Artículo de opinión de Rafael Cid

“El cerebro es nuestro, pero el sistema operativo

pertenece a una multinacional”

(El Roto)

“El cerebro es nuestro, pero el sistema operativo

pertenece a una multinacional”

(El Roto)

El periódico global propiedad de los fondos de inversión y la dirección del PSOE han emprendido una cruzada para asaltar el 26-J sembrando dudas sobre la viabilidad de las pensiones. Un ataque al sistema de reparto de la protección social que implica poner de nuevo sobre el tapete el multimillonario negocio de los planes de pensiones privados de la banca. El viejo truco de la profecía autocumplida. Los mismos conspiradores que plantean el problema sugieren la solución. Y lo esgrimen, quienes, junto con el PP, ejecutaron la brutal reforma laboral que ha precarizado el empleo originando la consiguiente caída de las cotizaciones. Pura violencia estructural.

Que la situación económica que espera tras el 26-J es de órdago, es algo más que evidente. Una tasa de paro superior al 20% (el 50% entre los jóvenes menores de 25 años); un déficit descontrolado entorno al 5%; una deuda pública galopante que ya sobrepasa al Producto Interior Bruto (PIB) y Bruselas con la escopeta cargada exigiendo recortes de 8.000 millones de euros al ejecutivo entrante, son hechos para temer que todavía queda crisis por delante. El peor escenario para trasladar nuevas cargas al sistema impositivo con la excusa de financiar las pensiones. De ahí que únicamente con políticas sociales de amplia base democrática, capaces de emprender una doble ruptura con el régimen y con sistema, sea posible vislumbrar un futuro digno, equitativo, sostenible y solidario.

Pero siendo realistas, o sea pesimistas, tenemos que convenir que esa alternativa ni está ni se la espera. Los actores políticos en liza no tienen la fuerza y mucho menos la voluntad de salirse del corralito institucional. Incluso, la salida más “progresista” que ofrecen pasa por aliarse en el gobierno con el partido que primero aplicó las medidas austericidas de la troika. Estamos otra vez en el reino de “mejor malo conocido”, y no en el deseable anhelo del “summun bonun”. La realpolitik, que hace extraños compañeros de pesebre.

Aún con esa perspectiva merece la pena estar al quite, sin ceder en el empeño. No vaya a ser que, como lamentablemente ocurrió en la Grecia de Syriza, bajo unas nuevas alforjas coloquen de nuevo a la gente ante el imposible dilema de tener que elegir entre el morir o perder la vida. Recordemos que los efectos de la crisis, por causas totalmente ajenas a nuestra voluntad y ejercicio, se cebaron en el traumático desmontaje del magro Estado de Bienestar existente. A su conjuro comenzó a mercantilizarse sectores como la Sanidad, la Educación y la Seguridad Social. Áreas económicas todas ellas codiciadas por la empresa privada. Y ahora de nuevo vuelven al asedio de las pensiones insuflando desconfianza en su sostenibilidad.

Esa expropiación de la sociedad civil desde el aparato del Estado, regulando y desregulando a conveniencia de agentes externos por el ucase de los diferentes ejecutivos habidos, se profundizó con el dogal de las reformas laborales urdidas por el bipartidismo PSOE-PP. En el caso de los conservadores, en solitario, y en el de los socialistas, en alguna ocasión, con el consenso del bisindicalismo de CCOO y UGT, pero siempre con resultados semejantes: precarización del empleo. Las nuevas facilidades para el despido; el descenso de los salarios; la generalización de los contratos temporales en sus diferentes grados (jornaleros, autónomos y emprendedores) y el recorte de las prestaciones por desempleo y las indemnizaciones, dibujan el marco que ha permitido al presidente de la patronal CEOE la desfachatez de afirmar que “el tiempo un empleo fijo y seguro es un concepto del siglo XIX”.

Con este panorama, resulta indecente que lo que resulta una tragedia para la mayoría sea una un negocio para la minoría. Porque si uno mira alrededor, escudriñando el paisaje tras la batalla, solo ve un ganador: la gran banca y el sistema financiero. El estamento que incubó la crisis padecida por la mayoría de la población, fue el único que se benefició de aquella estafa. Logró que el Estado absorbiera buena parte de sus deudas; hizo que la clase política liquidara de un plumazo la competencia de las cajas de ahorros y encima persiste en relanzar el modelo de negocio del ladrillo, origen del boom-crack hipotecario, con otras actuaciones igualmente esquilmatorias de lo público-social. Estamos hablando de las pensiones. Una colosal tarta que afecta a ocho millones y medio de personas a la que la banca quiere hincar el diente.

La estrategia parece clara. En la sociedad de malestar a que estamos abocados golpe a golpe, la rentabilidad consiste en desestabilizar los potenciales yacimientos económicos que aún son gestionados en régimen de servicio público. Según eso, a una era de trabajo incierto, la lógica dice que debe corresponder otra de jubilación igualmente incierta, cuando por razones biológicas o coyunturales la gente haya salido, voluntaria o involuntariamente, del mercado de trabajo. Máxime si el computo de cotizaciones sociales para recibir una pensión digna se problematiza con carreras profesionales mal pagadas, discontinuas y cortas, que ocasionan aportaciones cada vez más raquíticas. Y ahí es donde vuelven a aparecer los planes de pensiones privados ofertados por las entidades financieras.

En este sentido resulta altamente sospechoso que el PSOE haya puesto sobre la mesa en este principio de campaña electoral esa eterna “serpiente de verano” del riesgo del sistema de protección social. Lo hace como se venden estas cosas, dando a entender que van de Robin Hood. En este momento concreto con una propuesta de “crear otro impuesto para poder pagar las pensiones” (El País. 19 de mayo). Pero a nadie se le escapa que esa propuesta conlleva una alarma sobre la capacidad para mantener las pensiones públicas. Es decir, por un lado se pone en duda el futuro del sistema de reparto y por otro se hace propaganda gratis de los planes de pensiones privados. Precisamente cuando debido al batacazo recibido en sus recursos propios por el brutal descenso en el número de votos y escaños obtenidos el pasado 20-D, Ferraz necesita de la comprensión de la gran banca para financiar al aparato.

Existe, además, un problema de credibilidad sobre de las ofertas del duopolio dinástico hegemónico que solo los muy hooligans pueden pasar por alto. Jordí Sevilla, el “padre” del invento, fue el gurú económico de Rodríguez Zapatero, el presidente de gobierno socialista que dijo aquello de “subir impuestos no es de izquierdas”, y el que aprobó la reforma laboral de las pensiones más regresiva (Ley 27/2011, que aumentó la edad de jubilación a 67 años, amplió el período de cálculo de las pensiones de 15 a 25 años y el número de años cotizados para acceder al 100% de la pensión de 35 a 37 años). Y enfrente está el PP, que en la etapa Aznar creo el Fondo de Reserva (la hucha de las pensiones) y luego continuó el desaguisado del PSOE al llegar Mariano Rajoy a La Moncloa.

Tanto PP como PSOE se comportan como aquel señor don Juan Robres, “que con caridad sin igual, mando hacer este hospital, pero antes hizo los pobres”. Lo certifican los datos de Eurostat señalando que de las 10 regiones europeas con más paro 6 son españolas (las 3 peninsulares, feudos tradicionales del PSOE: Andalucía, Extremadura y Castilla-La Mancha).Lo único coherente y regeneracionista aquí y ahora está en el programa del partido Unidos-Podemos, que propone la derogación de las reformas de las pensiones del PSOE y del PP por lesivas para los intereses de todos los españoles y suponer un torpedo contra el mayor referente de solidaridad intergeneracional e interclasista que existe. El tiempo dirá si sus palabras también se las lleva el viento. Concedámosle el beneficio del novato. De momento Podemos (no tanto IU) no carga con ninguna mochila de incumplimiento. Está virgen.

Rafael Cid

 


Fuente: Rafael Cid