La figura de Fermín Salvochea, que fue Alcalde de Cádiz durante la efímera I Republica Española, mantiene 100 años después de su muerte una vigencia necesaria. Así podemos valorar sus aportaciones a la conformación de la actual Idea de que “otro mundo (mejor) es posible”, tanto por su pensamiento como, y sobre todo, por su testimonio de vida.
La figura de Fermín Salvochea, que fue Alcalde de Cádiz durante la efímera I Republica Española, mantiene 100 años después de su muerte una vigencia necesaria. Así podemos valorar sus aportaciones a la conformación de la actual Idea de que “otro mundo (mejor) es posible”, tanto por su pensamiento como, y sobre todo, por su testimonio de vida.
Más que añorar el pasado conviene extraer las claves que permitan afrontar los desafíos del presente y del futuro que con este hagamos. Podemos de la vida y muerte de Fermín Salvochea extraer algunas notas que le caracterizaron.
En primer lugar podemos resaltar su radicalidad. En el sentido positivo de “Ir a la raíz de los asuntos”. Su capacidad de analizar la sociedad de su tiempo y de comprender cuales eran los fundamentos de tanta miseria y esclavitud de las clases más humildes. En segundo lugar a su ser radical le unió su honestidad y coherencia de vida e ideas hasta su muerte. En tercer lugar vivió el anarquismo como una visión del provenir. Su actividad política fue intensa teniendo como momentos importantes el asumir la alcaldía de Cádiz a los 31 años de edad, el 22 de marzo de 1873, una vez proclamada la I República y pocos días después de regresar del exilio. Le faltó tiempo para desde la Alcaldía de esa Ciudad entre otras medidas, implantar la jornada laboral de 8 horas, hito histórico sin precedentes, eliminar arbitrios que encarecían el pan y establecer la enseñanza laica. Fermín cree en una estructura política cercana a los ciudadanos y que estos libre y soberanamente decidan su futuro, un futuro nunca impuesto. De ahí su empeño en el acceso de todos a la Educación.
Desde CGT entendemos que la figura de Fermín tiene una rabiosa actualidad y sobre todo una proyección indudable en el futuro.
Su compromiso con los más pobres y desvalidos, sin tapujos y con la férrea voluntad de defender los logros alcanzados. Su convicción en el movimiento cantonal federado como visión de un nuevo estado que superara el caos republicano y el asalto definitivo al antiguo régimen. La superación del estado monárquico era y es una necesidad ya que no tiene sentido la monarquía en este Siglo XXI cuando se inicia el tercer milenio de nuestra era. Su vivencia de la política como arte de actuar no de medrar ayudan a comprender mejor como los intereses personales (aunque alguno pretenda disfrazarlo de partidarios) han envenenado la acción política y de que no tiene sentido profesionalizar la política. Es preciso evitar que la antigua Teo-cracia se transforme en una nueva Polito-cracia. La racionalidad de la política partidaria tiende a extender el control (su poder) sobre todo el espacio cívico, tanto social como individual, llegando en su extremo a las formas políticas más aberrantes : los totalitarismos y fascismos. No tiene sentido en una sociedad democrática que el político de turno diga “Esto es lo que hay y si no os gusta os presentáis vosotros a las próximas elecciones y que os voten por mayoría”, legitimando con ello “dictaduras cuatrienales”.
La figura de Fermín nos permite otear la superación de la Democracia Burguesa Partidaria, ya que es deber del político democrático el explicar hasta donde sea necesario las razones y fundamentos de sus decisiones políticas para que sean comprendidas por la ciudadanía. Es igualmente deber del político de no hacer de la política su medio de vida porque de esta forma se aferrará a ella eternizándose en los cargos. También es deber del partido político el controlar a sus miembros que asumen responsabilidades públicas.
El desafío democrático de los partidos políticos consiste en regular parlamentariamente estos deberes. ¿Es posible que hagan lo que muchos de ellos consideran un suicidio político ? La responsabilidad de los políticos democráticos es el dejar de serlo cuanto antes, permitiendo a la ciudadanía, a la sociedad civil no tutelada, hacerse protagonista de la vida política (que no partidaria).
Antonio Damian Ruiz