En más de 40 países del mundo se estuvieron produciendo altercados ante el aumento
vertiginoso en los precios de los alimentos. Según la Unión Internacional de Trabajadores de la
Alimentación (UITA), los alimentos a nivel mundial subieron un 90%, se duplicó el valor del
trigo en un año y otros granos y alimentos básicos sufrieron espectaculares aumentos. El propio
Fondo Monetario Internacional (FMI) augura 100 millones de posibles hambrientos.
Sin duda alguna, el modelo hace aguas por todas partes y se empieza a ver la verdadera cara de
esa libertad de mercado que prometía mejores precios y bienestar. Se atribuye la crisis a la suma
de varios factores, aunque varía la importancia que cada autor le confiere a un factor u otro. La
subida del precio del petróleo sería una causa importante en algunos lugares del mundo, pero
por ejemplo en Europa dicho incremento se debería contrarrestar parcialmente con un euro cada
vez más potente. Además tampoco explicaría los vertiginosos aumentos acaecidos en un periodo
de tiempo reducido. Otras causas puestas en el tapete han sido las malas cosechas en algunos
puntos del globo motivadas por sequías y temporales consecuencia del cambio climático. Sin
embargo UITA resta importancia arguyendo por ejemplo que la mala cosecha de granos en
Australia “…no ha agregado más del 1,5% al precio mundial del trigo”. El aumento en el
consumo de carne y leche en países como India y China también se señala como motivo del
incremento. Pero para UITA este hecho no justifica la crisis por cuanto “…la demanda
creciente de proteínas de origen animal ha sido constante y no explosiva. No puede explicar el
incremento del 31% en el precio del arroz que ocurrió apenas en los últimos días de marzo o el
incremento del 400% en el precio de las tortillas mexicanas”.
Hay dos factores que sí suman más consensos : por una parte la especulación en el mercado
alimentario, y por otra parte, el cambio del rol de la tierra impuesto desde la óptica liberal que
microniza la seguridad alimentaria en beneficio del agronegocio. O sea, la tierra ya no debe
parir alimentos, sino aquello que sea más rentable ¿Y qué es aquello más rentable ? Pues
paradójicamente productos que acaban en el primer mundo. Tres casos destacaré.
Primero, los agrocombustibles (mal llamados biocombustibles). Desde hace años miles de
organizaciones agrarias, ecologistas, ONG’s, etc. han advertido que la transferencia de
alimentos del estómago al depósito del coche iba a elevar el precio de la comida. Los países del
norte bien saben que para llegar a los objetivos de producción de agrocombustibles que ellos
mismos se han establecido, necesitan inexorablemente los campos y las tierras del sur, lo que
significa una reducción de la superficie para alimentos. El arrollador aumento del valor del maíz
en México a principios de 2007, fue simplemente un aviso de lo que estaba por venir.
Después no ha existido debate, la propaganda oficial ha ensalzado las discutidas propiedades
ecológicas de los agrocombustibles y los medios de comunicación de masas, una vez más, han
silenciado las voces disidentes y han sido parciales en su información. En países como España,
el gobierno de seudo izquierdas de Rodríguez Zapatero permite situaciones deplorables como
que la que sufren los citricultores tradicionales valencianos, mientras subvenciona y patrocina a
bombo y platillo el cultivo de agrocombustibles. El mensaje es tan claro como desolador : “Sr.
agricultor, si quiere vivir de la tierra deje de producir alimentos y cultive gasolina”.
Ahora, los avisos que las organizaciones de la sociedad civil proclamaban años atrás, son
refrendados hasta por reverendos del libre mercado como el presidente del Banco Mundial
Robert Zoellick u organizaciones como la OCDE o el FMI. El ex relator especial de la ONU
para el derecho a la alimentación, Jean Ziegler, llegó a afirmar que “Es un crimen de lesa
humanidad quemar alimentos para generar agrocombustibles”.
Sin embargo, la seguridad alimentaria no se ha visto afectada únicamente por el cultivo de
agrocombustibles. De la tierra donde antes brotaban alimentos ahora también lo hacen cultivos
destinados a forraje para las granjas del primer mundo. Antes Argentina era conocida como el
granero del mundo, ahora peyorativamente se le denomina “republiqueta sojera” porque con
datos de febrero de 2008, más de la mitad de la superficie cultivable del país alberga soja que en
un 95% es exportada. Es el primer país del mundo en exportación de harina y aceites de soja,
primero en girasol, segundo en maíz, tercero en soja y cuarto en trigo. Este modelo
agroexportador ha generado una entrada de divisas pero ¿Cómo ha repercutido en la sociedad ?
Según datos del Informe Sobre Desarrollo Humano 2007-2008 del PNUD, Argentina tenía
menos del 2,5% de población desnutrida entre los años 1990-1992 y ascendió al 3% entre 2002-
2004,62 debido a la fuerte crisis de finales de 2001. Si bien datos más recientes reducen el
porcentaje de desnutrición, numerosas organizaciones como la Central de Trabajadores de la
Argentina o el Movimiento Nacional de los Chicos del Pueblo, desconfían de las cifras oficiales
y afirman que siguen muriendo personas de hambre (sobre todo indígenas).63 En los últimos
años y según los diversos informes “Panorama Social” que anualmente edita la Comisión
Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL), Venezuela y Argentina fueron los países
en América que más disminuyeron la pobreza. En el año 1999, el 23,7% de los argentinos era
pobre. Dicha cifra se duplicó en 2002 por la espectacular crisis, para luego bajar de nuevo al
26% en 2005 y al 21% en 2006. Sin embargo, diversos analistas entrevistados por la agencia
IPS indicaron que durante el año 2008 la tendencia se podría revertir por el alza de los precios
de los alimentos. Para finales de año la pobreza podría escalar a un preocupante 30% y el sector
indigente podría tener más dificultades para adquirir alimentos que en la crisis de 2001-2002. La
inflación en el último año, calculada por estos expertos, es 3 veces mayor a la publicada por el
gobierno, es de las más elevadas del continente y está fuertemente influenciada por el alza de
los alimentos. Teniendo en cuenta estos datos ¿A quién beneficia que Argentina sea el primer
exportador a nivel mundial de girasol, segundo de maíz, tercero de soja y cuarto de trigo ?
GRAIN advierte que en los países del sur “…las tierras fértiles fueron reconvertidas de la
producción de alimentos para abastecimiento de un mercado local a la producción de
commodities mundiales para la exportación o cultivos de contra estación y de alto valor para
abastecer los supermercados occidentales. Si las cosechas se destinaran para los estómagos,
posiblemente se podría alimentar al doble de la población mundial. El problema es que un
porcentaje muy elevado se desvía hacia los caprichos del norte. El estado español por ejemplo,
importa un 66% más de alimentos que hace diez años y muchos de ellos podrían producirse
localmente. Esta metamorfosis del campo y la supremacía del agronegocio, presionan los
precios de los alimentos y como informa GRAIN “Hoy, aproximadamente el 70% de los
llamados países en desarrollo son importadores netos de alimentos. Y de las 845 millones de
personas con hambre en el mundo, 80% son pequeños agricultores y agricultoras.”
Según la
FAO, en el último año los países pobres gastaron un 40% más de dinero en importar alimentos.
Respecto a 2000 dicho gasto podría multiplicarse por cuatro.68 El no cultivar alimentos y el
paulatino exterminio de la agricultura tradicional sitúa en riesgo de hambre a muchas personas.
¿A quién ha beneficiado la transformación de la tierra de los países del sur en factorías y huertos
del primer mundo ?
Sobre la especulación en el mercado agrícola, la organización GRAIN cita una fuente que
estima que el dinero especulativo en alimentos creció de los 5.000 millones de dólares en 2000 a
los 175.000 en 2007. Según esta misma organización, unas pocas transnacionales de granos,
semillas, agroexportadoras, productos agroquímicos así como grandes cadenas de
supermercados, lograron el año pasado y siguen generando ahora extraordinarios beneficios
gracias a que conforman oligopolios y controlan toda la cadena productiva. Detenerse a pensar
fríamente es espeluznante, pues no se llega a entender como existen personas que están
dispuestas a enriquecerse a cambio de hambre. Tampoco se entiende porque la clase política no
interviene los mercados para frenar esta práctica terrorista. Con estos datos se vislumbra quién
se beneficia y quién sale perjudicado gracias a la sacrosanta y falsa libertad de mercado.
Además el patrón se repite en otros sectores de la economía. Los precios del petróleo y de la
vivienda están por las nubes mientras grandes multinacionales petroleras y constructores se
hacen multimillonarios.
Durante este trabajo se ha hablado varias veces de la figura del intermediario. Sería injusto dejar
fuera del mismo la figura de las multinacionales agroexportadoras, que en el fondo son grandes
intermediarios que, o bien tienen sus fincas en el sur, o bien acaban comprando la producción
local para luego exportarla. Algunas de sus prácticas pueden conocerse en mi libro “El parque
de las hamacas”, que analiza el caso de miles de personas enfermas por el contacto con el
peligroso agroquímico DBCP, que tuvo lugar en las fincas bananeras de América Latina durante
los años 70. Muchas de estas empresas fueron responsables de que a muchos países se les
denominara peyorativamente “Repúblicas bananeras”, pues eran gobernados por ellas y sus
intereses. Dichas compañías protagonizaron matanzas, golpes de estado y en fechas recientes
alguna fue condenada por traficar con armas. La UITA o la Coordinadora de Sindicatos
Bananeros de América Latina (COLSIBA), tienen documentados infinidad de informes y
denuncias por las prácticas de las agroexportadoras.
En algunos cultivos como el propio banano, unas pocas transnacionales manejan casi todo el
pastel del comercio mundial de dicha fruta. Esto les confiere una posición de privilegio que no
dudan en explotar. Han sido señaladas por comprar a precios bajísimos a productores locales, y
en sus fincas o en aquellas que les venden la producción, la animadversión por los sindicatos
alcanza cotas esquizofrénicas.
Regresando a la crisis de los precios, otro factor influyente viene dado por la dependencia a los
fertilizantes y productos químicos que están acaparados por unas pocas empresas, lo que ha
derivado en aumentos espectaculares en sus precios de venta. Según ejecutivos de Bayer y
Monsanto, los fertilizantes suponen el 35% de los costos de producción y en un año el valor de
éstos se ha duplicado. En México, desde la desnacionalización de la industria petrolera no se
fabrican fertilizantes. Ahora son suministrados por multinacionales y el precio de se multiplicó
por seis en dos años. Este hecho también ha contribuido a la subida de los precios de los
alimentos y junto al peligro para las personas (como queda patente con el caso del DBCP), el
medio ambiente y la extrema dependencia al petróleo de los agroquímicos, plantea la necesidad
urgente de fomentar y dirigir recursos hacia una agricultura ecológica, local y a pequeña escala.
A estas causas se podría añadir otra desgranada en este trabajo : la desaparición en las últimas
décadas de millones de agricultores y la consecuente concentración de la tierra y el agronegocio
en manos de un oligopolio que establece las condiciones y especula. O dicho de otra manera, el
cambio de paradigma que el neoliberalismo ha introducido en la agricultura : de la tradicional
donde millones de pequeños agricultores cultivaban para comer y/o trabajar, de una manera más
respetuosa con el medio ambiente, conservando variedades autóctonas, fomentando los tejidos
rurales, enriqueciendo la diversidad cultural, participando en el desarrollo de sus comarcas,
generando puestos de trabajo y contribuyendo a la seguridad alimentaria en sus territorios ; se ha
pasado y se fomenta la agricultura donde la premisa única y fundamental es el negocio, la
concentración y la acumulación paranoica del capital. Para ello se ha fomentado el agronegocio
industrial desde organismos multilaterales y gobiernos cipayos. Los créditos a pequeños
agricultores se han ralentizado o congelado, se ha tolerado que fueran expulsados de su tierra y
que sus cosechas naufragaran ante la producción externa. Se engatusó a los países del sur para
que abandonaran el cultivo de alimentos en favor de unos agrocombustibles y commodities que
generarían ingresos para importar la comida. La inversión pública en agricultura de estas
naciones adelgazó considerablemente. Según Jacques Diouf, Director General de la FAO, “…la
ayuda otorgada a la agricultura en el ámbito del desarrollo pasó de 8000 millones de dólares
(usando como base el año 2004) en 1984 a 3400 millones de dólares en 2004, (…) En
porcentaje, durante el mismo período, disminuyó la proporción de la ayuda pública al
desarrollo correspondiente a la agricultura, que pasó del 17 % en 1980 al 3 % en 2006. En los
presupuestos de las instituciones financieras internacionales se registró una drástica reducción
de los fondos destinados a las actividades que constituyen el principal medio de vida del 70 %
de los pobres del mundo. En un caso revelador, el porcentaje de la cartera de préstamos
asignado a la agricultura por una institución pasó del 33 % en 1979 al 1 % en 2007.”
Ante semejante caos, en lugares como Europa las autoridades derrochan grandes sumas de
dinero público subvencionando a grandes terratenientes, aristócratas, monarcas, etc. Apuestan
ciega e incondicionalmente por tecnologías como los transgénicos, que en un pasado fueron
publicitados como una especie de criaturas divinas y milagrosas. Amigos de la Tierra ha
publicado recientemente un interesante informe donde se descubre el buen rollo existente entre
altos cargos de la Comisión Europea y EuropaBio (lobby de la biotecnología). Este curioso
compadreo no dispersa los nubarrones de la actual crisis alimentaria y ofrece una explicación
más convincente al fanatismo biotecnológico de las autoridades europeas.
Por el momento, se han escuchado dos propuestas para frenar la crisis. Una se podría definir
como un “peligroso parche caritativo” de urgencia consistente en aumentar el dinero que se
destina a la compra de alimentos a través del Programa Mundial de Alimentos. Decir que con
una gran parte de ese dinero se compra los excedentes de granos generados en USA para
llevarlos a los países necesitados. En algunos casos se ha denunciado que esa comida llega a los
mercados desplazando la producción local. Además hay un razonamiento que salta a la vista : Lo
más lógico sería comprar esa comida en el mismo país donde va a ser consumida o en países
cercanos, y no comprar la sobreproducción estadounidense fruto de políticas proteccionistas que
los integristas del mercado prohíben tajantemente en el sur.
La segunda medida es el anuncio de que debe aumentar la superficie agrícola para producir más
alimentos, lo cual no tiene mucho sentido si tenemos en cuenta que supuestamente hay cultivos
para alimentar a 12.000 millones de personas. Además si se eleva dicha superficie la frontera
agrícola avanzará sacrificando bosques y selvas. Es decir, se cultiva agrogasolina para
supuestamente reducir las emisiones de CO2 pero se encarece el precio de los alimentos ; para
frenar el incremento se aconseja aumentar la superficie de cultivo, pero esto redundará en un
avance de la frontera agrícola y los bosques talados para cultivar dejarán de absorber CO2 y el
carbono fijado en su interior regresará a la atmósfera. He aquí un caso típico donde una muy
buena pescadilla se muerde terca y ferozmente la cola.
En Europa, a finales de mayo, las autoridades revisaron la Política Agraria Común (PAC) en
busca de soluciones a las crisis. El rechazo fue evidente por parte de algunas organizaciones
agrarias. COAG advirtió que este “chequeo médico” : “…sigue en la línea del desmantelamiento
de la única política común de los 27, profundizando en las principales medidas que sirvieron
de base en la reforma de la PAC de 2003 : liberalización, desregulación, desacoplamiento de
las ayudas (no ligadas a la producción) y recortes de los apoyos para el sector agrario. La
experiencia ha hecho visibles las negativas consecuencias que este patrón está teniendo para
agricultores y consumidores : el precio de los productos básicos se ha disparado, provocando
problemas de acceso a los alimentos para la mayoría de la población. Al mismo tiempo, los
agricultores y ganaderos reciben precios que no les permiten cubrir los costes de producción
(que en el último año han subido de medio más de un 60%), de ahí que muchos estén
abandonando una actividad que es fundamental para el mantenimiento de nuestros pueblos.”
El resentimiento también se hizo patente tras la Cumbre de la FAO en Roma, celebrada a inicios
de junio. Las organizaciones sociales que realizaron su propio foro, Terra Preta, se mostraron
fuertemente decepcionadas tras los acuerdos conseguidos por los “representantes de los
pueblos”. Algunas afirmaciones de éstas fueron : “La declaración final no llenará ningún plato.
Las recomendaciones de más liberalización provocarán más violaciones del derecho a la
alimentación”, “Los reclamos de los movimientos sociales de más protección y apoyo a los
productores en pequeña escala sostenibles, de reforma agraria y de medidas concretas contra
la especulación financiera, han sido totalmente ignorados por los gobiernos”, “Es una gran
decepción que los gobiernos todavía no reconozcan que la crisis actual es resultado de décadas
de ajuste estructural que ha violado sistemáticamente el derecho a la alimentación”, “Es una
vergüenza que algunos gobiernos no impidan a las compañías internacionales procesadoras de
semillas, granos y alimentos aprovechar la crisis alimentaria para aumentar sus beneficios”.
¿Y que se podía esperar de la cumbre del G-8 celebrada en el mes de Julio en Japón ? Pues más
de lo mismo, pero como espectacular guinda a este bochornoso espectáculo, varios agricultores
coreanos de Vía Campesina que habían viajado a Japón, fueron detenidos, deportados y
señalados como posibles perturbadores de la cumbre.
Nadie con poder se plantea hasta el momento lo que miles de organizaciones reclaman desde
hace años : que no se apliquen los criterios neoliberales que desplazan al agricultor, concentran
la oferta, favorecen la exportación y desatienden el cultivo de alimentos. Es necesario para
frenar situaciones como las que se viven en la actualidad que las autoridades intervengan para
garantizar la seguridad y la soberanía alimentaria de los pueblos. Vía Campesina lo dice así :
“La crisis actual pone de manifiesto que no se puede jugar con la alimentación y que la
regulación de los mercados tanto a nivel internacional como a nivel europeo es indispensable
para la seguridad alimentaria de las poblaciones.” COAG va en la misma línea : “La UE debe
cambiar su política neoliberalizadora radical de abandono de la regulación de mercados y
debe reinstaurar los mecanismos que eviten la fluctuación de los mercados agrícolas y
garanticen unos precios a los agricultores que superen sus costes de producción.”
Esta crisis de la alimentación y sus causas no son coyunturales sino claramente estructurales.
Este modelo agrícola en particular y de desarrollo en general está agotado. Tengan en cuenta
que será muy complicado que el año que viene el petróleo se abarate, que cambien los patrones
de consumo, que cesen los temporales y sequías consecuencia del cambio climático, que se
impulse la seguridad alimentaria en detrimento del agronegocio y que los inversores dejen de
enriquecerse a cambio de hambre y miseria. Por lo tanto, es hora de que los estados intervengan
para dar soluciones positivas y efectivas que redunden favorablemente en los consumidores,
agricultores, ganaderos, pescadores, etc. Y si los estados no adoptan estas medidas, las
organizaciones sociales, especialmente las agrícolas, deberían pensar seriamente tomar las calles
y las carreteras porque desgraciadamente, en las democracias burguesas esta medicina es la
única que entiende la corruptela del poder.
Algunos/as, los y las políticamente correctos, ya estarán pensando que soy un radical. Para mí
que tienen la escala de valores un poco oxidada. Para mí radical es un mundo donde cientos de
millones de personas sufren la zozobra del hambre porque unos cuantos agroterroristas quieren
acaparar más poder y capital. Donde se despoja al campesino, se le expulsa de la tierra o se le
sumerge en huracanes doctrinarios que no comprende. Para mí eso sí que es radical, pero, allá
cada uno con sus principios.
Fuente: Vicent Boix.
Escritor, autor de "El parque de las hamacas"