Con un desplegamiento de fuerzas totalmente desproporcionado, como mínimo 3 a 1, los compañeros de la CGT fueron acorralados contra una pared de la Vía Laietana durante más de 3 horas hasta que decidieron abrir el cordón policial y dejaron desfilar a los manifestantes hasta la sede del sindicato, sito en la misma calle.
La situación era tan rídicula como intolerable. Las personas que querían ir a tomar un café al Starbucks, contra cuya puerta se amontonaban los manifestantes, podían hacerlo sin ningún problema, así como salir. En cambio los concentrados si salían, no podían volver a entrar.
Si no llega a ser porque Montilla tenía que salir por allí, seguro que a estas horas todavía estaban pidiendo un negociador para poder ejercer sus derechos constitucionales, totalmente atropellados, porque el jefe de un estado fundado en el fascismo ha tenido a bien venir de vacaciones a Barcelona a gastos pagados por nuestros bolsillos.
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