Pasear por Mularroya en la primavera de 2008 es recorrer un paraje herido por la sinrazón. Los árboles que enmarcaban el latido del río Grío han sido talados y yacen muertos, víctimas de una guerra desigual, ya clásica en todos los lugares donde el botín es el agua y las reglas del juego han sido escritas por los de siempre que, en este caso y para mayor ensañamiento contra los defensores del territorio, están suscritas por todos los partidos políticos, curioso modo de estar de acuerdo todo el mundo –todo el mundo con poder de decisión- en esto del agua.

Pasear por Mularroya en la primavera de 2008 es recorrer un paraje herido por la sinrazón. Los árboles que enmarcaban el latido del río Grío han sido talados y yacen muertos, víctimas de una guerra desigual, ya clásica en todos los lugares donde el botín es el agua y las reglas del juego han sido escritas por los de siempre que, en este caso y para mayor ensañamiento contra los defensores del territorio, están suscritas por todos los partidos políticos, curioso modo de estar de acuerdo todo el mundo –todo el mundo con poder de decisión- en esto del agua.

Esos montones de madera, esas cruces de un calvario creciente, son la voz anulada de quienes se ven totalmente desprotegidos -en el mejor de los casos reducidos a un mal menor, a algo inevitable- en una comarca que, en vez de apostar por un pantano de difícil ejecución y con riesgo para la población, bien podría desarrollarse con el beneficio de un pulmón verde como es el paraje de Mularroya.

Pero ese paraje de Mularroya está surcado por serpientes de pistas que abren su tierra, que la dejan descarnada y en sangre, para que por ellas transiten materiales ajenos, camiones como tanques. Ese paraje tiene clavada, como ha sucedido en tantos otros, la quijada de la avaricia. Y las piedras, las ramas de los árboles aún en pie claman al unísono el mismo mensaje : No al trasvase del Jalón. Y es un mensaje solitario, una espina en las conciencias sensibles. ¿Dónde están quienes antaño fueron líderes y compañeros en la defensa de los ríos, en qué despacho duermen la siesta, a qué foros de pseudo-protesta dedican su intelecto, a qué amo están sirviendo ?

Y esos árboles caídos privados de ser árboles, esos árboles de lágrima ya nunca más verde, son las banderas rotas de una batalla estéril que, de nuevo, vamos a perder todos, incluidos los defensores de una obra tan irracional y testicular como cualquier otra diseñada para mercadear con el tesoro de la naturaleza.

Porque si finalmente, con la innegable colaboración de grupos anestesistas de las luchas sociales, se lleva a efecto el pantano de Mularroya, todos estaremos un poco más huérfanos de ríos. Y habrá muchos culpables, por acción o por omisión, pero nadie lo será tanto como el partido en cuyo discurso resulta más incoherente apoyar este trasvase del Jalón.


Fuente: Mª. Victoria Trigo Bello