Las terribles imágenes dan la vuelta al mundo cada año. Pero la matanza continúa. El martes, en el golfo de San Lorenzo, los cazadores canadienses comenzaron la sangrienta caza que acabará con 320.000 crías de foca durante los próximos dos meses.
Las terribles imágenes dan la vuelta al mundo cada año. Pero la matanza continúa. El martes, en el golfo de San Lorenzo, los cazadores canadienses comenzaron la sangrienta caza que acabará con 320.000 crías de foca durante los próximos dos meses.
Unos 70 barcos con cientos de hombres a bordo se situaron al sur de las islas Magdalena, donde habitan miles de focas arpa. Ésta es la especie más buscada por estas comunidades costeras. El año pasado ganaron 16 millones de dólares vendiendo las pieles a China, Noruega o Dinamarca.
«Buscan las mejores posiciones para matar el mayor número de animales en el menor tiempo posible», explican las asociaciones que luchan contra esta práctica.
El Gobierno de Canadá defiende la apertura de la veda. «De esto viven miles de canadienses», sostiene. Y afirma que la población de focas llega a los cinco millones, «casi el triple que en los años 70». Cifras de las que los ecologistas, como Paul Watson, discrepan.
Watson tildó de «mentiroso» y «asesino de focas» al ministro de Pesca canadiense, Geoff Reagan, mientras que este último acusó a los ecologistas de estar motivados por intereses económicos.
«Las imágenes sensacionalistas amenazan la forma de vida de miles de personas en la isla de Terranova», subrayó Reagan, insistiendo en que las focas devoran el bacalao y acaban con los bancos de esta especie. «La falta de bacalao y de salmón se debe a su mala gestión. Son increíblemente incompetentes», declaró Watson.
Su organización, Sea Shepherd, junto con otras asociaciones, lanzó una campaña internacional para boicotear los productos pesqueros canadienses, y protestar por lo que consideran la mayor matanza de mamíferos del planeta.
A la caza
Armados con palos, rifles y arpones, los cazadores inician la carnicería dos semanas después del nacimiento de las crías, cuando su piel cambia del blanco al gris. Los ecologistas explican cómo éstas son apaleadas y, en muchos casos, despellejadas cuando todavía están vivas. Pero el Gobierno insiste en que mueren al instante y que los cazadores cumplen las normas.
«Es horrible. Hay sangre y restos de focas sobre una enorme extensión de hielo», denunció Rebecca Aldworth, de la Sociedad Humanitaria de Estados Unidos, que durante los últimos seis años se ha desplazado hasta el golfo de San Lorenzo para filmar la caza y colgar las imágenes en Internet.
«Hemos visto animales moribundos, llorando, moviéndose y todavía respirando», señaló. El territorio de caza se extiende unas 40 millas alrededor de Terranova y acabará el próximo 15 de mayo, cuando termine el plan federal de tres años, que ha permitido matar a 975.000 focas desde el 2003. Lo que es lo mismo : unas 5.250 diarias.
Aldworth también dio la voz de alarma sobre la falta de funcionarios para supervisar la caza y asegurar que se respeten las reglas. Una ausencia que el portavoz del Departamento de Pesca, Michel Therien, justificó diciendo que hay dos barcos guardacostas y un oficial por cada ocho barcos comerciales.
Therien recordó que los pescadores necesitan redondear sus ingresos porque «muchas familias sólo ganan 9.800 dólares al año con sus capturas de bacalao o langosta».
Como lo llevan haciendo desde hace 40 años, las organizaciones defensoras de los animales demuestran, a través datos científicos, que las razones del Gobierno no se sostienen. «Es una matanza selectiva y diseñada para alcanzar objetivos políticos a corto plazo», sostiene un informe de International Fund for Animal Welfare.
NOELIA SASTRE | NUEVA YORK
El Periódico