Vivió deprisa (más que deprisa, sin prisa pero sin pausa, intensamente), murió joven (de un infarto de miocardio mientras leía el periódico en su casa, el 22 de diciembre de 2002) y dejó un bonito (más que bonito, estiloso) cadáver, con tupé y cincuenta años a sus rocanroleras espaldas.
Medio siglo dio de sí (y bastante) la vida y la obra de uno de los músicos más importantes, desgarradores, honestos, sinceros e influyentes de la cultura pop : Joe Strummer, cabeza cantante, sonante y compositora de The Clash, la banda que fue al punk lo que Dylan al rock and roll juvenil. Lo dotó de contenido, no sólo artístico y cultural, sino también político, que no se puede olvidar que eran los tiempos de la Dama de Hierro, Margaret Thatcher. Strummer, nacido en Turquía, hijo de diplomático, pasó antes de vivir en Londres por otros países, como México, Egipto, Irán y Malawi, lo que tal vez dejase en el pequeño Joe (nacido John Graham Mellar) algún recuerdo que nos sirva ahora para comprender su pasión por las músicas no anglosajonas, el nombre de su grupo -una vez dejados los Clash- Los Mescaleros, o el título de una de las obras de la banda ’Sandinista’.
’Vida y muerte…’
Con esta amalgama de contenidos y continentes, un viejo amigo de Joe (y del punk), el director Julien Temple, ha grabado un documental (en las pantallas españolas el 25 de enero), que lleva por título ’Joe Strummer : vida y muerte de un cantante’, en el que traza y dibuja las líneas maestras de un artista llamado a romper moldes, fiel a la ética del punk (háztelo por ti mismo), pero abierto (antes que muchos, antes que casi todos) a los ritmos latinos, al ska, al reggae, sin dejar por ello de amar el rock and roll de los orígenes, el de Gene Vincent, Buddy Holly y Eddie Cochran, que siempre corrió por sus venas y del que con su tupé hizo bandera.
Temple no es nuevo en las lides músico-documentales. Trabajó con los Sex Pistols, con Neil Young, con los Stones, y también ha invitado al filme (buena parte se desarrolla en torno a una de esas hogueras que Strummer tanto amaba, en las que reunía a los amigos para charlar y cantar) a rostros populares como Bono, Ste-ve Buscemi y Johnny Depp, y ha usado todo tipo de material particular del músico, conseguido gracias a su amistad.
Igualmente, hay que agradecerle que haya huido de cualquier tono lastimero o excesivamente sentimental, y también que no se haya metido en las aguas turbias de la vida del grupo, aunque se dejen entrever cansancios, desavenencias y algo más que contrastes de pareceres entre los integrantes de los Clash. Temple ha preferido pinceladas impresionistas antes que un retrato puntilloso y al detalle.
Dibuja al adolescente rebelde y mal estudiante, al primero hippie y luego punkorro, al okupa, al padre, al hombre de modales exquisitos pero que no soportaba autoridad alguna, al músico intuitivo y exigente, capaz de pasar por el tamiz del punk una canción tra-dicional céltica (’When Johnny Comes Marching Home’).
El poeta que viajó a Granada para visitar la tumba de Lorca (’Federico Lorca is dead and gone / Bullet holes in the cemetery walls / The black cars of the Guardia Civil’, cantaba en la emotiva ’Spanish Bombs’). El mismo músico que creía que su primera banda, the 101’ers, tocaba demasiado duro hasta reconocer que quienes si que lo hacían eran los Sex Pistols.
Temple pasea por la vida de Joe (con el sugerentísimo acompañamiento sonoro de muchas de las canciones de los Clash), con conocimiento de causa y presentando directa y sencillamente ante el gran público a un artista que nunca frecuentó la prensa rosa ni sus escabrosos aledaños.
« Para mí -explica Temple- Joe Strummer, a pesar de su status en el Salón de la Fama del Rock and Roll, fue un filósofo que destiló la vida y los tiempos que todos hemos vivido. Joe discutió y pensó sobre la naturaleza del ser humano, sobre el significado de la libertad. Me dijo : « El pensamiento es la razón para levantarse cada mañana ». Y tenía razón. Mientras seamos capaces de hacerlo, debemos pensar. Así que en cierto modo se trata de una película sobre la pérdida, y al mismo tiempo es una celebración de todas aquellas cosas por las que Joe luchó. Desde el principio disfrutó rompiendo las reglas. La contradicción ocupaba un lugar destacado de su naturaleza y me pareció crucial que la película lo reflejara ». Desde hace cinco años, en cualquier hoguera del cielo, seguro que Strummer intenta convencer a los ángeles de que desafinan cuando cantan su ’Rock the Casbah’.
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