El mundo, la civilización que vivimos en estos tiempos, nos deja bastante perplejos, además de insatisfechos, infelices, desgraciados, porque, entre otras razones, nuestras dinámicas de vida (modos de pensar, modos de producir, modos de relacionarnos con los otros, con el medio, con la naturaleza), se tornan incompatibles con la realidad de barbarie en la que se desarrolla nuestra vida.

Nuestra lógica de vida, casi siempre ha sido así, está basada en una utopía: “El futuro siempre será necesariamente mejor” y la realidad social y política, no hace sino, pegarnos de frente con la gran mentira que supone esa lógica para casi el 90% de la población.

Nuestra lógica de vida, casi siempre ha sido así, está basada en una utopía: “El futuro siempre será necesariamente mejor” y la realidad social y política, no hace sino, pegarnos de frente con la gran mentira que supone esa lógica para casi el 90% de la población.

Lo que durante casi 35 años fue el principio de realidad de “ese futuro necesariamente mejor” para millones de personas (empleos, sanidad y educación universales, pensiones y libertades individuales y colectivas), logro ser vivido por las mismas como un hecho naturalizado, es decir, nacieron con el “estado de bienestar o asistencial” y, en menos de un instante (crisis- estafa), la utopía ha quebrado.

Las generaciones insertadas en los mercados de trabajo en los 70, en las universidades, en los barrios, en las luchas por la libertad y los derechos, vivieron la experiencia del conflicto, la lucha de clases y, sobre el sacrificio y el esfuerzo material e intelectual, fueron sujetos (participación y acción) del nacimiento de un “sistema libre de mercado” con derechos (empleos, educación, salud, libertades…), y generaciones –millones de personas- que su cultura (educación y práctica) se enraizó en la naturalización de ese mini “estado del bienestar o asistencial”, sin conflicto, con consensos sociales entre las clases.

La transición entre un modelo dominante al otro modelo de vida actual, no ha sido ni mucho menos pacífico: crisis de inflación, crisis de empleos, crisis monetarias, crisis sociales, crisis industriales, modelos educativos, sanitarios, modelos públicos de producción e intervención que sufren transformaciones; estas crisis mutan hasta el modelo de financiarización de todo, la producción, la distribución, el consumo, la vida, en definitiva.

¿Qué sucede en las creencias, en las lógicas de pensamiento de las personas asalariadas, de la mayoría social? Pues que seguimos amarrados a la argolla del trabajo asalariado como elemento central de la vida (empleos, rentas, derechos de ciudadanía) y, en tiempos de empleos escasos y precarios, por innecesarios, nos dificulta seriamente la ruptura con el viejo lema del “trabajo os hará libres” (lo cual no es sino una forma de expresar la relación de esclavitud a lo largo de la historia) y nos condiciona el devenir, a la vez que no tenemos cultura colectiva del conflicto, del esfuerzo, en ese tránsito –necesario y, como siempre urgente- hacia una sociedad autogestionada, donde la autonomía y la voluntad libre de las personas, sean los pilares sobre los que giren las otras lógicas, la de la producción, la de la distribución, la del consumo, la relacional.

Todo esto viene a cuento de la “soportabilidad de la barbarie” en la cual nos encontramos. Como sino explicaríamos la tomadura de pelo que las estadísticas del SEPE (Servicios Públicos de Empleo) sobre empleos, paro, afiliación y protección, ha ofrecido del mes de abril: se dice, el paro baja en abril en 46.050 personas y cae por debajo de los cinco millones y no se dice que este repunte se debe exclusivamente a los contratos temporales (sí, temporales) que se generan como consecuencia del turismo y las vacaciones. Se dice que la afiliación a la seguridad social aumentó en hostelería en 46.676 personas, cuando el incremento neto en todos los sectores y regímenes fue de un escaso de 5.000 afiliaciones.

Si fueran medianamente honestos y un poco más “científicos”, desestacionalizadas esas cifras (paro y afiliación), nos encontramos que la afiliación a la seguridad social cae en 23.492 personas y el paro aumenta en 17.663.

La contratación fija sigue cayendo a ritmos de “bolero”, consecuencia del ajuste empresarial de los costes de producción vía despidos de trabajadores fijos y “caros” y de las 1,15 millones de contrataciones realizadas, solamente 98.349 fueron contratos fijos, el resto, es decir 1,054 millones de contratos fueron temporales.

Lo más de lo más, cada quien que ponga los calificativos que dese, es la miserabilidad de las prestaciones de los millones de personas desempleadas contra su voluntad: desde el 2007, se han perdido 19 puntos en esa la tasa de cobertura, según el SEPE, es decir que más de 3 millones de parados y paradas no tienen ninguna prestación, ni tan siquiera el subsidio y así, comienza a descender el gasto en prestaciones de desempleo, como consecuencia de tres elementos políticos introducidos por el PP: parados/as que agotan todos sus períodos de prestaciones, reducción de los porcentajes que se perciben de dichas prestaciones a partir del sexto mes y endurecimiento del acceso al subsidio asistencial y a las rentas activas de inserción.

Pero si vamos a los datos reales de personas paradas, los cuales solo los podemos encontrar en la EPA, y nos fijamos no en la tasa de cobertura, sino en la tasa de protección real del paro, nos encontramos que en el conjunto del estado la tasa de protección por desempleo solo llega al 35,1%, es decir que solamente una de cada tres personas paradas percibe prestaciones, luego tenemos más de 4 millones de personas paradas desprotegidas absolutamente por el estado asistencial.

Parece lógico que la mayoría social ha entendido (por la vía de los hechos, no de la consciencia) que las políticas de “reformas estructurales que tenemos que hacer” (PP dixit), no son sino recortes a la inversa, es decir, robamos a la mayoría social para dárselo a la minoría poderosa, es decir, esta mayoría interpreta correctamente que esto es un engaño, una estafa.

Lo que necesitamos –la mayoría social-, es pasar de nominar a estos políticos y a sus políticas como los “estafadores mayores del reino” y convertir la obra cómica de sainete (se ríen bastante de nosotros y nosotras), en una tragedia, es decir terminar con esta “pantomima de paz social”.

Todo parece indicar que o cambia mucha la “obra” o el 16 los Sindicatos CC.OO y UGT, volverán a actuar de atrezzo para el empresariado, la troika y los políticos. De la mayoría social depende y el “no consentimiento” se encuentra en la fuerza que esta mayoría seamos capaces de desplegar.

Desiderio Martín


Fuente: Desiderio Martín