Un vendedor de juguetes de rasgos orientales fue detenido brutalmente y de manera sorpresiva, violenta y arbitraria por dos policías municipales -según cuatro testigos que no se conocían entre sí- mientras caminaba con una bolsa de plástico con su mercancía por la calle de Fuencarral, entre las glorietas de Quevedo y Bilbao, el pasado domingo a las nueve menos veinte de la noche. Sin casi mediar palabra. Todo, bajo el argumento de que «¡es un ilegal !». Eso, al menos, es lo que ayer acudieron a denunciar en la comisaría de Tetuán algunos de los que presenciaron el hecho junto a otra cincuentena de espectadores. La policía considera que sus agentes «hacen un uso proporcionado de la fuerza aplicado a las circunstancias».
El relato pormenorizado lo desgrana el catedrático José María Bautista, uno de los denunciantes. Le tiraron la mercancía al suelo -pequeños juguetitos luminosos-, «le oprimieron el pecho contra el cristal de los cines Paz y le golpearon en los tobillos y las rodillas». También le apretaron el cuello con el antebrazo izquierdo, le lanzaron al suelo tras hacerle la zancadilla por la espalda y se le subieron encima clavándole las rótulas en la espalda. «¡Fue muy fuerte !», resume Alicia, otra de las denunciantes. Alicia asegura que pidió a los agentes el número de placa. Se negaron.
La Policía Municipal no se reconoce en ese relato. En su opinión se usó «una fuerza proporcionada a las circunstancias». «La venta es ilegal», recuerdan esas mismas fuentes, que aseguran que «la persona ofreció resistencia». Según ellos, la sucesión de los acontecimientos fue muy distinta. Primero, observan un puesto de venta de juguetes -los testigos dicen que el hombre iba caminando-, luego levantan acta y proceden a inmovilizar la mercancía y a la persona -los cachivaches, unas 10 espadas y varias diademas, según los denunciantes, acaban esparcidos por el suelo y el chico, este sí, inmovilizado-.
La gente que interrumpió su paseo a la salida del cine tampoco vio que el detenido se mostrase violento. Dicen que, sencillamente, se quedó rígido «del susto» que sufría.
También recuerdan otro pequeño detalle. Al chico se le cayó un botecito. Al parecer, un medicamento. Los agentes se lo mostraron y él hizo gestos de necesitarlo para poder respirar. No le hicieron caso. El detenido se puso a llorar. Los agentes le increparon en voz alta mientras lo metían dentro de un coche, pero «tenía toda la pinta de no entender nada de lo que estaban diciendo», recalca Bautista.
Al detenido lo llevaron a la casa de socorro y su parte de lesiones sólo incluye erosiones en la mano derecha. Eso, según fuentes de la Concejalía de Seguridad. Después fue trasladado a extranjería pues carecía de documentación. En la detención, al final, acabaron participando otros dos agentes que se encargaron, principalmente, de disgregar a la gente que presenciaba el hecho.
Algunos de los testigos fueron a una comisaría del Cuerpo Nacional de Policía donde, dicen, les desanimaron de su propósito de denunciar alegando que no había nadie para atender la demanda y tardaría más de una hora y media en llegar. Ayer pusieron la denuncia «por maltrato físico y abuso de poder».