Se veía venir, y no pasa nada. Es lógico que en unos momentos de casi colapso general del sistema político-económico-cultural de que se dotó el poder en la transición, se tratara de quitar virulencia al movimiento de los indignados. Juntando la ingenuidad de unos, la ambición de otros y la acción pagada de los infiltrados del CNI (haberlos haylos, pero no importa, “va en el sueldo”, como suele decirse) se ha pretendido hacer descarrilar al 15-M de sus objetivos radicales: horizontalidad, no protagonismo y resistencia pasiva.

La burocratización puesta en marca por algunos de sus activistas más jaleados por los medios comerciales (con portada en revista Time, en la línea populista de Stéphane Hesssel) no es sino una prueba de la propia fuerza de los antisistema (“el sistema es antinosotros”). Ladran luego cabalgamos. Con lo que, tras la conveniente respuesta democrática en las asambleas deliberativas, el movimiento saldrá reforzado.

La burocratización puesta en marca por algunos de sus activistas más jaleados por los medios comerciales (con portada en revista Time, en la línea populista de Stéphane Hesssel) no es sino una prueba de la propia fuerza de los antisistema (“el sistema es antinosotros”). Ladran luego cabalgamos. Con lo que, tras la conveniente respuesta democrática en las asambleas deliberativas, el movimiento saldrá reforzado.

Estaba claro que tras la caída en picado del prestigio de partidos y sindicatos, su creciente descrédito y la fortaleza anónima del 15-M, logrando en la huelga general y concentraciones del pasado 29-M liderar la calle a través de sus bloques críticos, la “Marca España” tenía que emplearse a fondo para evitar ser arrollada por la catarsis en marcha. Sobre todo después que hechos como la incorporación de jóvenes estudiantes a la protesta en Valencia y las medidas represivas del Estado (cada vez más policial) para hacer del Código Penal una camisa de fuerza antisocial, demostraran que lejos de amainar la lucha suma y sigue ( de “norte a sur, de este a oeste…cueste lo que cueste”).

Por eso no hay que dramatizar. Prueba y error. Estamos en el ecuador de un proceso que ha demostrado su eficacia para convertirse en la conciencia de la sociedad en sólo un año de vida. Desde esta perspectiva, el descaro de los que ahora pretenden su burocratización constituyéndose en una organización sin ánimo de lucro (como Noos) hay que saludarlo como algo positivo: desbroza el camino y refuerza los anticuerpos. Ahora hay que actuar con la misma inteligencia colectiva con que se ha trabajado hasta estos momentos. Y sobre todo no caer en la provocación de iniciar una refriega con los “institucionalistas” que retroalimente el conflicto. Allá ellos con su deriva a ninguna parte. El 15-M es mucho 15-M para ocuparse de temas de menor cuantía. El mejor desprecio es no hacer aprecio.

La ocurrencia de esa parte del DRY que ha decidido inventar la rueda es sólo, conviene repetirlo, una demostración de lo acertado de las posturas insurgentes del colectivo 15-M, cada vez más aglutinador del sentimiento general de ruptura con el sistema. Ya sabemos a qué atenernos. Hagámosles saber que “no nos representan”. Pero, eso sí, con tino. Debemos sumar y no restar. Acumular fuerzas, siempre, sin quebrar los principios que signaron el movimiento. No incidamos en la pureza recalcitrante de unos nuevos “carbonarios” que se ahogan con su propia saliva. La transformación social que ambicionamos necesita una mayoría activa, resuelta, democrática y éticamente irreprochable. A las bases de los sindicatos, de los partidos de izquierda, del DRY sano, abrámosles la muralla. No nos hagamos reos de una nueva intolerancia que nos implosione. Lo que vale es el contenido, no el continente. Nosotros somos el pueblo.

Rafael Cid


Fuente: Rafael Cid