El quinto día de nuestro viaje entramos en el campo de refugiados Limeni.
Allí hicimos llegar nuestra solidaridad y nuestro desacuerdo con nuestros gobiernos a los refugiados que allí había. Nos ofrecimos a ayudar en los que sea posible. No encontramos problemas ni desconfianza. Hallamos más la convicción de que las culturas de manera natural se entienden y se enriquecen. Son las instituciones demasiado rígidas las que vienen a crear abismos. Salimos del campo con una sensación agridulce.