Resumen de la tragedia en los campos valencianos y de la crisis de precios en los alimentos (1ª parte)
El presente artículo no pretende ser un riguroso estudio científico sobre la causa de la crisis agrícola. Ni es el objetivo, ni su autor está capacitado para hacer semejante tarea faraónica. Se pretende únicamente dar una serie de datos que concitarán una serie de conclusiones personales. Para ello, se analiza someramente la crisis de la citricultura valenciana (España), que puede servir como muestra de otras crisis en otros lugares. El autor proviene de una familia fuertemente enraizada en la citricultura valenciana desde hace varias generaciones y durante los últimos años trabajó en un comercio de exportación de naranjas, lo que le permitió conocer y palpar la crisis y la zozobra en primera persona. Además ha vivido tres años en Centroamérica, lo que le ha permitido conocer en mayor o menos grado la crisis agrícola en dicho continente.
Resumen de la tragedia en los campos valencianos y de la crisis de precios en los alimentos (1ª parte)

El presente artículo no pretende ser un riguroso estudio científico sobre la causa de la crisis
agrícola. Ni es el objetivo, ni su autor está capacitado para hacer semejante tarea faraónica. Se
pretende únicamente dar una serie de datos que concitarán una serie de conclusiones personales.
Para ello, se analiza someramente la crisis de la citricultura valenciana (España), que puede
servir como muestra de otras crisis en otros lugares. El autor proviene de una familia
fuertemente enraizada en la citricultura valenciana desde hace varias generaciones y durante los
últimos años trabajó en un comercio de exportación de naranjas, lo que le permitió conocer y
palpar la crisis y la zozobra en primera persona. Además ha vivido tres años en Centroamérica,
lo que le ha permitido conocer en mayor o menos grado la crisis agrícola en dicho continente.

Justo cuando se estaba redactando este escrito se produjo la triste noticia del fallecimiento de
Joan Brusca (secretario de la Unió de Llauradors i Ramaders). Sirva este artículo de homenaje
y de recuerdo para este gran defensor del campo valenciano.

Las buenas épocas.

La naranja era fuente de riqueza que determinó la historia, progreso e idiosincrasia del País
Valenciano. Fue motor durante aquellos años, no sólo de la economía valenciana, sino también
de la española. Vicente Caballer, Catedrático de la Universidad Politécnica de Valencia, afirma
al respecto que : “Los españoles tienen una deuda histórica con los valencianos debido a que la
producción, comercialización y exportación de naranjas y mandarinas puede ser considerada
como la principal actividad económica de España a lo largo de todo el siglo XX si tenemos en
cuenta la aportación al PIB, a la Balanza de Pagos y su carácter social…”. Según el mismo
autor, las exportaciones de naranja suponían el 20% del total en España en el año 1930 y el 16%
en 1962, época en la cual irrumpe el turismo y se moderniza la industria. En el año 2002, todas
las exportaciones del País Valenciano supusieron el 12% del total de la nación.

De la misma manera, todas las labores asociadas al campo proporcionaron trabajo a infinidad de
personas ocasionando grandes flujos migratorios hacia tierras valencianas. La naranja marcó
también las tradiciones, el paisaje, la lengua y la cultura propia, condicionando festividades,
aleccionando una serie de costumbres autóctonas, etc. Sin rubor se puede afirmar que la naranja
generaba trabajo y futuro, y lo que es más importante, dicha riqueza se distribuía entre mucha
gente por cuanto las explotaciones eran minifundios en manos de miles de pequeños
agricultores. Los trabajos asociados al campo repartieron el patrimonio a mucha más gente.

La hecatombe.

La otrora brillante y espectacular agricultura valenciana no es ni sombra de lo que era. Las
condiciones comerciales que sufren los agricultores (productores), son inaceptables en cualquier
país desarrollado y democrático. Subrayar que la crisis la sufren los productores, porque el resto
de cadena productiva, especialmente los distribuidores, gozan de excelente salud económica.
Valgan algunas cifras y datos para entender la dimensión de la tragedia :

  •  En muchos casos, el agricultor no vende las naranjas con un precio prefijado al operador
    (comercio privado o cooperativa. Denominados también comerciantes. Compran las naranjas al
    agricultor, las confeccionan, las envasan y las venden a un distribuidor, mercado de abastos,
    centro comercial, supermercado, etc.). Existe un contrato de compra-venta, pero no siempre se
    usa. El agricultor entrega los cítricos y al final de temporada recibe una cantidad de dinero del
    operador. Expoliar la renta del agricultor bajo esta modalidad se denomina “Compra a resultas”
    o “Comercializar”.

  •  En la campaña 2005-2006 el agricultor percibió el 68% menos respecto a 1997, según la Unió
    de Llauradors i Ramaders -asociación englobada dentro de la nacional Coordinadora de
    Organizaciones de Agricultores y Ganaderos (COAG). Para la Federación Provincial de
    Agricultores y Ganaderos de Castellón (FEPAC) -enmarcada en la Asociación Agraria Jóvenes
    Agricultores (ASAJA)- los precios de dicha temporada fueron inferiores a los de hace 20 años.
    El agricultor ha sufrido un aumento en los bienes de consumo que necesita para vivir, sobre
    todo en la vivienda, mientras el valor de sus cítricos ha bajado vertiginosamente.

  •  En la misma temporada y con datos de la Unió de Llauradors i Ramaders, los costes de
    producción aumentaron casi un 12% respecto a la media de los últimos cinco años. Un estudio
    de la Universidad Politécnica de Valencia, publicado en diciembre de 2006, establecía en 0,19
    euros/ kilo el valor de los costos de producción. En esa misma época y según la FEPAC, la
    Conselleria de Agricultura había fijado el precio de dicha variedad en 0,19 euros/kilo en el
    campo, aunque realmente algunos operadores estaban pagando cantidades que oscilaban entre
    los 0,12 y 0,18 euros/kilo. Estos datos muestran como los precios recibidos no cubrían ni los
    costes de producción. El Comité de Gestión de Cítricos, la Federación de Cooperativas
    Agrícolas y CITRUSAT, precisaron que el precio justo a pagar al agricultor sería de 0,55
    euros/kilo. La realidad era más testaruda pues se pagaba una tercera parte de dicho precio justo.

  •  Según el Censo Agrario, el campo valenciano perdió casi el 50% de los titulares de
    explotaciones entre 1989 y 2003. En 1989 se contabilizaban 286.886, en 1999 bajó a 222.454 y
    para 2003 la cifra sufrió una merma espectacular situándose en 149.207 titulares (En el País
    Valenciano existen más de 4 millones y medio de personas). En los últimos años, los titulares de
    explotaciones jubilados aumentaron del 33,58% al 37,65%. Sólo el 1,7% de los agricultores
    tiene menos de 30 años. En Castellón (una de las tres provincias del País Valenciano), los
    agricultores representan el 7% de la población activa.

  •  De 2000 a 2004 la superficie citrícola disminuyó un 5% gracias en parte al negocio
    inmobiliario, que desgraciadamente supone la única vía de escape ante la agonía. Evidentemente
    pocos se benefician, aunque la metamorfosis del territorio ahí está : agricultura por cemento.

  •  En un estudio del Observatorio Ocupacional del Servicio Público de Empleo Estatal, publicado
    en los medios en diciembre de 2006, la agricultura había sido la única actividad económica con
    un comportamiento negativo en Castellón. Los puestos de trabajo ligados al campo fueron los
    únicos que descendieron en los últimos tres años.

  •  En la campaña 2006-2007 y según el Ministerio de Agricultura, el descenso del precio de los
    cítricos para el agricultor fue casi 30 veces mayor que la media de los otros productos
    alimentarios. Esta disminución sitúa al naranjero como el agricultor que más ingresos perdió,
    aunque eso sí, la media estatal en el sector agroalimentario fue también negativa.

  •  En la finalizada campaña 2007-2008, la producción se vio mermada en un 25% respecto al año
    anterior, lo cual debería haber repercutido en una ligera subida de los precios. Sin embargo el
    aumento del valor ha sido inexistente o pírrico en el mejor de los casos. Muchos operadores han
    seguido comprando “a resultas”.

  •  Según la FEPAC, entre un 5 y 10% de las fincas naranjeras castellonenses, o se han
    abandonado o no están bien cuidadas. Siguen existiendo productores que no han cobrado la
    naranja del año anterior y otros asociados a cooperativas tuvieron incluso que pagar.

    Los motivos.

    Existe consenso generalizado entre agricultores, operadores y organizaciones de diversa índole
    en cuanto a los motivos de la agonía del campo valenciano. Destacaríamos tres principalmente,
    muy relacionados entre si.

    1-Concentración de la demanda.

    Vicent Goterris, de la Unió de Llauradors i Ramaders, advierte que “Cinco grandes cadenas
    controlan el 40% de la producción y eso es una barbaridad”. Según la European Marketing
    Distribution, en los próximos años, 10 cadenas de minoristas podrían dominar el 70-75% del
    mercado alimentario europeo.

    La mayoría de naranjas y mandarinas que se produce en España van a mercado europeo, y
    evidentemente esta concentración de la demanda unida al exceso de oferta, derivan en prácticas
    abusivas por parte de intermediarios y grandes cadenas, llegando a exigir los precios a pagar y
    las características de las naranjas. Los operadores ven estipulado y ahogado su precio de venta,
    aunque no lo defienden y acaban trasladando dicha reducción al agricultor a quién compran sin
    precio y tras hacer las cuentas le dan una pequeña limosna.

    Las organizaciones de agricultores coinciden en señalar a estos dos agentes (operadores y
    grandes cadenas de distribución), como responsables de la tragedia de la naranja. Los que
    menos notan la crisis son los grandes operadores y multinacionales agro exportadoras, que al
    trabajar con volúmenes estratosféricos de fruta pueden permitirse el lujo de vender barato y
    seguir obteniendo beneficios. Por eso, a la paulatina reducción de agricultores también hay que
    añadirle la desaparición del pequeño operador tradicional al no poder competir.

    Sin embargo, falta el tercer y principal culpable en todo este caos : las diferentes
    administraciones políticas escudadas en la ortodoxia neoliberal. Se ha permitido y se ha
    facilitado que grandes supermercados y centros comerciales vayan desplazando al pequeño
    comercio familiar de toda la vida, monopolizando la distribución y venta no sólo de las
    naranjas, sino de la mayoría de productos de consumo. No se ha establecido ninguna legislación
    en materia de precios agrarios. Se tolera vergonzosamente que los agricultores reciban migajas a
    cambio de unas naranjas que llegan al consumidor a unos precios astronómicos. Supuestamente
    esta es la tatareada libertad de comercio, pero aún hay más.

    En una entrevista al “socialista” Josep Puxeu cuando era Secretario General del Ministerio de
    Agricultura, Pesca y Alimentación (MAPA), se le relató la queja de las organizaciones agrarias
    sobre la responsabilidad en la crisis de precios de las grandes empresas distribuidoras y
    supermercados. Pues bien, el Sr. Puxeu, respondió a esta queja de la siguiente forma : “Culpar a
    la distribución en muy fácil y quedas como un campeón cuando lo haces, pero el resultado que
    nos muestra el Observatorio de Precios es que los márgenes que se aplican son estrechos y no
    indica una posición de abuso.”

    Al analizar someramente los precios de la variedad clementina que ofrecía el Observatorio de
    Precios del MAPA, se percibió un primer punto que dejaba en entredicho las afirmaciones del
    Sr. Puxeu : Dichos precios se calculan mediante estudios en el mercado nacional, mas sin
    embargo los propios datos del Observatorio indicaban que cerca del 60% de la producción de
    mandarina española se exportaba.

    El Observatorio, para la campaña 2006-2007, determinó que el productor obtenía el 10% del
    precio final en destino. Es decir, le pagaban a 0,17 euros/kilo una fruta que llegaba al
    consumidor a un precio de 1,62 euros/kilo. El mayorista se quedaba con el 31% y el minorista
    con el 59%. Según FEPAC, el precio de la clementina en los supermercados de Castellón, en la
    temporada 2006-2007, se incrementó entre un 650% y un 1500% respecto al precio en el
    campo. En un estudio de la Unió de Llauradors i Ramaders del año 2005, se estipulaba el
    precio medio que percibía el agricultor en 0,19 euros/kg. Con referencias de la Universidad
    Politécnica de Valencia mencionadas por la Unió, se indicaba que la clementina salía de los
    operadores a un precio promedio de 0,47 euros/kilo. El precio final de venta en supermercados
    era de 1,99 euros/kilo. Es decir, el agricultor obtenía el 10% del precio final, el comerciante y la
    cooperativa el 15% y los intermediarios y supermercados se llevaban el 75% del valor final.
    Según las organizaciones agrarias, en algunos lugares de Europa se llegaron a vender a 3
    euros/kilo, lo que muestra una posición de abuso mayor hacia el productor y el consumidor.

    Contrariamente, algunas cadenas de supermercados como Aldi y Lidl vendieron naranjas a
    precios excesivamente bajos (incluso por debajo del precio de coste) como una especie de
    reclamo para atraer a potenciales clientes. Esta práctica, que obliga a otros minoristas a bajar
    precios y que comprime más aún los márgenes de ganancia, es repudiada por las organizaciones
    de agricultores que incluso elevaron una denuncia a la Comisión Europea, aunque en abril de
    2006 este organismo concluyó que no había posición de abuso de ambos supermercados.

    Pues bien, ante este panorama de indefensión, despotismo y de autoritarismo de las grandes
    cadenas, intermediarios y supermercados, el hecho de defender un precio justo para el agricultor
    fue tildado por un funcionario público de alto rango del MAPA como “quedar como un
    campeón”. Que el agricultor no cubra gastos y perciba de media un 10% del precio final de
    venta al consumidor “no indica una posición de abuso”.

    2-Sobreoferta de naranjas y mandarinas.

    A-Aumento de la producción

    Un pequeño comerciante entrevistado comentaba que él compraba y manufacturaba naranjas
    para luego cederlas sin precio a un intermediario. O sea, que los agricultores ceden sus naranjas
    sin precio a un operador que, en algunos casos, las vende a los intermediarios también sin
    precio. La gran pregunta es ¿Cómo se ha llegado a esta dinámica ? ¿Por qué los agricultores y
    operadores no tienen la sartén por el mango ?

    Tomás García Azcárate, Jefe de la División Hortofrutícola de la Unión Europea, afirma : “Hay
    un exceso de oferta. La producción de cítricos ha crecido mucho más que la demanda…”
    Leopoldo Arribas, periodista, escritor y experto agrícola declara que “…dado el fardo de
    toneladas de producción con que contamos, y que, se quiera o no, son la clave del problema. Es
    imprescindible condenar un buen montón de toneladas para que la próxima campaña no
    estemos aún peor en cuanto a producción en cantidad.” Vicente Bordils, representante del
    comercio privado, sentencia “La ley de la oferta y la demanda se ha roto. Sólo hay oferta y ése
    es el drama.” Cualquier agricultor a quién se le pregunte dice lo mismo : hay mucha naranja,
    pero ¿Por qué hay tanta naranja ? Indudablemente porque no ha existido ningún tipo de
    planificación desde ninguna administración.

    Este incremento ha sido dramático para el agricultor. Antes los operadores buscaban al
    productor, ofrecían un precio y mandaban a los recolectores Ahora a muchos se les queda la
    naranja en el árbol y otros las recolectan ellos mismos y las transportan hasta el operador.

    Algunos datos sobre las naranjas y mandarinas en España
    1962 1973 2003
    Producción Nacional (toneladas) 1.327.000 2.680.1005.194.500
    Cantidad Importada (toneladas)10 5.060387.380
    Superficie aprox. (hectáreas) 92.000 197.915 251.226

    A este aumento de superficie y producción hay que añadirle otro fenómeno paralelo : la
    disminución en el número de explotaciones. Entre 1989 y 1999 descendieron prácticamente en
    todas las zonas naranjeras de España salvo en algunas donde el incremento fue insignificante.
    Indudablemente el País Valenciano acogió la mayor parte de estos abandonos. Estos datos
    sugieren otro fenómeno más preocupante : se está produciendo una concentración de la tierra. Si
    bien es cierto que muchos agricultores han venido adquiriendo nuevas fincas, no son menos
    ciertos los comentarios de la gente del sector que advierte como grandes empresarios de la
    construcción, azulejeros, aristócratas, grandes comerciantes, etc. se han convertido en nuevos y
    acaudalados terratenientes. Incluso hay grupos de inversión dedicados a obtener réditos a través
    del cultivo de nuevas fincas citrícolas. Los datos hablan por si mismo : los minifunditas de toda
    la vida desaparecen ante la crisis, mientras los ricos e inversionistas acaparan cada vez más
    tierra, producción y beneficios.

    Ante estos hechos, una de las demandas de las organizaciones agrarias ha sido exigir al gobierno
    español que prohíba nuevos plantíos. El posicionamiento de éste quedaron reflejadas en las
    palabras de Josep Puxeu, “número dos” del MAPA : “…pedir que se limiten las plantaciones
    pues queda muy bonito, pero es difícil que progrese porque las políticas de contingentación no
    valen en la UE, que está apostando cada vez más por la liberalización.”

    Hay dos aspectos a destacar en esta declaración. El primero desde el punto de vista técnico, al
    no ser verídico el razonamiento en toda su extensión porque existen políticas de cupos en el
    marco de la UE. Como segundo punto no se puede tolerar en un estado democrático, que
    decenas de miles de personas pierdan su forma de vida porque así lo establezca una doctrina
    económica destructiva, que desconocemos y que nos están imponiendo sin consultarnos.

    B-Importaciones.

    En las importaciones se pueden distinguir dos canales de entrada. El primero correspondería a la
    fruta manufacturada que entra directamente en los mercados europeos. Los productores en la
    cuenca del Mediterráneo se agrupan en una organización denominada CLAM, que engloba a
    países como España, Francia, Italia, Grecia, Turquía, Israel, Egipto, Túnez, Argelia y
    Marruecos. En la temporada 2003/2004 y según datos de la Organización de las Naciones
    Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO), estos países fueron responsables del 17%
    de la producción mundial de naranjas y del 25% de mandarinas. Dentro de los países CLAM,
    España producía aproximadamente un tercio de las naranjas y la mitad de las mandarinas. En
    cuanto a exportaciones y según la misma fuente en la misma temporada, a la zona CLAM le
    correspondía el 55% del total mundial en naranjas y el 72% en mandarinas. Según datos del
    propio CLAM citados por Vicent Estruch, Profesor de Economía y Ciencias Sociales de la
    Universidad Politécnica de Valencia, en las últimas temporadas España ha exportado el 50% de
    las naranjas y el 70% de las mandarinas de la zona mediterránea, lo que supone si comparamos
    con temporadas de los años 80, un aumento en la exportación de naranjas y el mantenimiento de
    la cuota en las mandarinas. A nivel mundial, esto supondría que España exporta alrededor del
    25% de la naranja mundial y el 50% de la mandarina. Los mercados de destino han sido los
    europeos, salvo porcentajes irrelevantes a Estados Unidos y Oriente Medio. Comparar las cifras
    actuales con otras más antiguas, permite concluir que España ha mantenido su cuota de
    exportación a nivel mundial en naranjas y mandarinas. Por lo tanto, este canal de importaciones
    no ha influido en la crisis de la naranja valenciana.

    Existe una segunda vía de entrada de naranja de otros lugares del mundo, a través de operadores
    españoles. Ximo Tirado y Doménec Nàcher, secretario de comunicación y secretario técnico de
    la FEPAC respectivamente, explican como los propios comerciantes y cooperativas compran
    naranja del exterior para mantener sus mercados y clientes una vez finalizada la campaña y la
    producción española, evitando así que otros se adueñen de dicho espacio.

    Aunque destacan que dichas importaciones se suelen efectuar fuera de temporada, es cierto
    también que al principio y final del período éstas se han solapado con la producción nacional.
    De hecho es una realidad la existencia de producción extranjera en plena campaña como bien
    destaca Joan Brusca, secretario de la Unió de Llauradors i Ramaders, quién afirmó en el
    momento álgido de la temporada 2005/2006, que las importaciones habían aumentado un 34%
    respecto al año anterior. Concluyó diciendo que «El sector siempre ha tolerado este tipo de
    importaciones porque, en un principio, se producían en contra estación y mantenían los canales
    de distribución de nuestros operadores comerciales, pero ahora conllevan problemas como
    plagas o el aumento de la competencia como herramienta comercial para presionar los
    precios». Tirado y Nàcher ratifican las afirmaciones de Brusca sobre la calidad y los
    problemas fitosanitarios de la producción foránea, y sobre todo, su utilización como argumento
    de chantaje hacia el productor local. Huelga decir que este tipo de importaciones en otros
    tiempos talvez no hubieran supuesto un quebradero de cabeza, pero en épocas de crisis como
    ahora representan un obstáculo más para el agricultor tradicional valenciano.

    Hay que especificar que la importación de naranjas del exterior no tiene porque beneficiar a los
    agricultores de los países del sur. Este falso axioma, perifoneado muchas veces por las propias
    ONG’s, hay que analizarlo caso por caso y en materia citrícola se derrumbaría ante ciertos
    datos. El 75% de las explotaciones citrícolas valencianas (país del norte) son de menos de 10
    hectáreas y tan sólo el 2,5% superan las 20. Según el Instituto de Comercio Exterior, en
    Marruecos (país del sur), “El 75% de la superficie agrícola marroquí corresponde a pequeñas
    explotaciones familiares, dedicadas prácticamente a una agricultura de subsistencia. El 25%
    restante lo constituyen grandes explotaciones agrícolas de regadío, modernas y con una clara
    vocación exportadora.” Por lo tanto en Marruecos, el pastel de la agroexportación está en
    manos de unos pocos afortunados con grandes superficies de las mejores tierras, entre ellos la
    propia monarquía marroquí. Paradójicamente también hay agricultores españoles que han
    “deslocalizado” su producción porque “Mientras que un bracero cobra en España 40 euros de
    media por jornada, en Marruecos reciben cinco. El agua, cuando la hay, aquí cuesta 30
    céntimos de euro el metro cúbico. Allí, 10 veces menos. Lo mismo pasa con el gasóleo para los
    camiones : un 25% menos en Marruecos. Y, encima, la gran extensión de tierra que va a tener le
    permite abaratar muchos costos.” Como dato curioso, el 80% de las exportaciones freseras
    marroquíes estaban en manos de empresarios españoles. Como se verá más adelante, los
    agricultores del sur que destinan su producción a la exportación tienen el mismo problema que
    los valencianos : el intermediario. Por tanto, cabe afirmar que la exportación de productos
    agrícolas desde Marruecos beneficia a un mínimo de latifundistas, aristócratas y extranjeros ;
    mientras que la exportación de cítricos desde el País Valenciano fue una actividad que
    proporcionó futuro y trabajo a cientos de miles de personas.

    3-Problemas estructurales del sector.

    Para Ximo Tirado y Doménec Nàcher, la sobreproducción no es tan grave ahora. Lo puede ser
    en un futuro inmediato y por eso, junto a otras organizaciones agrarias, han solicitado a las
    autoridades que limiten la superficie de cultivo.

    En teoría, el problema de la compra “a resultas” surge con el nacimiento de las cooperativas.
    Éstas recolectan la producción de sus asociados y al final de temporada reparten beneficios. Por
    su manera de funcionar están obligadas a recoger toda la producción, incluida la fruta de menor
    calidad. Si a ese hecho se le suma el incremento de producción de los últimos años, la
    consecuencia es clara : se generan grandes cantidades de fruta que van llenando las cámaras
    frigoríficas y que tienen que salir a un mercado que monopolizan unos pocos intermediarios.
    Este fenómeno se ve agravado por la desorganización varietal, ya que una sola variedad de
    mandarina se cultiva masivamente lo que obliga a los operadores a lanzar al mercado cientos de
    miles de toneladas en tres meses. Antes, algunos comercios detenían los envíos cuando los
    precios bajaban a la espera del incremento de las cotizaciones, pero las cooperativas rompieron
    esa dinámica y los comercios privados se vieron obligados a copiar prácticas como comprar sin
    precio o enviar masivamente fruta sin consideración alguna. Y lo hicieron con suma alegría,
    pues al comprar sin precio al agricultor pueden pagarle a final de temporada lo que quieran. Si
    los ingresos totales han sido menores porque los precios en el mercado fueron bajos, los
    operadores restan a esos ingresos los otros costes de producción existentes, se quedan con su
    porción de beneficios y el resto lo reparten al agricultor. Como advierte Estruch, esta táctica
    genera un efecto perverso ya que el operador está dispuesto a comprimir el precio de venta por
    kg., siempre y cuando logre cubrir costes y asegurarse una ganancia mínima. Luego podrá
    aumentar esa ganancia si logra incrementar la cantidad de Kg. vendidos. Por eso al operador le
    interesa sacarse de encima la mayor cantidad de producción sin defender los precios. La gran
    cantidad de fruta y la nula cooperación entre los operadores desembocan en una competencia
    entre éstos por reducir al máximo los precios para poder vender la naranja. El resto ya lo saben :
    pasotismo gubernamental.

    Además Estruch pone de manifiesto la opacidad de la compra “a resultas”, cuando señala que el
    comercio privado, al final de temporada, establece el precio a pagar al agricultor pero no explica
    cómo lo obtuvo. Se desconoce el preció al que vendió la fruta, los costos de producción y su
    margen de ganancia por Kg. El riesgo es mínimo.

    Para Tirado y Nàcher este es el caldo de cultivo que desemboca en la actual crisis del productor.
    El problema no es ni la filosofía de las cooperativas ni la presencia de muchos operadores, ya
    que en décadas pasadas había más y sin embargo el sector progresaba y sembraba bienestar. El
    caos se origina porque el mercado está en pocas manos y los operadores (que son muchos) no se
    ponen de acuerdo en establecer un precio mínimo de venta y más bien compiten entre ellos. Si
    se añade el problema de la sobreproducción apuntado por otros expertos, se va conformando un
    trágico cuadro clínico de la crisis naranja.

    Las modalidades de saqueo se han perfeccionado. Antes el distribuidor llamaba por teléfono a
    diferentes operadores a ver quién ofrecía el producto más barato, ahora hay un distribuidor que
    incluso dispone una página web donde los operadores ingresan y ofertan a la baja sus naranjas y
    mandarinas. En la web se indican las características exigidas por el comprador, los operadores
    pujan y se va observando como el precio decrece progresivamente.


    Fuente: Vicent Boix.
    Escritor, autor de "El parque de las hamacas"