El pequeño artículo que sigue lo escribí a petición de Carlos Taibo, para el libro recién publicado por Los libros de la Catarata, "¡Espabilemos! Argumentos desde el 15-M" (capítulo 10, págs. 56-59)
El movimiento 15 de mayo mostró y demostró cómo la respuesta social enraizada en la desazón, la perplejidad y los problemas reales de la población, por muy aparentemente espontánea que sea, se origina, se construye y se crece en relación directa con la capacidad de sus protagonistas de auto-organizarse. Decir 15M es ante todo decir auto-organización.
El movimiento 15 de mayo mostró y demostró cómo la respuesta social enraizada en la desazón, la perplejidad y los problemas reales de la población, por muy aparentemente espontánea que sea, se origina, se construye y se crece en relación directa con la capacidad de sus protagonistas de auto-organizarse. Decir 15M es ante todo decir auto-organización. Y no cualquier auto-organización: asambleísmo en la calle, horizontalidad deliberativa y decisoria, coordinación en red, comisiones de trabajo, apoyo mutuo en acampadas y asambleas de barrio, solidaridad en las luchas, difusión y coordinación en las redes sociales de internet… Una auto-organización que en sí misma supone un proceso creciente de formación y reflexión colectiva autodidacta. Ni qué decir, que para muchos viejos y no tan viejos militantes de la rebeldía permanente, fue una grata y feliz sorpresa.
Cuando las estructuras contestatarias (sociales y sindicales) existentes al orden imperante no han sido capaces, a su pesar generalmente, de servir de cauce de expresión del descontento social, la auto-organización de la rebeldía, de la crítica social y de la desobediencia emerge con renovada fuerza: creatividad e innovación de formas y modos situados en la acción, ad hoc al contexto y al devenir del movimiento, eminentemente flexible y procesual, democracia directa en ciernes.
Una auto-organización horizontal, sin pretensión de jerarquías ni liderazgos permanentes, es la forma correspondiente a unos contenidos y unos objetivos específicos, por muy imprecisos o ambiguos que estos aparezcan en un principio: es la crítica en acto de la deforme y falseada democracia en la que vivimos, de las élites y profesionales de la política, de los intereses que defienden y del poder real que esconden y endulzan, es decir, del capitalismo depredador y rampante que padecemos.
En la medida que objetivos y contenidos críticos se amplían, se complejizan y se concretan, las propias formas auto-organizativas se modelan, adaptan y modifican. Es obvio que este proceso no es lineal ni necesariamente progresivo, que tiene y tendrá sus contradicciones y confusiones, y que genera o generará tanto complicidades como desencuentros. Sin embargo, la precocidad, la breve historia del movimiento y sus importantes logros movilizadores y de resistencia (y la mal llamada crisis de largo alcance que nos azota), alientan sin duda sus posibilidades de crecimiento, de ampliación de alianzas y sobre todo, de profundización teórica y práctica en las luchas y en las alternativas por fraguar.
Luchas y alternativas son las dos caras de la desobediencia en gestación que se avecina. El movimiento 15M, junto con organizaciones y colectivos sociales y sindicales de base y anticapitalistas, se configura como el espacio “liberado” y plural que puede atizar, promover y provocar el necesario salto cualitativo que va de la justa indignación a la construcción de alternativas al real des-orden existente. De hecho, son múltiples las iniciativas que al calor del movimiento están aportando reflexiones e iniciativas que se postulan confrontadas igualmente con la organización burocrática del estado y con la maximización capitalista de beneficios.
La revista autogestionada “Rebelaos” (de marzo 2012) aporta algunas de ellas, con el sumario: “Herramientas y recursos para impulsar el desarrollo de autogestión en el ámbito local, mediante la interacción en red y la autoorganización desde abajo”. Previamente, a finales de mayo de 2011, dos semanas después del estallido del 15M, se podía leer como documento orientativo y para el debate una “Guía Rápida de Dinamización de Asambleas”, que aporta importantes pistas sobre el proceso de auto-organización que se estaba desarrollando. En septiembre del mismo año la Assemblea Ciutadana d’Alzira, en un alarde de saludable utopismo, difunde el documento “La necesaria evolución del 15M” en el que plantean como proyecto “la construcción de un movimiento que tenga como objetivo cambiar la sociedad empezando aquí y ahora”, siendo un primer paso la conversión de la asamblea ciudadana en “una institución ciudadana que sirva de contrapoder eficaz a las instituciones políticas del Estado y al sistema económico relacionado con este”. Y mientras escribo este texto, el 29 de julio tiene lugar en el Retiro, una “Jornada asamblearia de iniciativas y proyectos de Apoyo Mutuo y autogestión social en barrios y pueblos”, cuyo objetivo es “la importancia del desarrollo estable de los proyectos sociales que se están generando desde la base para sustentar un proceso de cambio en la sociedad. Cómo gestionar los núcleos de autogestión local, dar volumen a todo lo que se está generando ya en los barrios y localidades como son las huertas urbanas, el trueque o banco del tiempo, la tienda gratis, otras alternativas al dinero, recogida y distribución de alimentos, energía libre y autosuficiencia energética, grupos de consumo responsable, iniciativas de autoempleo, uso de los espacios en los mercados de abastos, banco de semillas…”.
El movimiento está, pues, en el tránsito de la auto-organización de las luchas a la autogestión de iniciativas sociales, ecológicas y económicas. En ese tránsito, si bien la primera no implica necesariamente la segunda, la autogestión no es nada si no presupone en primera instancia la auto-organización de los y las implicados en lo que se pretende gestionar. La consolidación de la auto-organización del movimiento conduce casi naturalmente a los planteamientos autogestionarios. Pero la autogestión es mucho más y, sobre todo, va más allá de la mera auto-organización.
En primer lugar, la autogestión es una apuesta abierta y arriesgada a otra forma de organizar la sociedad, y de gestionar colectivamente lo que consideramos propiamente social: derechos, servicios, necesidades, cultura… Frente a la lógica de los mercados, del productivismo y del consumismo, y de la acumulación de beneficios en manos privadas, la autogestión se alinea en la lógica de la sostenibilidad de la vida, de amplificación de los derechos y de satisfacción de las necesidades humanas. Apuesta por una lógica del cuidar y ser cuidado, así como del bien vivir.
En segundo lugar, la autogestión conlleva la relación simbiótica y no contradictoria entre fines y medios, de tal modo que como medio igualitario y participativo de gestión de las cosas humanamente dignas configura en su quehacer la consecución y el desarrollo de la dignidad, de reapropiación de la igualdad como sostén y razón de la máxima libertad individual.
En tercer lugar, la autogestión se orienta por principios de la democracia directa, es decir: rotación de cargos y cargas, revocabilidad permanente, asamblearismo deliberativo y decisorio, búsqueda de acuerdos por consenso, respeto escrupuloso a la divergencia y a las minorías. La democracia directa, no obstante, no tiene una única forma de expresarse e instituirse. Cada proyecto autogestionario debe articularse según normas y reglas revisables para cualquier aspecto estructural: toma de decisiones, reparto de tareas, organización del trabajo, distribución de bienes y servicios.
En cuarto lugar, la autogestión se apoya y se sostiene en la propiedad colectiva y compartida de los medios técnicos, materiales y culturales que garantizan la sostenibilidad de la vida. Esto supone, entre otras cosas, que el saber experto ha de ser un saber compartido, un pensar colectivo, y por lo tanto, sin privilegios ni prerrogativas o parcelas de poder. Y supone, por supuesto, un cortocircuito a la propiedad privada, y a su acumulación desmedida.
En quinto lugar, la autogestión se instituye local y descentralizadamente, se construye mediante el apoyo mutuo y se extiende por la libre federación de las unidades, núcleos o proyectos autogestivos, coordinándose en mayores niveles territoriales y sectoriales de actividad para el efectivo desenvolvimiento de la solidaridad entre los miembros federados. Por ejemplo, crear “redes de apoyo mutuo para la autogestión social” (ramas), que irían ampliando su alcance y diversidad.
Por último, la autogestión se constituye como garantía para la gestión de una sociedad compleja, diversa, plural y libre de trabas autoritarias y económicas. La autogestión es anticapitalista y antijerárquica a partes iguales, podemos y debemos reclamarla y desarrollarla como alternativa al caos social y económico existente. Es el reto permanente para modificar radicalmente las relaciones de poder asimétricas y desiguales actuales. Es una utopía posible y necesaria.
Antonio J. Carretero, agosto 2012
Extraido de: en(t)redicho http://entredicho.wordpress.com/2012/09/22/de-la-auto-organizacion-a-la-autogestion/