Las cloacas de Cataluña, ¿tierra de acogida?, de Miguel Ángel del Río Morillas i Aleix Purcet Gregori es un artículo publicado en los Cuadernos de Illacrua 28, incluidos en el número 194 del semanario La Directa.

Dicho artículo a su vez forma parte del dossier de la revista Libre Pensamiento nº 68Migraciones, culturas y mestizaje”, junto al siguiente artículo de David Fernández “La xenofobia cotiza al alza”.

Por su interés y actualidad los publicamos ahora online. En descargas tienes las páginas del LP con ambos artículos.

Las
cloacas de Cataluña, ¿tierra de acogida?

Miguel Ángel del Río Morillas i Aleix Purcet
Gregori

Las
cloacas de Cataluña, ¿tierra de acogida?

Miguel Ángel del Río Morillas i Aleix Purcet
Gregori

En
el estado español existen formaciones políticas que se presentan a las
elecciones con un programa abiertamente xenófobo y disimuladamente racista. Se
trata de los herederos de los partidos fascistas que, como es el caso de la
Plataforma por Cataluña, emparentan con las líneas políticas que en Europa han
dibujado el Frente Nacional francés o la Liga Norte en Italia. Mediante una
lectura excluyente de la identidad y un uso esencialista del concepto de
cultura, han logrado colocar en primera línea los discursos nacionalpopulistas
y anti-inmigración que, lejos de circunscribirse a los ámbitos más extremistas,
se extienden por otros espacios políticos –aparentemente más comedidos- y, aún
más grave si cabe, terminan por normalizar la xenofobia mediante una perversa
subversión del lenguaje.

Introducción

Hablar de la Plataforma por
Cataluña (PxC) es hablar de extrema derecha postfascista, de carácter
postindustrial y nacionalpopulista; aun así, sería una error calificarla,
simplemente, como un partido fascista. Nos encontramos ante una nueva extrema
derecha que no reniega de la herencia fascista de los años de entreguerras, a
pesar de que no plantea un regreso a los regímenes de entonces.

La PxC sigue la consigna de uno
del líderes históricos del neofascismo italiano, Giorgo Almirante, del
Movimento Sociale Italiano: “Ni renegar del fascismo ni restaurarlo”. En este
sentido, es esclarecedor el punto 1.3 de la decla­ración
programática de la PxC: “El partido elaborará su doctrina propia teniendo en
cuenta los elementos positi­vos
de las corrientes filosóficas e ideológicos de cualquier signo que hayan jugado
una papel decisivo en la historia de Europa”. Es un ejemplo, la adopción de los
mecanismos de inclusión y exclusión de carácter radical, tan represen­tativos del fascismo clásico.

Identidad y tradición

En el caso de la PxC, los
mecanismos de inclusión y exclusión quedan vehiculados a través de una lectura
excluyente de la identidad, mediante un diferencialismo radical entre las
personas “autóctonas” y las extranjeras. Pero, ¿quién es la persona
“autóctona”? No es aquella que habita y trabaja en Cataluña, ni tan siquiera
aquella que ha nacido en Cataluña. Sólo es autóctona aquella persona que
pertenece culturalmente a la comunidad. Por mucho que haya nacido en Cataluña,
siempre será una perso­na
“inmigrante” –término que es entendido más como gerundio que como sustantivo,
es decir, una persona que está de paso-, siempre estará marcada por una cultura
hereditaria, incompatible con el occidental. La persona inmigrante (y la
extranjera por excelencia es la musul­mana,
yihadista en potencia) es representada como una agente “colonizadora/invasora”
y “pervertidora” de las esencias de la comunidad.

Así, la PxC va más allá del
concepto racial para con­vertirse
en un movimiento defensor de la “tradición” (cristiana) ante “el usurpador
islámico”. El partido niega rotundamente ser racista y se autodenomina
identitario. En nombre de la preservación de la identidad, aspira a la cota
cero de inmigración, puesto que –según sus postu­lados–
las personas inmigrantes y las autóctonas son tan radicalmente diferentes que
la convivencia entre ellas es del todo imposible.

La persona inmigrante es
concebida como un “pará­sito”
del sistema de protección social estatal que abusa de los “privilegios”
otorgados por los políticos, en detri­mento
de la población autóctona. La inmigración verte­bra
todo el diagnóstico del partido sobre los males de la sociedad actual. Las
inmigrantes –argumentan– están poniendo en grave peligro la cohesión social y
desvalijan el estado del bienestar, de forma que hay que reaccionar con un
“chovinismo del estado del bienestar” y la “prefe­rencia
nacional”, es decir, que las prestaciones sociales tienen que ser para la
población autóctona: los de aquí, primero, es un eslogan de todos los
movimientos nacio­nal-populistas.

La persona inmigrante es
estereotipada como agente portadora de la inseguridad ciudadana, puesto que
provo­ca delincuencia,
paro (quita puestos de trabajo a la pobla­ción
autóctona), problemas de vecindad, proliferación de conductas incívicas,
competencia desleal respecto de los comercios autóctonos (debido a supuestas
normas comerciales a favor de las personas inmigrantes) o pérdi­da de calidad del sistema
educativo.

Contra la política tradicional

A la vez, los partidos políticos
son juzgados severamen­te como una clase elitista y corrupta, benefactora de la
población inmigrante (y, por lo tanto, quintacolumnista dentro de la
comunidad). En cambio, se los acusa de no tener ninguna preocupación por “el
humilde trabajador”, que paga sus impuestos “religiosamente”.

Su populismo demagógico se
inviste de ”abogado de los pobres”, de los “de abajo” en lugar de los “de
arriba”, expresando en voz alta aquello que piensa “el pueblo” y que el
discurso oficial –prisionero de lo políticamente correcto– no osa decir.

La PxC postula una relación
directa entre ese “pueblo” y sus representantes, en contraposición a la
democracia parlamentaria y la partitocracia liberal. Esta deslegiti­mación de la política
“tradicional” y de sus partidos –que puede encontrar un terreno abonado en
tiempo de des­afección
política de la ciudadanía y índices récords de abs­tención electoral– es una de la causas de la
organización del “angladismo” (Josep Anglada es el líder de PxC) como
plataforma cívica “monotemática”, en vez de partido.

Sólo en el sentido de este
vínculo “umbilical” entre organización y pueblo, la PxC se declara demócrata.
Res­peta las reglas del
juego del sistema, pero la democracia sólo es concebida como un medio: de
acuerdo con sus principios, las instituciones democráticas sufrirían una
profunda desfiguración, en caso de que la Plataforma por Cataluña llegara al
poder.

La PxC no se diferencia en nada
de sus “hermanos mayores europeos”, que, a raíz de la crisis económica y la
subsiguiente búsqueda de un chivo expiatorio en la población inmigrante, se
encuentran en un momento álgido. Sólo por citar algunos ejemplos, el Front
National francés, la Lega Norte padana, el Vlaams Belang flamenco

o el Jobbik húngaro se encuadran
en estos parámetros ideológicos. Según el historiador Xavier Casals, estos par­tidos “se presentan como
movimientos transversales en el eje derechas/izquierdas” (primer punto de la
declara­ción programática
del partido: “PxC no es de derechas ni de izquierdas, sino un proyecto del
sentido común ciuda­dano”)
y, en el caso particular de la Plataforma, “también al margen del debate sobre
el ensamblaje Cataluña/ Espa­ña”,
puesto que, “más que la nación territorial, defienden cerrar filas alrededor de
un sistema de valores y una civi­lización
frente a la invasión del islam”.

El discurso nacionalpopulista es
capaz de sobrepasar los límites de la ultraderecha tradicional. Anglada ha afir­mado:

“Yo no soy de ultraderecha (…). Sólo soy un demó­crata (…). No somos ni de
derechas ni de izquierdas, pero cubrimos un vacío en un tema sobre el cual el
resto de partidos ha evitado pronunciarse”.

Que Josep Anglada y la plana mayor
del partido (Armengol, Pericàs, etc.) sean ultraderechistas camuflados y que su
reciente conversión democrática sea poco menos que milagrosa es, de hecho, lo
menos importante. Lo auténticamente preocupante es la manera como la PxC está
siendo capaz de instalar, en el debate político, un discurso anti-inmigración
por la defensa de una comunidad amenazada –tanto en sus valores como en su
viabilidad económica, al cual se mues­tra receptivo un sector de población que
no tiene ningún antecedente político ultraderechista: el 64% de la pobla­ción
catalana está en contra del empadronamiento de las personas inmigrantes
ilegales y el 24,1% se planteaba votar un partido con un discurso de rechazo a
la inmi­gración (encuesta publicada al Periódico el abril de 2010).

Desenmascarar sus líderes, a
pesar de que pueda servir para desprestigiar la organización, es bastante fútil
a la hora de combatir un fenómeno social como la lepeniza­ción de los espíritus.

Un terreno abonado para el
nacionalpopulismo

Difícilmente podríamos entender
el fenómeno nacio­nalpopulista
sin tener en cuenta las transformaciones estructurales de larga duración que
han experimentado nuestras sociedades contemporáneas. Para entender la emergencia
del voto nacionalpopulista, de protesta en sectores que no se sitúan dentro del
universo ideológico de la extrema derecha, hay que tener en cuenta varios
factores. Por ejemplo, las ansiedades de las clases medias ante la eventualidad
de la pérdida de estatus y la preca­rización
de las condiciones laborales de la clase obrera (a consecuencia de la crisis
del sistema fordista de produc­ción
y la deslocalización industrial, que, con la carencia de referentes ideológicos
después del colapso de la URSS, habría fomentado la desmovilización de este
sector y habría acentuado su sentimiento identitario superior a las fidelidades
de clase). También hay que tener en cuenta la dinámica de pérdida de
credibilidad para resolver los problemas “cotidianos” en que está insertado el
sistema parlamentario liberal.

La nueva sociedad postindustrial
y la globalización han desvelado nuevas preocupaciones en la ciudadanía, como
la inquietud ante el fenómeno de la inmigración, la inse­guridad ciudadana (tanto en el sistema de
valores, de tra­bajo o de
protección social), la pérdida de soberanía ante organismos supranacionales y
el chasco ante la política tradicional. En este contexto, el nacionalpopulismo
pro­porciona respuestas
nuevas a las preocupaciones ciuda­danas.
Es el que el politólogo P. Ignazi ha teorizado como consensos diversificados,
basados en ofrecer respuestas en temas de valores e identitarios mucho más que
en intereses definidos.

La emergencia de los partidos
nacionalpopulistas, por lo tanto, está precedida por un caldo de cultivo, de
forma que estos no son meros accidentes del sistema que surjan espontáneamente
y por casualidad. Siempre han estado ahí y la diferencia entre su éxito y su
fracaso radica en haber sabido ser congruentes con la actualidad y ofre­cer respuestas a sus
problemáticas. Por el contrario, el fracaso de la extrema derecha española se
explica por su anacronismo: un ejemplo, el partido donde se inició
políticamente Anglada, Fuerza Nueva. Previamente a la eclosión electoral de los
partidos *nacionalpopulistas, ya había tenido lugar su sedimentación social, en
un proceso que ha sido categorizado por el politólogo P. A. Taguieff como la
lepenización de los espíritus.

Normalizar la xenofobia

Durante los últimos años, el
discurso anti-inmigración ha ido abandonando el espacio del prejuicio privado y
se ha ido normalizando públicamente. No han ayudado nada a parar este fenómeno
afirmaciones catastrofistas como las de Heribert Barrera (“Si continúan los
flujos migratorios actuales, Cataluña desaparecerá”) o Marta Ferrussola (“De
aquí a diez años, quizás las iglesias románicas no servirán, servirán las
mezquitas”). Incluso Artur Mas se ha sumado a este carro, justificando a
Ferrusola con el argumento que “hizo una reflexión en voz alta, (…) reflexiones
que segu­ramente
comparten miles de personas en Cataluña”.

A estas declaraciones
irresponsables, se tienen que sumar varios brotes xenófobos, que desmienten el
tópi­co que tanto
Cataluña como España no son racistas, que los racistas son los otros. Son
ejemplos, los casos de Can Anglada (Terrassa) el 1999, los actos de Premià de
Mar contra la construcción de una mezquita el 2002 y, última­mente, los de Salt. Más
recientemente, han contribuido a la normalización del discurso xenófobo hechos
como la polémica sobre el padrón en Vic (el municipio donde la PxC tenía más
representación institucional), que emergió cuando el alcalde de Unió
Ddemocràtica propuso negar el empadronamiento a las personas con estatus ilegal
(que, de este modo, no podrían disfrutar de los servicios asis­tenciales básicos).

El debate sobre el burka, un
tanto artificioso teniendo en cuenta el número insignificante de musulmanas que
lo visten, y que ya ha sido prohibido en algunos ayuntamien­tos con regidores de la PxC
como El Vendrell, o la adopción de un discurso de control estricto de la
inmigración por parte de los partidos de derechas también han contribui­do a esta normalización de la
xenofobia.

En cuanto al discurso del control
de la inmigración de los partidos de derechas, hay que destacar el lema con que
Duran i Lleida se presentó a las elecciones generales de 2008: “Los inmigrantes
no vienen por ganas, sino por hambre. Pero en Cataluña no cabe todo el mundo”.
Y tam­bién la embestida
directamente xenófoba de Xavier Gar­cía
Albiol en Badalona, que después del escándalo de los panfletos vejatorios
contra la población rumana, todavía conservó su cargo y, en las recientes
elecciones munici­pales,
consiguió ser el más votado.

El hecho que la PxC condicione la
agenda del resto de partidos en una cuestión, la de la inmigración, sobre la
cual a menudo estos han preferido mirar hacia otro lado –también las
izquierdas, más allá de que hagan discursos vacíos sobre la multiculturalidad–
ya es un triunfo por el partido de Anglada, que puede aprovechar la gestión
polí­tica vacilante del
hecho migratorio para sacar un rendi­miento
electoral en próximas elecciones.

¿Qué es el racismo
diferencialista?

La extrema derecha
nacional-populista ya no es racista en el sentido biológico del término. Lo es
en el aspecto cultural. Anglada no tiene ninguna duda que el islam es muy
inferior a la civilización occidental. Pero su racismo es mucho más rústico que
el de otros movimientos nacio­nal-populistas,
que han tendido a refinar su discurso. El diferencialismo, teorizado por la
Noveau Droit francesa, proclama que toda cultura es respetable, que no exis­ten culturas superiores ni
inferiores y que la diversidad es positiva, siempre y cuando las culturas no se
mezclen, puesto que la mezcla ocasiona, de cuando en cuando, con­flictos de convivencia entre
comunidades. Es decir: cada cual en su casa.

Este discurso es especialmente
perverso porque efec­túa una retorsión del discurso clásico del antirracismo y
se otorga una aureola de humanismo y tolerancia res­pecto de la diversidad.
Para profundizar más en este con­cepto, resulta útil la obra de Étienne Balibar
y Inmanuel Wallerstein, “Raza, Nación y Clase”.

anitfascismo y antiracismo

__________

La xenofobia cotiza al alza en
las municipales

David Fenández

La
estrategia lepenista de la Plataforma per Catalunya consigue 67 concejales en
Catalunya en 41 municipios, el mayor éxito municipal de la extrema derecha en
décadas.

No por previsible, tras 75.134
votos resultados regis­trados
en las pasadas elecciones autonómicas del pasa­do
28 de noviembre, deja de ser alarmante. Al auge de la derecha española en el
Estado y el monopolio de la dere­cha
convergente en Catalunya que ha caracterizado el 22M, cabe añadir la irrupción
en los municipios catalanes de la extrema derecha xenófoba. Hasta 67 concejales
ha obtenido la racista Plataforma per Catalunya, tras una apuesta lepenista
bajo el lema ‘Primero los de casa’ que ha hecho mella en el cinturón
metropolitano barcelonés y en buena parte de las principales capitales de
comarca.

De 17 concejales y 12.447 votos
conseguidos en 2007, el discurso islamófobo, centrado en discursos de odio
contra la inmigración árabe, ha pasado a 65.905 votos y 67 con­cejales. Del 0,43% del voto
total registrado hace 4 años a quintuplicar el resultado hasta el 2,30%
registrado el domingo, 0,43%. Y teniendo en cuenta que PxC presenta­ba candidaturas en 110 de los
944 municipios catalanes. Con los resultados definitivos, la plataforma
xenófoba se convierte en la sexta fuerza política municipal en número de votos
y la octava en número de concejales.

Àrea metropolitana y voto
obrero

Especial incidencia registra PxC
en el área metropolita­na
barcelonesa –el antaño ‘cinturón rojo’– y en las capita­les de comarca. El partido liderado por Anglada
consigue 47 actas de concejal en 21 municipios en la provincia de Barce­lona, 9 en Tarragona en cinco
localidades, 7 en Girona en 4 municipios y 4 en Lleida en 4 municipios también.

Irrumpe en la segunda ciudad
catalana, L’Hospitalet de Llobregat, con tres concejales, 6.013 votos y un
7,31% del total de voto emitido, recogido principalmente en los barrios con
mayores índices de persones migrantes. Las comarcas del Barcelones y el Baix
Llobregat son su mayor caladero. En Sant Boi de Llobregat consigues tres con­cejales y en Santa Coloma de
Gramanet, con 3.494 votos, obtiene dos concejales y alcanza un 9,07%.

La explotación demagógica y
populista de tensiones de convivencia en barrios deprimidos y con un tejido
social más débil, le permiten además hacerse en Salt (Girona) con tres ediles.
El mismo resultado que obtiene en Mata­ró, donde pasa de los 135 votos
registrados en 2007 a 4.684 sufragios: un 10,48% del voto que la sitúa como
cuarta fuerza política.

Otras ciudades medias donde
Plataforma per Catalun­ya
ha conseguido representación institucional Igualada (5,80%, 1 concejal), Olot
(7,64%, 2 concejales), Ripoll (5,83%, 1 concejal), Tárrega (6,15%, 1 concejal),
Amposta (6,51%, 1 concejal) o Mollerusa (6,58%, 1 concejal). Bar­celona, con todo, le da la
espalda claramente. PxC no es decisiva en ningún consistorio, pero forzará
pactos de gobierno múltiples en numerosos municipios y es tercera fuerza en El
Vendrell, Manlleu y Salt. CiU, la fuerza que ha arrasado en las municipales, ha
anunciado oficialmente que sólo excluye pactos postelectorales con PxC.

Segunda fuerza en Vic

Pero sin duda, donde obtiene su
mayor éxito político y tangible –aunque menor del esperado- es en el labora­torio sociopolítico de Vic,
ciudad natal de Josep Anglada donde arrancó en 2001 su singladura política
racista. Superando al PSC de nuevo en 10 puntos, la candidatura encabezada por
Anglada vuelve a situarse como segun­da
fuerza política, obtiene el 20% (2.993 votos, 2.000 menos que CiU) y vence la
estrategia del alcalde conver­gente
Vila de Abadal que protagonizó la polémica sobre la prohibición de
empadronamiento de las persones inmi­grantes.
Aquella estrategia de CiU pretendía asumir parte del discurso xenófobo con
fines electorales para reducir la presencia de Anglada en el Ayuntamiento de
Vic.

Cabe destacar también que allí
dónde PxC ya estaba presente en 2007, los resultados se han mantenido o
mejorado, como es el caso del municipio de Manlleu (veci­na de Vic) donde sube hasta obtener 3 concejales
o el caso de El Vendrell (Tarragona), donde pasa de 4 a 5 represen­tantes. Y cabe añadir que ha
estado a punto de obtener concejales en el resto de municipios donde presentaba
candidaturas, como el caso de Cornellà o Esplugues de Llobregat. Sin
menospreciar que allí dónde PSC, CiU o PP han implementado campaña con
discursos de dureza con­tra
la migración, es donde PxC ha obtenido peores resul­tados. El caso más paradigmático es el del
candidato del Partido Popular en Badalona, García Albiol, que ha ganado con
mayoría relativa las elecciones.

En el mismo contexto de las
candidaturas ultras, la reciente escisión de PxC liderado por el exsecretario
general Pablo Barranco ha obtenido, en a penas 3 meses de existencia, su única
acta de concejal en Sant Just Desvern (Barcelona), con 6. Esta candidatura
tiene el apoyo directo de España y Libertad y ha firmado acuerdos con la
formación ultra Die Freiheit. El MSR obtiene un 3,79% en Roses (Girona) pero no
consigue concejal. La otra escisión minoritaria de PxC, PxCat consigue unos
mínimos resultados y solo revalida un concejal en su feudo, Cervera, con 290
votos y un 7,93%


Fuente: Miguel Ángel del Río Morillas i Aleix Purcet Gregori / David Fernández