Competencia tras competencia son cargadas a las espaldas de la Escuela y por “simpatía” a quienes en ella y de ella viven. Cualquier asunto que forme parte del afán cotidiano de la ciudadanía conlleva la posibilidad de aprendizaje y por tanto automáticamente se considera que debe ser aprendido en la Escuela.
Y claro el morral es amplio, muy amplio, diríamos amplísimo, pero no da para tanto. El mundo en su enorme complejidad, o más bien, los múltiples mundos y universos que aparecen casi a diario, van conformando nuestros vastos conocimientos que, evidentemente, no llegan a caber en tan reducido continuo espacio temporal que es el aula. Parafraseando la anécdota conocida de San Agustín, bien podríamos relatarla de una forma similar:
Y claro el morral es amplio, muy amplio, diríamos amplísimo, pero no da para tanto. El mundo en su enorme complejidad, o más bien, los múltiples mundos y universos que aparecen casi a diario, van conformando nuestros vastos conocimientos que, evidentemente, no llegan a caber en tan reducido continuo espacio temporal que es el aula. Parafraseando la anécdota conocida de San Agustín, bien podríamos relatarla de una forma similar:
Estando el Sr Ministro, de turno, intentando programar el vasto conocimiento y las muchas competencias que debería aprenderse y alcanzarse en la Escuela, y encontrándose caminando por la playa, descubrió a un niño que había hecho un agujero en la arena y con una concha, llenaba con agua de mar aquel orificio. Tanto llamó la atención del Ministro idas y venidas del niño desde la orilla al agujero que le pregunto:
-¿Qué es lo que haces?
-Estoy sacando toda el agua del mar para colocarla dentro del agujero en la arena.
Al escuchar su respuesta, el Ministro, le explicó que, dada la inmensidad del mar, eso era imposible, a lo que el niño le respondió:
-Si eso es imposible, más imposible aún es pretender que en la Escuela se aprenda todo de todo.
Si queremos que nuestras niñas y nuestros niños aprendan unas cosas, no podremos pretender que en ese mismo tiempo aprendan otras, y como no habría tiempo para aprender todo en la Escuela, es preciso apuntar más al método o camino para conocer que al propio conocimiento. Enseñar a aprender es el gran encargo que una sociedad del S.XXI debe hacerle a la escuela. Por otro lado, datos, noticias, información, sucesos, acontecimientos, llegan a nuestras mentes a través de los medios de comunicación, rápida, desordenadamente, diríamos que atropelladamente. Multitud de cadenas de radiodifusión y televisión cuyo único objetivo es captar la atención del público lo suficiente para inocularles, aunque sea en dosis de 10 segundos, el mensaje ideológico de la fuerza política a la que sirven o el publicitario de la marca que patrocina sus emisiones. El otro gran papel de la Escuela es serenar el flujo de informaciones desbordante, que reciben la infantiles y jóvenes mentes, para de esta manera hacer posible que sean comprendidas primero y aprehendidas posteriormente, integrándose en una estructura mental coherente. Dos tareas esenciales para una Educación del presente: Serenar y ordenar los disparatados flujos de información provenientes de multitud de medios de comunicación externos y enseñar el camino, el método con las herramientas que se requieren, para comprender, aprender, e integrar crítica y personalmente el conocimiento.
Rafael Fenoy Rico
Fuente: Rafael Fenoy Rico