Han demolido sus casas, arrasado con sus tierras, robado su patrimonio, extinguido su estirpe, no satisfechos con su tragedia los han convertido en fantasmas que vagan al garete por las calles mascullando su amargura.
El día 7 de junio de 1967 una compañía de paracaidistas hebreos al mando del general Mordejai Gur, tras cruentos combates con las tropas jordanas, conquistaron la ciudad vieja de Jerusalén. Una tragedia descomunal pues cayó el Haram al Sharif, la mezquita de Alaqsa, el Domo de la roca- Qubbat al Sajray (donde según la tradición el profeta Mohamed ascendió a los cielos) además el santuario cristiano del Santo Sepulcro y la joya de la corona: el Muro de las Lamentaciones.
El día 7 de junio de 1967 una compañía de paracaidistas hebreos al mando del general Mordejai Gur, tras cruentos combates con las tropas jordanas, conquistaron la ciudad vieja de Jerusalén. Una tragedia descomunal pues cayó el Haram al Sharif, la mezquita de Alaqsa, el Domo de la roca- Qubbat al Sajray (donde según la tradición el profeta Mohamed ascendió a los cielos) además el santuario cristiano del Santo Sepulcro y la joya de la corona: el Muro de las Lamentaciones.
En la madrugada del 10 de junio de 1967 la IDF (fuerzas armadas sionistas) dieron un plazo de tres horas a los 700 habitantes del barrio Magrebí o Harat al Maghariba que se encontraba en la linde con el Muro de las Lamentaciones (Kotel Maaravi o Al-Burak, el mítico caballo alado de Mohamed) para que lo desalojaran pues iban a demolerlo. La víspera Ben Gurión en persona y tras rezar una plegaria en el muro emocionado dio la orden al Ministro de Defensa israelí Moshe Dayán de despejar por completo la zona para dar acogida a los miles de peregrinos judíos que se esperaban para celebrar la victoria sobre las tropas árabes. No hubo ni una pizca de clemencia y las excavadoras en menos de 24 horas eliminaron por completo 800 años de historia que se remontaba a la época de los Ayubidas y Mamelucos. Se extinguió para siempre ese patrimonio cultural y arquitectónico incalculable representado por la mezquita Al Buraq, la del Sheikh Eid y varias zaouias (mezquitas mausoleos para obtener la baraka del wali o «santo») escuelas coránicas de Al- Afdaliyya, Al Fakhriyya, y el hospicio sufista andalusí de Abu Medyan (complejo religioso perteneciente a la familia Abu Saud a la que pertenecía la madre de Yasser Arafat-él estuvo viviendo allí del año 1933 al 1936) las oficinas del gran Mufti, el hammam o los baños públicos. Este era un barrio en el que residía gente humilde y trabajadora que por su apariencia marginal el alcalde de Jerusalén Teddy Kollek no dudó en calificarlo de «muladar de alimañas».
El barrio Magrebí fue bautizado con ese nombre por la gran cantidad los viajeros, peregrinos y comerciantes de origen marroquí que se afincaron en este desde tiempos de Saladino. Cuentan las crónicas que sus habitantes conservaban sus tradiciones y costumbres; vestimenta propia, los bailes, cantos, las comidas típicas como el tajín, couscous o la sopa harira. Hoy tan sólo queda en pie la puerta del Estiércol o bab el Magharbeh que apenas conserva su estructura original. Sin duda este es el mejor ejemplo de limpieza étnica ejecutado por el sionismo cuyo objetivo es borrar la memoria del pueblo palestino.
El día 12 de Junio de 1967 la nueva plaza del Kotel, Hakotel Hama’aravi, fue invadida por multitudes de judíos que portando banderas con la estrella de David y candelabros entonaban enfervorizados la «hatikva» (himno nacional de Israel). Los rabinos tocaban el «shofar» o cuerno de carnero anunciando el advenimiento de la era mesiánica. 2000 años después de la destrucción del Segundo Templo por los romanos se restauraba el «orden divino» y el pueblo judío regresaba a su «amada patria» tras el largo exilio. Las profecías de la Torá se cumplían al pie de la letra. Solemnemente Jerusalén fue proclamada capital eterna e indivisible de Eretz Israel.
Buena parte de los habitantes del barrio Magrebí fueron evacuados por vía aérea hacia Marruecos desde Amman (Jordania) gracias a la ayuda prestada por el rey Hassan II. Mientras, el resto tuvieron que pedir asilo en el campo de refugiados del Shufat. Un total de 6000 árabes y cristianos corrieron la misma suerte, pues había que a repoblar la ciudad vieja con miles de familias judías procedentes de la diaspora. El barrio judío de Jerusalén desde entonces se ha ido expandiendo hasta alcanzar unas dimensiones deshorbitantes.
La plaza del Muro de las Lamentaciones actualmente tiene una extensión de 20.000 metros cuadrados y cuenta con cuatro chekpoints policiales. Sin excepción todas las personas que deseen ingresar en el mismo deben someterse a un minucioso control pues la amenaza de un atentado o un ataque suicida es algo que no se puede tomar a la lígera. De ahí que los ciudadanos judíos carguen todo tipo de armas en prevención de cualquier incidente.
En el Monte del Templo o Moria se colocó la primera piedra fundacional del mundo, aquí nacieron Adán y Eva y ha sido la morada de los profetas más reverenciados como Moisés, Abraham, Isaac, Jacob, David o Salomón. El muro es el principal santuario de la religión judía y es común que los devotos se acerquen a leer las sagradas escrituras, y a llorar desconsolados dándose cabezazos contra el mismo e introducen sus plegarias en las grietas suplicando la protección de Adonai, la pronta venida del mesías, el retorno de los exiliados y la reconstrucción del templo. En la plaza del Kotel igualmente se desarrollan las ceremonias patrióticas, la toma juramental de los soldados, las fiestas religiosas y hasta los enlaces matrimoniales.
La anciana de la foto se llama Amina, nacida en el barrio Magrebí. Durante generaciones toda su familia vivió allí hasta que fueron expulsados ese fatídico día 10 de junio de 1967. La vieja atemorizada no se atreve a franquear los chekpoints y prefiere escrutar en la lejanía los recuerdos del pasado. Su rostro refleja desolación y tristeza y aunque hallan trascurrido 46 años de la Naksa no se resigna a recobrar lo que le han robado. Claro, ella nació en ese barrio, creció, paso su niñez, su juventud, se casó, formó una familia y tuvo hijos. Ella obedece un llamado atavico que la obliga, cueste lo que cueste, a regresar a la cuna de sus antepasados. Un amor que le trasmitieron sus padres y al que jamás podrá renunciar. Hoy su casa se encuentra sepultada bajo miles de toneladas de piedra y cemento y esa es la peor de las torturas: ver el solar de sus ancestros convertido en el templo mayor del judaísmo. Tal vez todo esto no es más que fruto de nuestra imaginación o quizás hace parte de una pesadilla. Amina es un fantasma que vaga por las calles al garete, un alma errante presa del limbo. Pero aunque manipulen la verdad existen pruebas suficientes para demostrar lo contrario. Todavía sobreviven testigos de este genocidio y contamos con documentos fidedignos que contradicen la versión de los vencedores. Yo intento adivinar sus pensamientos, traducir sus emociones grabadas en esos gestos de amargura e impotencia. Y hasta casi que puedo escuchar como se acelera el latido de su corazón cuando pasan a su lado los soldados sionistas patrullando las estrechas callejuelas. De veras que más vale estar muerto antes que soportar tamañas humillaciones.
Los arqueólogos hebreos continúan con sus pesquisas en el Kotel o Al-Burak, no se cansan de abrir nuevos pasajes subterráneos en busca de indicios que demuestren que ellos son los auténticos propietarios de la tierra prometida. Las excavaciones en el túnel de los Hasmonaitas, iniciadas hace cuarenta años, alcanzan ya varios kilómetros de distancia. Hasta el punto que las autoridades religiosas musulmanas les acusan de poner en peligro el Domo de la Roca, el tercer lugar más sagrado del Islam. Los judíos sostienen que Jerusalén les pertenece por herencia divina, que ellos son los legítimos descendientes de los Cananeos e hijos directos de Abraham, Isaac, Jacob, David y Salomón. Mientras los palestinos no son más que unos intrusos llegados de Creta y las islas del mar Egeo cuyo destino es ser «pasto del olvido» -afirman los historiadores más ortodoxos. La principal misión del estado de Israel es judaizar Jerusalén y allanar el camino a la construcción del Tercer Templo que anunciará la venida del mesías y el fin de los tiempos tal y como está escrito en las profecías.
Carlos de Uraba 2013
Jerusalén
Fuente: Carlos de Uraba 2013