La indignación es un sentimiento, una emoción. Las letras de Stéphane Hessel llaman a un cambio en las personas jóvenes centrado en la forma de vivir el presente, a mirar la realidad desde una posición crítica pero fundamentalmente ética.
Es una llamada a compartir sensaciones.
Es una llamada a compartir sensaciones. Los
motivos para que las diversas juventudes (debemos hacer un esfuerzo por
no reducir la edad en categoría) se indignen son más que evidentes; el
paro juvenil alcanza al 40%, los recortes en las políticas sociales les
afecta de forma directa, la distancia entre la democracia representativa
y las personas a quienes representa son cada vez mayores: la sensación
de que las decisiones importantes para la vida se toman en organismos
supranacionales sin control ciudadano, la posibilidad de acceso a una
vivienda son cercenadas con el argumento de la estabilidad financiera,
la precariedad es ya parte de las condiciones generales de la vida y
además se pone en riesgo nuestra existencia a medida que se arrasan los
recursos naturales. Son motivos más que suficientes. La sensación de que
son los mercados (sin control) quienes marcan la agenda política son
evidentes. La falta de respuestas desde la política tradicional también.
Comentarios comunes: por algún lado estallará esto, no me explico cómo
la gente no se mueve.
En los países centrales, asistimos a una
generación que, probablemente, sea la primera en la historia que vivirá
en peores condiciones que su antecesora, con la contradicción profunda
de encontrarse en una situación de formación y competencias muy por
encima de las posibilidades que les ofrece el mercado laboral. Ahí
encontramos una de las ideas fuerza de la explosión de indignación
colectiva; la idea de mercado es incompatible con el bienestar de las
personas, la cuenta de resultados está por encima de cualquier cosa. No
debemos olvidar que parte de la población juvenil en los barrios y
localidades de nuestro entorno, ha venido soportando las medidas de
ajuste y pérdida de derechos de forma cada vez más escandalosa. Son
quienes han formado parte de las cifras de fracaso escolar, de embarazos
no deseados, protagonistas principales de las botellonas y los centros
de menores infractores. Un sector de la juventud que ha supuesto el
exponente más evidente del fracaso del modelo. El dinero por encima de
la persona y el consumo como nueva religión postmoderna. Esta parte de
la juventud está y ha estado profundamente indignada; con sus padres y
madres, con el profesorado, con quienes no visten o escuchan la misma
música que ellas, con la policía que les para a diario. Y es que venimos
de una etapa en donde el individuo, no la persona, es el centro, el
individualismo egoísta ha sido la forma en la que el modelo neoliberal
ha intentado convertirnos en clientes antes que ciudadanía. La
indignación era y es cotidiana, porque en países empobrecidos, las
personas jóvenes vienen sufriendo la violencia, la falta de libertad y
el hambre generadas por la globalización financiera antes de cualquier
convocatoria por internet.
En nuestro contexto europeo, desde mi experiencia en el trabajo de
educación para la participación con personas jóvenes existe una
constante; a medida que las personas se sienten más escuchadas y menos
enjuiciadas, los niveles de satisfacción, motivación y relación con las
demás aumentan de forma considerable. Este es un elemento sustancial de
nuestra realidad. La indignación que produce ser y sentirse como nada se
muestran en un momento de agotamiento del modelo político y económico.
Cuando eres nadie buscas ser algo y esa búsqueda se inicia desde la
indignación, desde la necesidad de expresar un sentimiento de
frustración personal que alcanza la cota de fenómeno al hacerse
colectivo. Cuando aparece la calle como espacio para la expresión del
malestar se empieza a articular el sujeto de cambio. El malestar se
comparte y genera un nosotros y nosotras hasta entonces inexistente.
Ningún libro de autoayuda o itinerario personalizado de inserción puede
dar respuestas a una percepción de fracaso que trasciende lo individual.
El movimiento 15M es la consecuencia de una convocatoria, una
decisión espontánea de ocupación del espacio público y de la
construcción de un deseo.
Son personas de cualquier edad las que lo forman aunque, desde su
inicio, existen elementos planteados por las personas más jóvenes, que
definen con claridad la construcción del discurso colectivo.Sin “V de
Vivienda”, sin el “No a Bolonia”, sin la reacción a la Ley Sinde y otras
experiencias no hubiera existido 15M. El primer elemento clave son las
redes y las TIC. La indignación se ha vehiculado en internet, los
discursos, manifiestos y convocatorias, son fruto de muchas personas que
han ido contagiando a otras en un proceso reticular de comunicación sin
centro definido pero con objetivos claros, con intención de convertirse
en mayoría social. Es la generación que ha crecido alfabetizándose de
manera digital, la que irrumpe con formas de hacer que nos han
sorprendido al mundo adulto, acostumbrado a construir la realidad en las
primeras páginas de los periódicos y en los titulares de los
telediarios. Por tanto, el futuro pasa por la red…y por las redes.
El siguiente aspecto tiene que ver con la manera de establecer
vínculos entre personas diferentes, la gestión de la diversidad, tratar
de construir consensos que sumen a una mayoría, y con prácticas
efectivas de trabajo en red. No es casualidad que uno de los aspectos
que más identifican al estallido de la indignación, esté relacionado con
la horizontalidad, con la idea de que nadie está por encima de nadie,
con la autonomía de cada persona, de cada colectivo, en relación
permanente con el resto, pero sin perder identidades en el quehacer del
movimiento y con capacidad de gestionar gran cantidad de información.
Trabajar en red y en la red.
La espontaneidad es un elemento a tener en cuenta, por cuanto define
la libertad de acción autónoma de personas y grupos que, después del
vínculo emocional de la toma de la calle, de la constatación de un
sujeto plural, un nosotros y nosotras, construye un lenguaje propio
bañado de inmediatez y de sorpresas. Ha sido imposible adelantarse a los
acontecimientos, controlar la energía colectiva llena de actos efímeros
con sentido en sí mismos, situaciones de sorpresa continua y de
ingenuidad -una de los cosas más revolucionarias que existen y que posee
la gente joven en edad y actitud-. Contra todo pronóstico creíamos que
era posible. Ahora podemos decir a boca llena ¡es posible! Ya nada será
como antes. Desde la imperiosa necesidad de reinventar presentes surge
la creatividad, la comunicación abierta, cercana y directa, la
posiblidad de expresarnos, la huida de los discursos, de los mandatos y
de los clichés.
Pero si algo supone un avance de la indignación ha sido el situar la
participación ciudadana y el protagonismo de la gente como eje desde el
cual articular las respuestas y el futuro; las personas toman la calle
para convertirlas en asambleas. La horizontalidad, la escucha, el
respeto, el consenso, la rotatividad, la ausencia de jerarquías, la
creación de estructuras en función a las necesidades y no al contrario,
está suponiendo un entrenamiento, una oportunidad de aprendizaje para la
participación. Las referencias organizativas nos son las del
asociacionismo tradicional, sino la de las experiencias de movimientos
sociales que han apostado por otras formas de construir ciudadanía
activa y responsable. Las formas de vertebración no entienden de
representantes, sino de portavocías que son controladas por el conjunto.
Huir de los personalismos y protagonismos es una constante. Por tanto
¿A qué espera el conjunto del tejido asociativo para renovarse? ¿Por qué
muchas de las personas que articulan estas nuevas formas de
participación no han apostado por las organizaciones existentes? ¿Por
qué muchas de ellas pertenecientes al heterogéneo Tercer Sector han
esperado a terminar su horario laboral/voluntariado para poner en marcha
la #spanishrevolution? Considero que el tejido asociativo se encuentra
en una encrucijada que pasa ineludiblemente por repensar hacia dónde
quiere caminar en estos momentos de crisis del Estado del Bienestar.
Pero las personas seguimos siendo las mismas que el día 14M. Hay
mucho por hacer, mucho que caminar, mucho por cambiar y es el recorrido
colectivo el que puede darnos la oportunidad de reconocer aquello que no
suma al proceso de transformación. Es indispensable en este futuro
inmediato trabajar alrededor de las actitudes y valores que favorecen la
comunicación, el intercambio, la construcción colectiva desde la
escucha, el respeto y la igualdad, teniendo en cuenta que los cambios
profundos son lentos, tienen otros ritmos muy diferentes al de twitter.
Y en todo estos aspectos nos reconocemos. Cuando estamos en una
asamblea y alguien modera, otra persona toma actas, se crean comisiones
de mediación, respeto, extensión en barrios, cuando nos sentamos en
círculo, reconocemos prácticas que venimos desarrollando desde los
espacios de educación no formal, desde las iniciativas de ocio y tiempo
libre basadas en la educación en valores, desde los procesos de
participación juvenil, desde tantas y tantas iniciativas dispersas que
durante años son un referente del aprendizaje para la vida de muchas
personas que hoy protagonizan este movimiento. Hoy nos es más fácil
encontrar sentido a lo que hacemos.
Las personas que trabajamos como monitoras o educadoras siempre hemos
sido necesarias. Desde los distintos territorios, los barrios, las
entidades y los espacios alternativos hemos facilitado la expresión y la
comunicación entre grupos de infancia, entre jóvenes. Hemos cuidado
para enseñar a cuidar desde el círculo como espacio horizontal, desde
los debates, la reflexión y las propuestas de acción, desde la búsqueda
de consenso, las relaciones igualitarias, la toma de decisiones
compartida, la resolución de conflictos sin violencia, desde nuestra
propia actitud y trabajo como modelo de educación para la participación.
Siempre hemos sido necesarias, pero ahora, para la construcción de otro
mundo posible, somos imprescindibles.
Antonio Moreno Mejías
http://participasion.wordpress.com/2011/07/26/imprescindible-para-otro-mundo-posible-de-la-indignacion-juvenil-al-aprendizaje-de-la-participacion/
Versión extendida del artículo del mismo título publicado en la Revista Monitor-Educador, número 145. Mayo-Junio 2011.