1- Hay dos visiones contrapuestas de entender la agricultura. La primera, la visión simplista y
mecanicista del agro como un gran negocio en la era de la globalización. Sometido sin previo
aviso a la ortodoxia del mercado y a sus falsas leyes de libertad, y que está o pretende estar en
manos de unos pocos. En la otra banda, la agricultura de subsistencia y a pequeña escala.
Conformada por cientos de millones de personas que siembran para alimentarse y para tener un
trabajo generando a la vez bienestar y futuro. Que garantizan la seguridad y la soberanía
alimentaria, mantienen vivo el tejido rural, enriquecen la diversidad cultural y ofrecen mayor
protección y equilibrio al medio ambiente. Ambos modelos son incompatibles pues el primero
busca maximizar y acaparar la riqueza desplazando al segundo.
2-El tan cacareado libre mercado es una falacia. Sus pilares teóricos no se aplican por igual y
su funcionamiento no es autónomo y ajeno a la intervención. Se manipula en beneficio de los
grandes intereses. Como dice Noam Chomsky (profesor de Lingüística en el Instituto
Tecnológico de Massachusetts y ensayista político) : “Son programas neoliberales para las
víctimas, pero no para los manipuladores. (…) La gente que trata de imponer los principios del
neoliberalismo en el tercer mundo y en los slums (barrios bajos) de nuestras ciudades, no
quiere esos principios para ella misma. Quiere un poderoso estado nodriza para protegerlos,
como siempre.” Es una ilusión pensar en el neoliberalismo como una coyuntura donde todo el
mundo puede participar y beneficiarse. Jean Ziegler, el ex relator especial de la ONU para el
derecho a la alimentación, recuerda que “La liberalización total equivale a la organización de
una pelea entre el campeón mundial de boxeo Mike Tyson y un desnutrido desempleado
bengalí. Para decir después al estilo de la OMC que las mismas reglas valen para los dos, que
los dos tienen los mismos guantes y que seguramente el mejor ganará. (…) El neoliberalismo en
sí es un sistema asesino.“
La paulatina concentración de los productos de consumo, los procesos de producción, las
materias primas y los servicios en manos de unos pocos y la cada vez más precaria situación de
la clase trabajadora y agrícola, es la clara evidencia de qué es y para qué sirve el neoliberalismo.
Alberto Montero, Profesor de Economía Aplicada de la Universidad de Málaga, lo explica así :
“Yo creo que el problema actual obedece a que con la liberalización de determinados sectores
para favorecer una mayor competencia que redunde en mayores beneficios para el consumidor
(fundamentalmente, precios más bajos y mejor servicio), se suele generar el fenómeno opuesto
al esperado porque las empresas lo que hacen es, en primer lugar, tratar de expulsar a los
competidores más débiles para, una vez controlado el mercado por unas cuantas, esto es,
llegados a una situación de oligopolio, repartirse el mercado y fijar precios mediante
comportamientos colusorios.”. En el caso de la citricultura valenciana, se ha visto como la
intermediación está en manos de unos pocos y al paso que vamos la tierra y la comercialización
también lo estará. Esta es la trampa del libre comercio.
3-La agricultura valenciana es víctima del libre mercado. Dicha doctrina postula la no
intervención del estado en la economía. Esto deriva en que el gobierno no gobierna y no puede
plasmar las exigencias y soluciones que desde las asociaciones de agricultores se proponen,
dejando a éstos a la deriva. No se pueden establecer precios mínimos, ni frenar los oligopolios y
abusos de la distribución, ni crear un fondo de crisis, ni limitar la producción y en general, no se
puede intervenir hacia una solución integral de la crisis citrícola. Joan Brusca dejó entrever este
punto cuando dijo : “Esa reacción popular contrasta con las de las diversas administraciones
que no quieren saber nada del asunto de los precios, echando balones fuera y desviando las
culpas hacia otras direcciones como si ellos no fueran gestores públicos de la cosa agraria”.
Cristóbal Aguado, presidente de la Asociación Valenciana de Agricultores, coincidió cuando
denunció que “El sector está planteando importantes propuestas para atajar la crisis, pero
todas chocan contra la ineficacia y la dejadez del Ministerio, que parece haber abandonado el
sector a su suerte. Tenemos un gobierno que agrícolamente no gobierna, sin rumbo, que no
atiende a las peticiones de los agricultores y que, por el contrario, va a su bola conformándose
con lo que la Comisión Europea le pone delante y pensando en hipotéticas reflexiones globales
cuando el campo necesita desesperadamente unas soluciones eficaces y urgentes.”
4-El concepto de libre mercado sitúa en tela de juicio el concepto de democracia. Por ejemplo,
al preguntarle a Josep Puxeu sobre controles en la producción para evitar la sobreoferta, él negó
esa posibilidad amparándose en la liberalización económica emprendida en el seno de la UE. La
conclusión es clara : el pueblo es abandonado, la democracia se desvirtúa, el mercado se
antepone a un demos sin cracia. Atilio Borón, Profesor de Teoría Política y Social de la
Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad de Buenos Aires y ex Secretario Ejecutivo del
Consejo Latinoamericano de Ciencias Sociales, afirma : “…el debilitamiento de los Estados
nacionales facilitado, por un lado, por la extinción práctica de la idea de nación –
supuestamente subsumida bajo la corriente «civilizatoria» de la globalización- y, por el otro,
por el imperio de las políticas «orientadas hacia el mercado» culmina en la degradación de la
nación al rango de un mercado. Además, lo anterior significa aceptar (…) que los hombres y
las mujeres de la democracia son despojados de su dignidad ciudadana y se convierten en
instrumentos, en simples medios, al servicio de los negocios de las empresas.” Sin embargo,
esa libertad de mercado que acaba con el sustento de miles de personas, no se aplica a todos por
igual. Recientemente, Estados Unidos estudiaba la mayor intervención estatal de la historia
por un monto de 700.000 millones de dólares, a fin de para salvar el sistema financiero. Por las
mismas fechas, en una muestra de cinismo sin parangón, la patronal española pedía al gobierno
“un paréntesis en el libre comercio”. Es decir, no quieren intervencionismo para que no se
obstaculicen sus negocios, pero cuando lo revientan todo tiene que ir “papa estado” para apagar
el fuego con dinero público. Privatizando los beneficios y socializando las pérdidas.
5-En otras partes el neoliberalismo también ha devastado la agricultura. En América Latina, el
principal problema con los tratados de libre comercio y demás acuerdos neoliberales estriba en
la reducción de los aranceles en algunos productos, que ha permitido la importación de los
excedentes subvencionados desde Estados Unidos a unos precios más competitivos. Además los
gobiernos han ido abandonando a los agricultores a su suerte, de manera similar a lo acaecido
con los citricultores valencianos. Esto ha producido el desplazamiento de la producción local y
la consecuente ruina de millones de personas. Según datos de Hernán Pérez Zapata, Colombia
antes podía auto abastecerse de su propio trigo hasta que el estadounidense fue invadiendo sus
mercados. En 1966 el país sudamericano producía 160.000 toneladas e importaba 120.000. En
1990 cultivaba 20.000 e importaba 1.200.000. En el 2004, la importación superó 1.800.000
toneladas. En el maíz, de 1990 a 2002, el país pasó de importar 20.000 toneladas a 1.800.000.
Cabe recordar que el maíz, el trigo y el arroz representan el 60% de la alimentación mundial y
en algunas sociedades son la base nutricional de la ciudadanía. Si además tenemos en cuenta
que de la agricultura depende el 75% de la población en China, el 77% en Kenia, el 67% en la
India o el 82% en Senegal ; se puede observar perfectamente que esta serie de medidas
económicas pueden arrastrar a la miseria, hambre y ruina a cientos de millones de personas.
En México, la Confederación Nacional Campesina denuncia que a diez años del Tratado de
Libre Comercio entre USA, Canadá y México (NAFTA)“…sólo quedan 5 mil 200 productores
de arroz en todo el país, cuando hace una década eran casi 30 mil, y si antes se sembraban
unas 250 mil hectáreas, la superficie actual apenas llega a 70 mil.” Y en ese mismo país
“Investigadores de varias universidades mexicanas como Alma Ayala Garay aseguran que
aproximadamente emigran al año 40.000 habitantes de las zonas rurales y de esos, muchos se
dedicaban a los cultivos de frijol y maíz”.
6-Hay que acabar con mitos y estereotipos tales como “agricultores del sur” y “agricultores del
norte”. Más adecuado sería distinguir entre pequeños y grandes agricultores, o simplemente
entre ricos y pobres. Vía Campesina lo dice bien claro : “…el verdadero conflicto -en torno a los
alimentos, la agricultura, la pesca, las fuentes de trabajo, el medio ambiente y el acceso a los
recursos- no es entre el Norte y el Sur, sino entre ricos y pobres. Es un conflicto que gira en
torno a los diferentes modelos de producción agrícola y desarrollo rural, un conflicto que está
presente tanto en el Norte como en el Sur. Es un conflicto entre la agricultura industrializada
centralizada, controlada por las corporaciones y orientada hacia las exportaciones, por un
lado, y la producción campesina y familiar sustentable y descentralizada principalmente
destinada a los mercados nacionales, por otro.”
¿Acaso se benefician los pequeños agricultores marroquíes de la exportación citrícola ? Se ha
visto que no y es más, salen perjudicados como indica Aakik Driss, secretario general del
Sindicato de Campesinos de Aoulouz (provincia de Taroudant) :“El régimen marroquí defiende
siempre los intereses de los compradores y de los grandes propietarios en la llanura de Souss,
quienes, tras arrancar los arganes, ocuparon las tierras colectivas de los campesinos pobres en
la zona. Todo ello para implantar campos de hortalizas y cítricos, o lo que es lo mismo, para
impulsar una agricultura capitalista destinada a la exportación hacia Europa. El embalse se
construyó con el sudor y la sangre de los campesinos pobres de Ouzioua que perdieron sus
tierras, su único medio de subsistencia, a cambio de indemnizaciones ridículas…” En la otra
banda tenemos la citricultura valenciana, que aún hoy aunque cada vez menos, está conformada
por miles de minifundistas. Unos pocos viven de sus cosechas y el resto tienen otros trabajos,
aunque oxigenan con la tierra la cada vez más apretada economía familiar. Muchos cultivan en
sus parcelas otros alimentos para consumo doméstico. ¿Quién sale perdiendo en esta coyuntura ?
Sin duda alguna, minifundistas y campesinos valencianos y marroquíes.
7-Esta división geográfica errónea desemboca en un segundo mito que convendría revisar,
defendido incluso por algunas ONG’s. Me refiero a la petición de eliminación de los aranceles
en el norte. Si tenemos en cuenta que la mayoría de agricultores del sur practican agricultura de
subsistencia, venden en mercados locales o tienen que tratar con intermediarios ¿Les beneficia
en realidad que los aranceles del norte se desarmen ? ¿Este hecho no sería un nuevo espaldarazo
a la agroexportación en detrimento de la soberanía alimentaria ? ¿Cómo se puede combatir la
injusticia liberalizadora con más liberalización ? ¿Acaso olvidan que en el norte también hay
pequeños agricultores y en el sur grandes terratenientes y transnacionales agroexportadoras con
poder y voracidad ? Que se lo pregunten al matrimonio de los Kirchner, que durante años criaron
a cuervos sojeros que ahora les están sacando los ojos. Y también que se lo pregunten a los
pequeños campesinos que son expulsados de sus tierras por la avaricia de unos pocos. También
a los bosques que ven avanzar imparablemente la frontera agrícola. Gustavo Duch, director de
Veterinarios Sin Fronteras, dice al respecto que “Es preocupante la defensa que desde algunos
medios de comunicación y de algunas ONG de desarrollo se hace del comercio internacional
situándolo como herramienta casi mágica para asegurar el desarrollo. Y desde esos discursos
de lucha contra la pobreza se defiende el papel de la OMC (se anima a los gobiernos a
participar en las cumbres) si es que acepta introducir medidas regulatorias ; o se criminalizan
las políticas arancelarias que pueden proteger a los pequeños campesinos frente a la dura
competencia de los agronegocios. En las políticas agrarias el comercio internacional no puede
figurar como prioridad. Así lo defienden las familias campesinas integradas en la Via
Campesina, y los hechos lo demuestran. Los beneficios de la exportación del azúcar antaño o
de la soja ahora nunca rebosan hacia los pequeños productores.”
En julio de 2004 pude asistir al IV Foro Mesoamericano por la Diversidad Biológica y Cultural,
celebrado en el municipio salvadoreño de Carolina. Durante varios días pude entrevistar a
agricultores y expertos de varios países americanos diferentes. Les pregunté sobre los problemas
que ellos enfrentaban u observaban. Juan Rojas, del Instituto de Permacultura de El Salvador,
destacaba la importación de productos subsidiados y las pésimas políticas gubernamentales.
Macario Santizo, maya quiché guatemalteco, mencionaba como existe una concentración de las
tierras fértiles mientras que el campesino pobre tiene las peores. Santizo apuntaba también a la
entrada de agroquímicos y sus plagas, así como al cambio en los patrones climatológicos
consecuencia directa del cambio climático. La mayoría de estos campesinos no disponen de
sistemas de regadío y dependen de la lluvia. Ellos han constatado distorsiones en las fechas de
las estaciones lluviosas y también han sido víctimas de violentos temporales.
Artemio Aguilar y Romi Palacios, técnicos agrícolas guatemaltecos que trabajan con
agricultores pobres, resaltaron también los problemas climatológicos, la dependencia hacia los
insumos derivados de la revolución verde y la inexistencia de financiamiento. Sobre el modelo
agroexportador reinante señalaron que “Te han impuesto los precios, la demanda, los
volúmenes de compra, etc.”. Es muy curioso como señalaban un problema que,
alucinantemente, es el mismo que padecen los citricultores valencianos : el intermediario. Dicen
de él que “Es una figura bien conocida y nosotros lo denominamos de otra manera : El coyote.
El que tiene menos riesgos en la inversión y el que más gana es el intermediario.”
Generalmente el coyote se aprovecha de que el agricultor no tiene vías de comunicación,
transporte para sus productos y un mercado seguro (Posiblemente indefenso ante las
importaciones subsidiadas). La incertidumbre generada por estos factores obliga al campesino a
vender de cualquier manera al coyote, que ofrece transporte y salida al producto. Algunas veces
de un intermediario local que transporta la cosecha, se pasa a uno regional que la procesa y
luego a otro nacional que la exporta. El agricultor, al igual que en Valencia, paga caro el paso
por esta cadena pues el coyote se acaba embolsando entre el 50 y el 75% del valor final.
Cesar Morales es mexicano, concretamente de Chiapas. Cuando lo entrevistaba era miembro de
un comité cívico de carácter local que tenía vínculos con el campesinado. Morales coincidió con
sus compañeros al señalar problemas como la inexistencia de políticas públicas. No existen
subsidios ni créditos, solamente para amigos y conocidos de personas bien ubicadas en el poder.
Hasta las instituciones que apoyaban a campesinos se han desmantelado. También subrayó los
factores meteorológicos asociados al cambio climático, que no son solventados con el regadío
porque por regla general no existe. Morales criticó fuertemente los tratados neoliberales que
impiden el financiamiento público y desarman los aranceles permitiendo la entrada de productos
subsidiados. También porque privatizan los recursos (biopiratería). Finalmente habló del
intermediario con escepticismo : “El famoso coyote, donde quiera existen.”
Con las declaraciones de Teófilo Martínez, del Consejo Cívico de Organizaciones Populares e
Indígenas de Honduras (COPINH), se fue conformando un patrón al señalar prácticamente lo
mismo que sus compañeros. Reprochó duramente el neoliberalismo especialmente las
importaciones subsidiadas, al intermediario y el pasotismo gubernamental. La palabras de
Lorenza Pichinte, campesina salvadoreña, aportaron una nueva dimensión al mencionar ciertos
problemas estructurales como la pobreza, el analfabetismo, la doble carga laboral para la mujer
campesina, etc. Sin lugar a dudas estos factores son un lastre molesto para el agricultor pobre.
Mencionó por ejemplo que frecuentemente los padres de las comunidades tienen que pagar
materiales de educación básicos como pupitres o pizarras. Si a esta realidad se le añade los
problemas y dificultades que se han ido desgranando, el cuadro final es dramático.
Regresando al presente, en agosto de 2008, Vía Campesina realizó un llamamiento porque
líderes de la organización en Honduras estaban siendo hostigados. Así mismo son conocidas las
presiones y expulsiones por la fuerza de campesinos en Paraguay, Argentina, Brasil, etc. Estos
desalojos, extorsiones, presiones, secuestros e incluso asesinatos, son constantes en muchos
países del mundo, pero sin embargo son desconocidos por la opinión pública. Ciertas
transnacionales de la solidaridad que se jactan de defender los derechos humanos, miran a otro
lado y centran sus pomposas campañas en países como China, Irán, Venezuela o Cuba, ya que
su producto solidario es más vendible para la ciudadanía primermundista que en el fondo es
quién paga la cuota de socio o apadrina niños.
Por lo tanto y resumiendo : A- Suprimir los aranceles del norte supondría un impulso al
agronegocio que en el sur también está controlado por grandes propietarios, coyotes y
transnacionales. Este hecho alimentaría la avaricia del terrateniente por apoderarse a la fuerza de
más tierra, impulsaría la agroexportación y sería un obstáculo para la soberanía alimentaria. BLa
propiedad de la tierra y su consiguiente reforma agraria, la integridad de los campesinos, la
ortodoxia neoliberal, el intermediario y los agroexportadores, el cambio climático, el efecto
tóxico y alienante de ciertos insumos, el financiamiento, las políticas públicas, la pobreza, la
protección de productos estratégicos mediante aranceles, etc. son sin duda alguna cuestiones
más perentorias que la supresión de aranceles en el norte.
8-El problema que se aborda, como se ha visto, tiene unos orígenes políticos y comerciales.
Por lo tanto sus soluciones tienen que partir desde esos ámbitos. Intentar suplir la injusticia del
comercio con la tecnología es una decisión irresponsable, falaz y que posiblemente busque o al
menos logre el efecto contrario. El Instituto Valenciano de Investigaciones Agrarias intentó
diseñar un robot para recolectar naranjas. Esta tecnología generaría desempleo y sólo se la
podrían permitir unos pocos, con lo que se puede vislumbrar hacía que intereses dirigen los
políticos los fondos públicos. Los transgénicos son otro ejemplo. Profetizar con que pueden ser
la solución al hambre y los problemas de los campesinos del mundo resulta una afirmación
engañosa, tendenciosa y malintencionada. Según el Servicio de Estadística Agrícola Nacional
de Estados Unidos, entre los años 1997 y 2002 dicho país perdió más de 85.000 explotaciones
agrícolas. Argentina, en 1988 albergaba 421.221 explotaciones y pasó a 333.533 en 2002,
según los Censos Nacionales Agropecuarios elaborados por el Instituto Nacional de Estadística
y Censos de la República. Ambos países, en 2002 sumaban el 85% de la superficie de cultivos
transgénicos del mundo y como se observa dicha tecnología no evitó el abandono de la tierra.
Existe otro matiz que me gustaría comentar relacionado con ciertas tecnologías como los
transgénicos. Antes se apuntaban los testimonios de campesinos centroamericanos. Entre otras
cosas reconocían que muchos agricultores carecen de transporte básico y en muchos casos sus
tierras están mal comunicadas lo que dificulta la salida de sus cosechas. En Jalapa, zona
montañosa del norte de Nicaragua, pude ver como se cargaba el techo y el pasillo de un autobús
con sacos de frijoles. En otros muchos casos, las cosechas dependen de unas lluvias que ya no
llegan con la misma puntualidad que antes y frente a esto no existen sistemas de regadío. Por el
contrario, en el País Valenciano aún se siguen utilizando canalizaciones y acequias que
construyeron los árabes hace unos 8 o 9 siglos atrás.
Es muy curioso y a la vez sospechoso, que se presente una tecnología de última generación
como los transgénicos como una herramienta al hambre y la pobreza, a unos campesinos, que
carecen de tecnologías o infraestructuras decimonónicas que en otros lugares hace siglos que
existen. Dicho de otra manera, es extraño que a un campesino se le quiera embaucar en paquetes
tecnológicos y “semillas milagrosas” propiedad de empresas transnacionales, cuando no dispone
de una mísera carretera por la que poder transportar su “cosecha milagrosa”. ¿No da la
sensación de que alguien quiere construir la casa por el tejado ? ¿O será que ciertas tecnologías
se crearon para perpetuar el actual modelo y beneficiar a unos pocos ? Además, desde
organismos multilaterales y desde el politiquismo corrupto se ensalzan las propiedades
sobrehumanas de estas semillas, mientras propugnan e implantan ajustes fiscales que asfixian a
países e impiden que éstos puedan ayudar a sus campesinos e invertir en agricultura y en
infraestructuras básicas, públicas, elementales y sobre todo estratégicas y necesarias para el
desarrollo. ¿No son paradójicos y contraproducentes estos hechos ?
9-Como conclusión final, tanto en el norte como en el sur los agricultores tradicionales están en
peligro de extinción. Ni los unos ni los otros se benefician de la actual situación y es infructuosa
la distinción por razón geográfica. Más bien es urgente la cohesión y cooperación a nivel
mundial para señalar claramente el problema y exigir a las autoridades soluciones políticas
reales, cuyo eje principal sería excluir a la agricultura de la ortodoxia liberal. Canalizar dicha
lucha será tarea de las organizaciones agrarias y ante la falta de voluntad política habría que
plantearse de una vez por todas medidas de presión más fuertes que además fueran coordinadas
e implementadas por las diversas organizaciones agrarias del mundo. No hacerlo supondría
escurrir el bulto y plegarse ante el fundamentalismo del mercado.
Fuente: Vicent Boix.
Escritor, autor de "El parque de las hamacas"