Artículo publicado en Rojo y Negro nº 387 de marzo
Mi familia y yo vivimos de esta labor, es nuestra forma y medio de vida y por lo tanto soy directamente afectado, en muchos aspectos, por la misma situación que están pasando muchos de los que hoy montan en tractores para protestar. Quiero dejar claro que considero que estoy de acuerdo en parte de las reivindicaciones. En otras, unas cuantas, no.
Apoyo que la gente del campo se movilice, pero no apoyo que las movilizaciones sean para que todo siga igual según los intereses particulares.
No estoy de acuerdo en que se pidan medidas para rebajar las políticas medioambientales. Considero que, al contrario de lo que se pide, se debe avanzar hacia una agricultura respetuosa con el medio ambiente, una agricultura sostenible y en armonía con la naturaleza y no seguir en el camino de una agricultura agresiva y depredadora de recursos. Hacia una agricultura local, diversa y socialmente responsable.
No estoy de acuerdo en que se exija la relajación administrativa en las medidas de control del uso del agua. Esto debe ser aún mucho más riguroso por parte de las administraciones para evitar que los latifundistas y terratenientes de siempre, hoy transformados en fondos de inversión, hagan lo que les salga de las narices, simplemente por su capacidad empresarial y su nocivo interés económico del rendimiento del capital. Los recursos del agua son de todos, no de unos pocos, y deben ser cuidados y protegidos, por el bien común. No estoy de acuerdo en que para paliar la sequía que el campo padece, se exija como medida reivindicativa que se hagan más infraestructuras hídricas y se permita seguir sacando agua sin control de los pozos.
Es necesario e imprescindible que se empiece a poner en el punto de mira en el verdadero problema de la falta de agua y no es otro que, añadido a la falta de lluvias, se están esquilmando los acuíferos para mantener insostenibles campos de monocultivo de tropicales destinados en su inmensa mayoría a la exportación, en extensiones irracionales. Estos monocultivos devuelven una riqueza ínfima a la sociedad que los sostiene, la generación de puestos de trabajo es ridícula en una balanza de costes ambientales. En resumidas cuentas, tenemos un tejido industrial agrícola, insostenible. Dedicado a grandes extensiones de monocultivo. Y debemos empezar a entender que el modelo debe tirar hacia delante y no se puede demorar.
Estoy de acuerdo en que se exija un cambio de modelo europeo, en los acuerdos con terceros países, para proteger a nuestro sistema agrario donde prime la protección del agricultor y las empresas agrícolas europeas, frente a terceros países.
Estoy de acuerdo en que se exija un control de la cadena de precios, para evitar la especulación de los intermediarios y distribuidores que se forran a costa del trabajo del agricultor y del resto del sector primario (aunque aquí les preguntaría a muchos de los que hoy protestan que en qué quedamos porque a la mayoría se les hinchan las venas, pidiendo LIBERALISMO y no intervención del Estado, comunistas, dicen despectivamente cuando se plantea la intervención y control).
Estoy de acuerdo en que se pidan ayudas a este sector tan necesitado de ellas, aunque esto, como todo, puede ser nada más que el chocolate del loro y una trampa. Las ayudas deberían ser verdaderas ayudas para MEJORAR la actividad y no tinglados para que los cuatro de siempre se forren, ayudas que modernicen las tierras productivas y no ayudas ESPECULATIVAS que solo dejen migajas a los pequeños productores (como ejemplo os diré que en 11 años de actividad NUNCA hemos recibido un solo euro).
No estoy de acuerdo en que se exija la renegociación de la PAC. La PAC debe ser eliminada de una vez porque es un agujero por el que se escapan miles de millones cada año y que terminan en los bolsillos de los de siempre. La PAC ha sido y es la compra de los silencios y la claudicación de los agricultores, ha sido y es el dinero que callaba bocas y seguía generando negocio indirecto a toda la industria fitosanitaria.
Lo único que espero es que este sea el comienzo de un movimiento que obligue a que muchas cosas cambien, pero no por los intereses particulares, sino por el bien común porque el campo y las gentes que vivimos de él debemos sentirnos obligados a protegerlo, pero si resulta que lo que estamos pidiendo es esquilmarlo aún más, contaminarlo aún más, destruirlo aún más, volviéndolo yermo y árido, ¡jodidos vamos!
Viva la lucha del campo. Pero viva esa lucha, por la VÍA CAMPESINA, del respeto a la madre naturaleza que es quien nos sostiene.
Julio Trisquel
Fuente: Rojo y Negro