Artículo de opinión de Rafael Cid.

 

 

El big-bang que pende sobre la cabeza coronada de Pedro Sánchez es de estirpe bipolar. Consiste en primar el relato e instrumentalizar al relator. Todo junto y al mismo tiempo. Ante el conflicto bolivariano se asigna el rol de intermediador de parte. Justo el envés del papel desempeñado por un José Luis Rodríguez Zapatero fidelizado por Nicolás Maduro. Aunque Juan Guaidó, el copatrocinado de Moncloa y Trump, haya rechazado “todo diálogo que alargue el sufrimiento”. Fórmula-trampa que expresa a las claras lo que en realidad esconde la altruista interlocución de sus mentores. ¿En qué cabeza cabe reclamar la legitimidad para Guaidó como “presidente encargado” de Venezuela cuando Carles Puigdemont, verdadero presidente electo de Catalunya, ha tenido que exiliarse para no dar con sus huesos y la dignidad que representa en la cárcel?

Pero metidos en el ámbito doméstico cambian las tornas. Aquí la consigna bla,bla,bla  es “tender puentes” con el procés, apoderando a un “hombre bueno o una mujer” (Calvo dixit) capaz de bizcochear el costoso infringimiento. Como el Tribunal Supremo no acepta observadores internacionales en el juicio, el gobierno se saca de la manga en compensación la figura de un relator. Una mesa de partidos catalanes, con fedatario incluido pero sin Ciudadanos, que el más votado en Catalunya, solo es un aspaviento. Y por otro lado, si así fuera, ¿cómo se condimenta ese exclusivismo si lo que está precisamente en cuestión es la negativa del Estado al derecho a decidir de los propios catalanes? Un sindiós que solo se comprende por la imperiosa necesidad de Sánchez de opar los escaños soberanistas para aprobar los presupuestos y no tener que anticipar las elecciones. Otro enigma, porque según el último CIS de Tezanos ahora mismo el PSOE  sanchista ganaría los comicios con la gorra.

La crisis económica y social fruto del saqueo financiero tuvo como única virtud la de señalar el camino del ocaso al bipartidismo hegemónico. La democracia escoltada por PP y PSOE devino  a menos por las muchas fechorías cometidas por el tándem y sobre esos cauces hoyados surgieron nuevos pretendientes. De aquí y allá, Ciudadanos y Podemos rompieron el maleficio del numerus clausus ocupando algunas plazas vacantes con suerte variopinta. Por su parte, el recurrente nacionalismo conservador, aprovechando la debilidad del Estado central, desbordó su tradicional y aprovechado arrejuntamiento con los distintos gobiernos del duopolio dinástico para explorar cimas más altas. Lo que pocos, sin embargo podían prever es que ese guirigay redundaría en una política de bloques con ventaja para el bando nacional.

Esa es la situación que acaba de tomar forma con la decisión de nombrar un relator para semaforizar las sucesivos encuentros entre  el Gobierno de la nación y el de la Generalitat. Que es lo mismo que equiparar el Todo y la Parte de un mismo Estado de las Autonomías. Precisamente el “non Plus Ultra” de aquellos que signaron el Pacto de la Transición enmarcado en el cacareado “atado y bien atado”. Un “casus belli” para la Marca España (ahora España Global para beneficio de la trepa Irene Lozano, secretaria de Estado en pago por la “autobiografía” de Sánchez Manual de Resistencia) que deja en  caricatura lo que, desde el otro lado del espejo, fomenta Sánchez en Venezuela con Guaidó y su aguerrida tropa. El resultado a la vista está. Una izquierda diversa, dispersa e inconexa y una derecha múltiple, densa e intensa.

Una nueva Confederación de Derechas Autónomas (CEDA) sin ningún Frente Popular ni confluencias de izquierdas que se le aparezcan. Eso es lo que escenificará en Madrid la manifestación tridentina promovida por PP, Ciudadanos y Vox en nombre de la España de “los balcones y la banderas” contra el “felón Sánchez”. Aquel recitado redivivo de “charanga y pandereta, sagrado y sacristía” que describiera Antonio Machado. El caldo nutricio del españolismo casa-cuartel por Dios, la Patria y el Rey. Un desastre sin paliativos para cualquiera baremo democrático que se servirá del tenebrismo inoculado en la gente para militarizar conciencias y disciplinar a una sociedad civil cada vez más en ignorado paradero.

Claro que, para ser justos y benéficos, hay que decir que tan olímpico troglodismo tiene un precedente clamoroso en el reciente escrache al nuevo presidente de la Junta de Andalucía. Copia al por mayor la concentración popular del PSA-PSOE, fletando autobuses y con dirigentes socialistas al frente, para impugnar la investidura del gobierno surgido de las elecciones andaluzas tras 36 años de monopolio de poder. Entonces, los barones del PSOE que ahora secundan a Casado, Rivera y Abascal y hacen vudú a Pedro Sánchez, aplaudieron sin disimulo la desvergonzada innovación democrática del susanismo rociero. Seguimos escalando denodadamente las cumbres de nuestras ruinas.

(Nota. A la hora de cerrar esta edición, el Ejecutivo  a través de la vicepresidencia ha anunciado que la minicumbre prevista con el “campo independentista” (sic) se ha anulado, acusando a la otra parte de la ruptura. Los portavoces del Govern, por su lado, en rueda de prensa posterior, han revertido la carga de la prueba sobre Moncloa, revelando que a última hora Pedro Sánchez pidió que durante el encuentro renunciaran a hablar del derecho de autodeterminación y que se retiraran las enmiendas a la totalidad a los Presupuestos. Analizando el editorial publicado el día anterior, 7 de febrero, por el diario El País titulado Error por error, las piezas parecen encajar a favor de los grupos catalanistas. Este periódico, hoy controlado por las grandes empresas del Ibex 35 y Fondos Buitres, calificaba la propuesta de la mesa con relator de ser “una instancia política que invierte el papel institucional del Parlament” (tesis divulgada consecutivamente por Felipe González en un video). También que las conversiones iban a ser “a cambio de nada porque […] no han renunciado a la unilateralidad” y “Ni siquiera han apoyado explícitamente los Presupuestos”. Moncloa propone y el Grupo PRISA dispone).

Rafael Cid


Fuente: Rafael Cid