Henriette Walter es conocida por sus investigaciones sobre el origen, historia y geografía de las lenguas ; profesora de lingüística en la universidad de Haute-Bretagne (Rennes, Francia), opina que «la lengua es una manera de ver el mundo». Esta frase debería suscitar interrogantes y una reflexión, ya que una lengua dominante impone una manera única de ver el mundo, mientras que dos lenguas desaparecen cada mes y otras reivindican el derecho de existir.
Lenguas dominantes, lenguas dominadas
La jerarquía de las lenguas que se está estableciendo limitará el derecho de expresión para la mayor parte de la población mundial. En la cima de esa jerarquía hay un grupo de países, asociados a la red de espionaje «Echelon», para los que la enseñanza de lenguas extranjeras no constituye preocupación. Su lengua se ha hecho tan poderosa que pocos son los que se plantean cuestiones al respecto. Todo está preparado para precipitar este callejón sin salida, de manera que desemboque en una situación de hechos consumados, irreversibles. Corremos el riesgo de que el precepto «nadie debe ignorar la ley» sea completado por el de «nadie debe ignorar el inglés».
Tras un congreso de la Asociación Mundial Anacional (S.A.T.) en Toronto en 1973, un sindicalista norteamericano me dijo que quien impone su lengua impone la música con la que deben gesticular las marionetas.
Para quienes no lo hayan entendido todavía, esta «manera de ver el mundo» fue explicada por David Rothkopf, director general de la consultora Kissinger Associates :
«Resulta de sumo interés económico y político para Estados Unidos que, si el mundo adopta una lengua común, sea el inglés ; que si se orienta hacia normas comunes en materia de telecomunicaciones, de seguridad y de calidad, estas sean americanas ; que si sus diferentes partes son conectadas por la televisión, la radio y la música, los programas sean americanos ; y que si se establecen valores comunes, que sean los valores en los que los americanos se reconocen».
En mayo de 2000, Ignacio Ramonet escribía :
«se domina mejor cuando el dominado permanece inconsciente. Los colonizados y sus opresores saben que la relación de dominación no se funda en la supremacía de la fuerza únicamente. Pasado el tiempo de la conquista, llega la hora del control de los espíritus. Por ello, a la larga, para todo imperio que quiera ser duradero es fundamental domesticar las almas».
Los soviéticos, expertos en lavado de cerebro, no han alcanzado jamás una eficacia similar en los medios de propaganda : lo que se esconde tras el dibujo de Mickey está lejos de ser risueño, simpático y, sobre todo, humano.
Los negocios y las estrategias yanquis que mueven los resortes del poder saben muy bien que las fluctuaciones económicas, las fugas de cerebros, la gestión y el control de los negocios del mundo (¡Echelon !) pasan mejor, para su beneficio, por una lengua que les dispense de aprender otras : la suya. Han comprendido que en ellos repercutirán las ventajas cuando, en el mundo, el noventa y dos por ciento de la población no anglófona aprenda una lengua que le resulte extranjera, apartándole de la investigación y de la creación una parte importante de su tiempo, de su dinero, de sus esfuerzos.
En 1997, Claude Allègre dijo que el inglés no debia ser considerado como una lengua extranjera en Francia. Dos años después, la Comisión de Asuntos Exteriores indicó que no había comprendido el proceso que había contribuido a acelerar y reforzar :
«Los motivos de inquietud y de angustia no faltan cuando sobre el futuro y la difusión de nuestra cultura, Claude Allègre y Pierre Moscovici definen a los Estados Unidos como una extraordinaria máquina de invasión intelectual».
Se ha olvidado que la lengua del Gran Hermano y de la Organización Mundial del Comercio es una bella lengua extranjera en la que no están cómodos más que los nativos y una franja de privilegiados en los demás países.
La cacofonía del Viejo Continente
El bonito principio de igualdad de las lenguas sobre el que el Mercado Común, convertido en la Unión Europea, ha construido su sistema de comunicación lingüística está a punto de romperse en mil pedazos. Va a predominar la ley del más fuerte. Con seis lenguas oficiales apenas había problemas. Con once para quince Estados miembros la cosa se hace problemática e inquietante : incomodidad, pérdidas de tiempo, gastos presupuestarios considerables en lo relativo a la cuestión lingüística… La admisión de nuevos países hará difícil de manejar el sistema.
Incluso con una sola lengua, no es fácil entenderse para construir cualquier cosa un poco compleja. Está cada vez más clara la necesidad de limitar las lenguas a tres o cuatro, lo que llevará a la mayoría de los Estados miembros a esforzarse, sin reciprocidad, en el empleo de las lenguas de los «grandes». En esta jeraquía, los que están arriba están dispensados de aprender la lengua de los demás. En la parte inferior de la pirámide, el que pretenda salvaguardar o fortalecer su lengua regional no dispondrá apenas de tiempo ni de medios.
¿A quién beneficia esta situación ? ¿Quién tiene interés en mantener esta mistificación, estos tabúes, para que la «babelización» no desaparezca jamás ?
A esto es a lo que nos han conducido quienes han rechazado el esperanto sin siquiera informarse el informe. Lo que nuestros estrategas no se imaginaron lo ha captado enseguida François Cavanna : «¿No queréis el esperanto ? Tendréis el ingles. ¡Buen provecho !
La necesidad de una lengua universal
Jean-Claude Buhrer, periodista enviado especial en Seattle, observó una «oposición interna» en el seno de la O.M.C. :
«Oficialmente se hablan tres lenguas y, para participar, es necesario tener una de ellas como lengua materna que permita la comunicación fácil entre unos y otros. En la práctica es diferente : el inglés es más igual que los demás. En Ginebra, sede de la organización y ciudad francófona, los retrasos de una semana, e incluso de un mes, son frecuentes en las traducciones al francés de los documentos de trabajo y en los comunicados de prensa. En ninguna otra organización internacional suiza se ha impuesto tanto el inglés».
Incluso si los problemas de la O.M.C. pueden divertirnos más que afligirnos, no es menos cierto que esta organización dispone de medios considerables en lo relativo a acceso a una comunicación de calidad, sin barreras lingüísticas, para oponerse a la globalización salvaje.
El propio presidente francés Jospin ha reconocido, en un viaje a Hong Kong en 1998, la necesidad de una lengua universal, si bien ha lanzado invectivas contra el esperanto a la vez que deploraba de manera fatalista y resignada el lugar ocupado por la lengua inglesa.
La lengua sin amo
En el debate sobre las lenguas regionales, no hay duda de que una lengua «federal» se hará cada vez más necesaria a medida que aumente su volumen. En esto, el movimiento para el esperanto tiene una vocación conciliadora que fue así definida en una declaración adoptada en 1905 :
«El esperantismo es el esfuerzo por difundir en el mundo entero la utilización de una lengua humana neutra que, sin inmiscuirse en los asuntos internos de los pueblos y sin ninguna intención de eliminar las lenguas nacionales existentes, dé a los habitantes de las diferentes naciones la posibilidad de comprenderse ; que pueda servir de lengua de conciliación en el seno de las instituciones de los países donde haya diferentes nacionalidades en conflicto lingüístico ; y en la que podrían ser publicadas las obras que tienen interés para todos los pueblos. Cualquier otra idea o aspiración que algún esperantista identifique con el esperantismo es asunto puramente personal, del que el esperantismo no se hace responsable».
Por principio, el esperanto tiende antes que nada a unir para la construcción de una sociedad humana que abarque a todo el planeta. «Nuestra verdadera nacionalidad es el género humano» podría ser el lema. Esto requiere una profunda reflexión tanto por los peligros que resultan de una lengua dominante como por las reivindicaciones particularistas expuestas con el riesgo de derivaciones nacionalistas. Una superpotencia tendría muchas posibilidades de lanzar unas contra otras a las naciones pequeñas que no quisieran entrar en su fraudulento juego, o a fomentar guerras internas en el seno de cada una de ellas, como se hace para conseguir que unas tribus luchen contra otras.
Los locutores del esperanto no utilizan para hablar «la voz de su amo».
Henri Masson : « Esperanto : una manera de ver el mundo », Tierra y Libertad 2001(151)
http://www.nodo50.org/tierraylibertad/151.html#articulo5
Fuente: Original : Tierra y Libertad