este arte de la democracia se han
ido gestando iniciativas de democracia institucionales, formas de
gobierno que han intentado respetar, retóricamente en muchos
casos, este espíritu de atender de forma horizontal e inclusiva
nuestras necesidades expresivas (participación, libertad) y
materiales (cuidados básicos). Hoy, sin embargo, deudocracia es una
expresión más de lo que puede conocerse como democracias
autoritarias: democracias excluyentes, democracias del 1%,
democracias elitistas, democracias tecnocráticas, etc. No faltan,
sin embargo, propuestas y experiencias que intentan oxigenar estos
procesos excluyentes de concentración de poder en un intento de
abrir agendas y canales de expresión, las llamadas democracias
participativas. Su objetivo sería partir de las actuales
instituciones para ofrecer más participación y fomentar una
economía más cooperativista. Ello puede suponer un paraguas para
procesos de empoderamiento social, pero también se corren los
riesgos de no neutralizar deudocracia y de continuar invisibilizando
e imposibilitando expresiones de democracia radical ancladas en
economías sociales, autogestión de bienes comunes (tecnologías,
agua, semillas) o en proyectos altermodernos, como pueda ser el “buen
vivir” de comunidades andinas.
Democracias
emergentes y auditorías sociales frente a Deudocracia
Puede
decirse que existe una pugna abierta entre estos modelos de
democracia autoritaria, participativa y radical. Y deudocracia es un
sistema que precisa y da cobertura a las formas de democracia
autoritaria, habida cuenta de los beneficios de una élite y los
perjuicios y falta de capacidad de decisión de la gran mayoría de
la población. El 7 y 8 de octubre asistíamos a un encuentro sobre
el tema: “Viviendo en Deudocracia. La deuda en los países del
Norte: Aprendiendo del Sur”. Lo organizaba la red ¿Quién
debe a Quién? (www.quiendebeaquien.org)
y
a ella acudían diferentes asambleas y comisiones del 15-M,
sindicatos y partidos alternativos, organizaciones ecologistas y
otras redes sociales. Planeaban en el encuentro dos preguntas sobre
deudocracia:
- ¿A
qué nos enfrentamos? - ¿Qué
podemos hacer?
La
primera, con sus matices personales, aparece expresada en este
documento y en textos como Vivir en Deudocracia (Icaria,
2011). Los países de la periferia de la Unión Europea, entre ellos
España, están a las puertas de ver cómo se justifica una
estatalización progresiva de la deuda privada en manos de los
bancos, una socialización de pérdidas y riesgos. No ocurrirá así,
como ya han confirmado las ayudas desde el 2008 en adelante, con las
deudas de particulares, principalmente hipotecas, que habrán de
sostener con sus aportes el negocio bancario sin que las economías
reales y locales tengan tampoco acceso a crédito. En el contexto de
la Unión Europea se intensificarán medidas de ajuste estructural,
por un lado, dado que no es asumible una quita de deuda importante
(el volumen de dinero podría asfixiar en el corto plazo al sistema
financiero internacional), salvo casos excepcionales como el de
Grecia. Y por el otro, ante las presiones económicas y sociales es
posible que surjan pactos en torno a un papel menos financiero del
Banco Central Europeo, la emisión global de bonos por parte de la UE
para acudir en ayuda de cualquier gobierno, la posibilidad de una
tasa financiera que grave mínimamente a los capitales “golondrina”,
y ciertas moderaciones del propio ajuste estructural ante la
comprobación de la creciente asfixia de los países deudores (a la
hora de poder devolver créditos, no de las condiciones de vida de la
población).
La
segunda cuestión es más compleja. Y oído los debates está aún en
el aire cómo construir procesos sociales que sirvan para:
- repudiar la deuda ilegítima (corruptelas, medidas en favor de lasa élites financieras) y odiosa (contraria a los intereses de la población)
- desarrollar mecanismos y políticas que reviertan los pilares de deudocracia
- hacer emerger otras formas de democracia (y de políticas económicas, sociales, endógenas) contrarias a deudocracia y que aseguren un control real del sistema económico para la satisfacción de necesidades básicas de la población.
Gran
parte de este debate está ya en las redes sociales. Como propuesta
emergente encontramos el 15-M y su apuesta implícita por una
transición social, que altere las formas de democracia autoritaria
presentes tras la transición política auspiciada por las élites.
Entroncando con este espacio de movilización desarrollan su trabajo
organizaciones críticas con la llamada globalización, redes
sindicales que apuntan a una mayor autogestión social, redes del
ecologismo social y otros actores que se sitúan como catalizadores
de los nuevos movimientos globales (Ángel Calle, Editorial
Popular, 2005).
Lo
que sí arrojó el encuentro fueron dos posibles iniciativas para
pensar el desafío a deudocracia: las auditorías de deuda y la
consulta vinculante ante futuros ajustes estructurales. Ambas
herramientas se consideraron como parte de engranajes
democratizadores más amplios, que sirvieran para conocer y poder
repudiar socialmente otras deudas (locales, políticas, ecológicas),
a la vez que permitieran auspiciar formas más inclusivas y
solidarias de concebir y practicar la democracia.
¿Qué
son las auditorías de deuda? Se trata de desvelar y
responsabilizar a agentes y personas concretas de la construcción de
deudocracia para enriquecimientos privados. A grosso modo, se pueden
identificar tres tipos de auditoría, las cuales obedecen a
iniciativas políticas o populares; buena parte de ellas son ejemplos
de acciones llevadas a cabo en países del llamado Sur:
- auditoría
técnica: expertos de la sociedad civil investigan y ponen de relieve
la existencia de deudas ilegítimas u odiosas; es el caso de
Argentina, con el proceso iniciado por Alejandro Olmos en los 80 y
que culminarían con un fallo favorable en los juzgados, si bien con
menor repercusión política. - auditoría
institucional: como la llevada a cabo por el propio gobierno de
Ecuador que culminó a finales del 2008 con una moratoria unilateral
en el pago de ciertos bonos y una quita general del 65% de la deuda
considerada ilegítima.
- auditoría
social: procesos como los que están avanzando en países como
Grecia, donde ante el bloqueo político a cualquier revisión de
deudocracia se persigue visibilizar la ilegimitidad general del
mecanismo de endeudamiento, establecer sus mecanismos y responsables
generales; y, sobre todo, involucrar a la población en el repudio y
en el planteamiento de alternativas.
Por
supuesto, estas iniciativas se complementan entre sí. Y, dada la
situación actual que se vive en la periferia de la Unión Europea,
la auditoría partiría de la constatación del enriquecimiento de
bancos privados y la socialización de pérdidas (deudas impagables y
menores márgenes de beneficios) con cargo a las arcas públicas.
Quizás en ese contexto, y dado que en la calle se apela
constantemente al “¡queremos decidir!”, iniciativas como la
presión para realizar consultas vinculantes sobre futuros ajustes
estructurales podrían servir de trampolín o de punta de lanza para
auditorías sociales. En cualquier caso, dada la coyuntura financiera
y el apoyo de los gobiernos a los bancos frente a la ciudadanía, el
debate entre deudocracia o democracia irá tomando cuerpo en tiempos
no muy lejanos.
Ángel
Calle Collado
Fuente: Ángel Calle Collado