Artículo publicado en Rojo y Negro nº 381 Septiembre
La octava edición de Caravana Abriendo Fronteras adelantó un mes su cita anual para denunciar la masacre vivida el 24 de junio de 2022 en la frontera de Melilla. 37 personas fueron asesinadas, 77 desaparecidas y 470 deportadas colectivamente a Marruecos cuando intentaban saltar la valla por el paso fronterizo del “Barrio chino” hace un año. Un grupo de compañeras de CGT y Libertarias estuvo presente junto con más de 150 activistas de diferentes colectivos exigiendo justicia, esclarecimiento de la verdad, reparación y que las muertes no caigan en el olvido.
Si repasamos los datos, cerebro y corazón nos impulsan a la acción directa. En los últimos diez años al menos 52.760 personas han encontrado la muerte en su intento de llegar a Europa como consecuencia de la violación sistémica de los Derechos Humanos y de las necropolíticas migratorias. 2022 ha sido el segundo año con mayor número de personas fallecidas y desaparecidas en la frontera sur española y se calcula que al menos 2.390 personas han muerto en las rutas de acceso a España, lo que supone seis personas muertas cada día. Está claro que las fronteras matan. Y por esto las compañeras de Caravana Abriendo Fronteras aunamos una vez más nuestras voces para con marcado carácter internacionalista, feminista, antirracista y de clase exigir a los gobiernos políticas garantes de los Derechos Humanos y de la vida. Queremos unas políticas dignas de acogida, la derogación de la Ley de Extranjería y la regularización de las personas sin papeles.
Primera etapa: el 23 de junio ante el Parlamento y el 24 en Melilla.
Este año la Caravana Abriendo Fronteras no podía empezar de otra manera que denunciando ante el Congreso de los Diputados y el Gobierno la gravedad del crimen perpetrado el 24 de junio de 2022, recordando las irregularidades denunciadas por entidades sociales. A pesar de las cifras (37 personas asesinadas, 77 desaparecidas y 470 deportadas), el Ministerio del Interior presidido por Grande-Marlaska sigue manteniendo la versión oficial de que se actuó «con proporcionalidad a los Derechos Humanos». Un año después aún no se ha nombrado comisión alguna de investigación, el Ministerio decidió archivar el caso y Fiscalía decidió no seguir investigando, a pesar de que los hechos parecen demostrar que varias personas que cayeron muertas en la huida lo hicieron en territorio español; y muy grave, sigue sin conocerse el número exacto de muertes. En un país democrático y de derecho éstas deberían ser razones más que suficientes para esclarecer lo ocurrido y depurar responsabilidades.
Al día siguiente, la misma denuncia es repetida en la ciudad de Melilla. Allí, Quinndy Akeju, investigadora y militante antirracista y afrofeminista, explica cómo un año antes se habían cometido «crímenes de denegación de auxilio y de tortura en una operación coordinada entre la policía española y marroquí» y denuncia que las personas africanas no tienen ninguna vía legal para pedir asilo en sus países de origen o durante el tránsito migratorio. Hussein Mohamed, activista antirracista sudanés, nos cuenta que Sudán «vive una situación de guerra y represión muy dura. Por ello buscamos un lugar seguro, pero ninguno de los países por los que pasamos es seguro, ni Libia, ni Argelia, ni Marruecos». Loveila Mint i Mamuy, abogada saharaui y defensora de los Derechos Humanos, denuncia las «necropolíticas que son una vulneración sistemática de los derechos humanos» y reclamando «vías legales y seguras para que las personas africanas puedan salir de manera digna». Durante el acto se vuelve a pedir la dimisión de Grande-Marlaska, así como mecanismos de investigación independientes y recursos para las familias para buscar a las personas desaparecidas. El mismo día se siguen
reivindicando en una manifestación que recorre el paseo marítimo hasta el paso fronterizo del “Barrio chino”, donde se leen los nombres de las personas asesinadas un año antes y se colocan flores en su recuerdo en la valla.
El día 25, aún bajo el impacto de la dureza de la frontera, proseguimos la denuncia escuchando a familiares de personas desaparecidas. María Herrero, madre mexicana de cuatro hijos desaparecidos en la frontera centroamericana, nos cuenta que es parte de la Red de Enlaces Nacionales que agrupa a cientos de colectivos de familias de personas desaparecidas que se organizan para buscarlas. También participa Zahara Barati, de Afganistán y hermana de Sajad Barati, que murió en el naufragio de Cutro en Italia en febrero y relata que «aunque la guardia costera había advertido la embarcación, fallecieron a unos metros de la costa por falta de rescate». Explica cómo ella y otras familias fueron a Italia a buscar a sus familiares ahogados y fueron totalmente abandonadas por las autoridades italianas. Por la tarde, un círculo del silencio se solidariza en el dolor y recuerda a todas las desaparecidas en las fronteras. Durante el transcurso de Caravana y al igual que en años anteriores nos acompaña la «sábana de la memoria», un proyecto donde madres, familiares y activistas van bordando los nombres de cada desaparecida y así vamos «cosiendo la memoria que sobre todo sostienen las mujeres».
Etapa Málaga, la Desbandá y Almería: Exigimos verdad, justicia y reparación para todas las víctimas. Para las de ayer y para las de hoy.
La llegada de Caravana a tierras malagueñas supone recobrar la conexión que ya en últimas ediciones se ha tejido entre los exilios de hoy y de ayer, entre las luchas del pasado y del presente, entre los cadáveres que yacen en el Mediterráneo y los que esconden nuestras cunetas, en un intento por recuperar la memoria histórica y colectiva.
Málaga nos recibe con los brazos abiertos con un desayuno en La Casa Invisible, un centro social y cultural de gestión ciudadana con 16 años de vida, ahora en peligro de desalojo, que apoyamos porque Caravana es parte también del apoyo a las luchas locales que crean comunidades abiertas y activas contra el racismo. En la rueda de prensa nos explican «El racismo institucional se ve en cada proceso burocrático y de gentrificación que nos echa de las casas a la gente vulnerable. Debemos abrir las fronteras para tejer una sociedad menos racista y más abierta». Nos encaminamos a uno de los puntos calientes del gran negocio que suponen las fronteras, la sede de la empresa European Security Fence (ESF), que se anuncia como «la única fabricante de concertinas en Europa con más de 10 tipos de concertinas, de alambre de cuchillas de acero». Allí tiene lugar una concentración y compañeras de Pasaje Seguro nos explican diferentes luchas para evitar levantar una valla e instalar concertinas para evitar la salida de jóvenes migrantes, y la movilización ciudadana ha paralizado el proyecto. Allí gritamos que «las concertinas siegan vidas», mientras la Guardia Civil custodia el paso de camiones hacia la fábrica. Aun así, se logra tirar pintura roja en el suelo de esta empresa que se lucra con la muerte.
Seguimos y en Salobreña, tenemos un encuentro con colectivos locales que trabajan por la memoria de las personas desaparecidas. La compañera Leticia de Carovane Migranti nos cuenta que, siendo testigos de tantísimas muertes en Lampedusa, intentaron asumir la experiencia de las madres buscadoras centroamericanas. La Asociación Pro Derechos Humanos de Andalucía (APDHA) también tiene como eje de trabajo la lucha por los derechos de las personas migrantes e inició hace poco más de un año la campaña «Vidas sin rastro. Por los derechos de las personas fallecidas y desaparecidas en la frontera sur y los de sus familias». Alertan de que el Mediterráneo «es una gran fosa común» y que la falta de identificación conlleva consecuencias emocionales y psicológicas, así como jurídicas y económicas vinculadas a las herencias, el estado civil o las pensiones de orfandad y viudedad. Piden una oficina única de información para familiares de personas fallecidas y desaparecidas que asegure una atención integral. «Exigimos mecanismos que permitan conocer el paradero de las desconocidas e identificar los cuerpos». Elisa Cabrerizo, médico forense de Granada, explica que para poder identificar a los cuerpos trabajan con fotos y objetos que les proporcionan las familias y que llegan a través de entidades, pero el procedimiento no es oficial, y que «la identificación sería posible por varias vías, pero no se acepta, no hay voluntad»; esto impide que se introduzcan los datos en el Centro Nacional de Personas Desaparecidas creado en 2007 por el Ministerio de Interior y como consecuencia muchas personas son enterradas sin identificar. En el cementerio de Motril, que visitamos al día siguiente, unas 40 tumbas tienen placas donde sólo figuran un número y algunos datos de referencia como el sexo y la edad, elaboradas por entidades del municipio que reivindican el derecho a la memoria. En otras localidades, la situación es peor y muchas son incineradas por orden judicial cerrando la posibilidad de una identificación posterior y sin respetar creencia religiosa.
La siguiente acción resulta muy emotiva, es el encuentro con la asociación La Desbandá, que nos recuerda cómo la carretera de Málaga a Almería se transforma en «la carretera de la muerte» en febrero de 1937, cuando más de 200.000 personas se ven obligadas a huir del terror fascista y son «masacradas por agua, tierra y mar»: «Queremos sacar del olvido este genocidio, el primero cometido contra una población civil indefensa sólo porque pensaba diferente», nos explican. Y para pedir responsabilidades por las masacradas en 1937 y por las desaparecidas y asesinadas en la frontera sur hoy en día nos manifestamos el 26 de junio por el paseo marítimo de Salobreña hasta el monolito en recuerdo de las víctimas de La Desbandá pidiendo «verdad, justicia y reparación para todas las víctimas».
Otro momento especial tiene lugar a su paso por Almería, uno de los territorios donde más personas inmigrantes en situación irregular malviven bajo el «mar de plástico» de los invernaderos y las infraviviendas. Nora Elhaimer, marroquí, vive en un asentamiento en Níjar y relata la dureza que supone vivir sin agua, sin suministro eléctrico y en condiciones insalubres. Pero su principal problema es la imposibilidad de acceder a un empadronamiento, requisito indispensable para el proceso de regularización y para acceder a derechos básicos. «La ley permite empadronarte en infraviviendas, pero el Ayuntamiento pone trabas y nos lo impide; nos vemos abocadas a comprar un empadronamiento que puede llegar a costar 1.500 euros». Hamza, de Ghana, nos cuenta cómo empezó «cobrando 3 o 4 euros la hora; te dicen que a los tres años te darán un contrato, pero es mentira. Nos quieren echar de las chabolas, pero sin un contrato no podemos alquilar». La conclusión de Nora es bien clara, «vivimos en un país de derechos sin poder acceder a ellos», y recuerda que «las mujeres sufrimos más que los hombres». Ante esta situación, Caravana hace esta denuncia ante el Ayuntamiento de San Isidro de Níjar con una concentración y un escrito exigiendo el derecho al empadronamiento de las aproximadamente 6.000 personas que malviven en las chabolas de la zona, además de pedir alternativas habitacionales dignas. Ese día, después de un almuerzo organizado por el C.S.A la Resistencia, una marcha llena de música, poesía y acción contra las fronteras organizada por los vecinos y vecinas del popular y luchador barrio de la Chanda. Terminamos ante el monumento a las víctimas almerienses de Mauthausen durante el nazismo, simbolizando con una acción bajo plástico las vidas de explotación y racismo que sufren tantas personas migrantes en esta zona donde el fascismo crece si no lo paramos.
Etapa de Almería a Valencia. Días 29, 30 y 1 de julio.
El 29 nos dirigimos rumbo a Valencia. El paisaje va cambiando, menos plásticos y más naranjos. Llegamos a la capital, y nos dirigimos al primer acto, donde nos recibe Mohamed Mboirick en nombre de los colectivos locales, con la lectura del manifiesto contra la masacre en Melilla, junto con 80 colectivos de la ciudad que se han adherido exigiendo vías seguras, el derecho a migrar dignamente, una investigación independiente y la depuración de responsabilidades. A continuación, el coloquio «Guerra de Fronteras», en torno al mensaje abramos las fronteras a la gente, cerrémoslas a las armas, con Gabriela S., de Desalambre, y con Lucía R., de Por Causa, con Jordi C. del Centre Delás. Seguimos en manifestación hacia el CIE Zapadores en Valencia, nos concentramos donde cada mes y durante 13 años la ciudadanía se concentra con «Campaña por el cierre de los centros de internamiento para extranjeros, y el fin de las deportaciones. Ser emigrante NO es un delito. CIEs NO». En las puertas de Zapadores se encuentra el Monolito en memoria a Marouane Abouobaida, joven migrante que murió el 15 de julio de 2019 como consecuencia de las políticas criminales de los CIE, y donde podemos leer el poema de Fadwa Tuqan «solo quiero morir en mi tierra»: Solo quiero morir en mi tierra/que me entierren en ella/fundirme y desvanecerme en su fertilidad/para resucitar siendo hierba en mi tierra/resucitar siendo flor/que deshoje un niño crecido/en mi país/Solo quiero estar en el seno de mi patria/siendo tierra/hierba/o flor. Gritamos consignas, exigimos el cierre de los CIE y recordamos que ningún ser humano es ilegal, se lee un comunicado, acompañado de canciones y música, y las torres humanas «les Muixerangues» cierran la protesta.
El día 30 una mesa redonda «Made in Spain. Exportem armes, Alcem murs» donde participan diferentes entidades. A continuación nos dirigimos al Cementerio de Paterna y al Terrer, nombre oficial del paredón ubicado a 500 metros del cementerio, lugar elegido por la dictadura franquista para asesinar a 2.238 personas de la Comunitat Valenciana y de otros 60 municipios españoles, entre el 3 de abril de 1939 y el 10 de noviembre de 1956, cuyos cuerpos permanecen todavía en las más de 150 fosas comunes de este cementerio. «Se trataría del segundo lugar del territorio nacional con más ejecuciones, tras el cementerio del Este de Madrid». Allí nos reciben Vicent G., del Ayto. de Paterna, y Daniel G., de la Plataforma de familiares de víctimas del franquismo de las fosas comunes de Paterna y de la Coordinadora de la memoria democrática. Nos explican la importancia de la construcción del «Memorial» y de un centro de interpretación de las víctimas del franquismo, para visibilizar a las víctimas y exigir memoria, justicia, reparación y garantía de no repetición. Seguimos hasta la «Granja de Julia», espacio de resistencia y centro de educación medio ambiental y un modelo participativo del barrio de la Coma. Desde allí al Puerto de Sagunto, una de las principales escalas de la naviera Bahri, concentrándonos contra los «barcos de la muerte», junto con antimilitaristas del MOC de Valencia. Denunciamos el comercio de armas y a la banca armada que financia la militarización y la guerra de fronteras en el Mediterráneo. El 1 de julio llegamos al puerto de Borriana donde nos reciben activistas y tripulantes de la flota de barcos de rescate civil humanitario que operan en el Mediterráneo y que reciben ayuda y soporte de personas en tierra como el «Suport de L´Aurora», una entidad con numeroso voluntariado en los puertos de Borriana, Vinaròs y Benicarló. Su objetivo principal es la consolidación de los Puertos Solidarios y servir de herramienta operativa a las diversas ONG que salvan vidas, canalizando la solidaridad y los recursos de la población, con la consigna «luchar en tierra para salvar vidas en el mar». Nos cuentan cómo se organizan para atender las necesidades de los barcos de rescate que actúan en la zona SAR, tan distintos de los barcos de la muerte que operan en el puerto de Sagunto; también hablan miembros de tripulaciones de rescate, y nos cuentan las dificultades cada vez mayores para ejercer su labor humanitaria debido a las necropolíticas migratorias europeas y a la criminalización de la solidaridad. En una gran pancarta se lee «Construyamos puentes no muros/ Libre circulación para todas». Vemos la exposición de fotos y láminas de L’Aurora – Grup de Suport en tierra, por SAR, Solidaridad al rescate, Artistas al rescate y Artistas por L’Aurora. Vamos en manifestación al puerto, donde nos explican cómo operan varios barcos de rescate y algunas visitamos la «Louise Michel», una nave feminista de ayuda al rescate que incide en la autogestión del proyecto. El punto más emotivo es la inauguración en el puerto, en presencia de su familia, de un mural en homenaje «a Eulalia Torrent», amiga y caravanera, fallecida hace poco.
Poco a poco se va acercando la hora de partir: abrazos, despedidas rápidas y sentidas, cansancio compensado con nueva energía y con la alegría de saber que tanta gente pequeña en tantos lugares pequeños vamos tejiendo una red solidaria capaz de cambiar poco a poco el mundo. Porque llevamos un mundo nuevo en nuestros corazones donde ningún ser humano es ilegal.
Compañeras Cegeteras Caravaneras
Fuente: Rojo y Negro