El último informe de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE) (Employment Outlook, 2007) sobre la situación de la población empleada, que incluye los países económicamente más desarrollados del mundo, indica que España es, de los 27 países, el único que ha tenido durante el periodo 1995-2005 un descenso del salario promedio. Mientras que en el conjunto de estos países los salarios tenían un crecimiento anual del 1,8% durante el periodo 1995-2005 y del 0,7% entre los años 2000 y 2005, en España descendieron una media anual de -0,5% durante el primer periodo y de -0,3% en el segundo.

El último informe de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo
Económico (OCDE) (Employment Outlook, 2007) sobre la situación de la población
empleada, que incluye los países económicamente más desarrollados del mundo,
indica que España es, de los 27 países, el único que ha tenido durante el
periodo 1995-2005 un descenso del salario promedio. Mientras que en el
conjunto de estos países los salarios tenían un crecimiento anual del 1,8%
durante el periodo 1995-2005 y del 0,7% entre los años 2000 y 2005, en España
descendieron una media anual de -0,5% durante el primer periodo y de -0,3% en
el segundo.

La respuesta ante estos datos por parte de círculos económicos y financieros
españoles, y por economistas del Gobierno español, como Pedro Solbes, ministro
de Economía (véase EL PAÍS del pasado 22 de julio), ha sido restar importancia
a tales datos y señalar que estos trabajos de salarios bajos los realizan
personas que antes no trabajaban. Es mejor trabajar (aun cuando sea con un
salario bajo) que estar sin salario. Encuentro esta respuesta excesivamente
complaciente y altamente preocupante, puesto que el hecho de que el salario
promedio descienda quiere decir que en España se están creando más puestos de
trabajo bajos (el 70% de los nuevos) que puestos de trabajo con salarios
medios y altos. De seguir esta tendencia, los salarios bajos serán los
dominantes.

Otro motivo de preocupación es que aquella argumentación parece aceptar el
principio de que la única manera de crear empleo es bajando los salarios. Esta
postura, ampliamente aceptada por la patronal española, es empíricamente
errónea. El informe de la OCDE citado señala que Noruega y Suecia tienen
mayores tasas de creación de empleo (3,2% y 2%) que EE UU (1,9%) y los
salarios de los puestos de trabajo creados en aquellos países son mayores que
en EEUU. Otra dimensión preocupante de aquella respuesta es que ignora que
esta caída del salario promedio se debe no sólo al elevado crecimiento de
puestos de trabajo con salarios bajos, mayor que el de salarios medios y
altos, sino también a la disminución de los trabajos bien remunerados así como
a la reducción de la tasa de crecimiento de aquéllos.

Este descenso de la tasa de crecimiento de salarios medios y altos y el gran
incremento de los bajos explica la disminución de las rentas del trabajo en la
contabilidad nacional (y ello a pesar de que el número de trabajadores haya
aumentado considerablemente pasando de representar el 48% de la población de
15 a 64 años en 1995 al 63% de la población en 2005), disminución que coincide
con un gran crecimiento de las rentas empresariales. En realidad, la
exuberancia de los beneficios empresariales se basa, en parte, en la gran
moderación salarial.

Entre 1999 y 2006, las empresas españolas han visto aumentar sus beneficios
netos en un 73%, más del doble que la media de la UE-15 (33,2%) o de la zona
euro (36,6%), mientras que los costes laborales en España han aumentado
durante este mismo periodo el 3,7%, cinco veces menos que en la UE-15 (18,2%).
Algunas de las empresas que han tenido mayores beneficios, como son las de la
construcción, se caracterizan por tener salarios bajos. El análisis
comparativo de la industria de la construcción en la UE muestra que los
salarios en este sector son más bajos (en términos relativos al salario medio)
en España que en el promedio de la UE-15, y en cambio los beneficios
empresariales son más altos que el promedio. La elevada oferta de personas,
facilitada por la gran entrada de inmigrantes, en un mercado de trabajo muy
poco regulado explica que en España los salarios sean bajos al igual que la
productividad. El empresario, frente a la abundancia de personas que quieren
trabajar, no siente la necesidad de invertir y aumentar la productividad de
sus puestos de trabajo. No es, pues, como constantemente se indica, que la
abundancia de puestos de trabajo de baja productividad determina los salarios
bajos, sino al revés, la existencia de grandes sectores de la población
forzados a tener salarios bajos es lo que determina la baja productividad.

Algunos autores han explicado los bajos salarios como resultado de la
globalización en la que los productos de China y de India, por ejemplo, están
forzando una elevada competitividad que fuerza a la baja los salarios de los
países desarrollados. Sin desmerecer la importancia de tal hecho, los datos
muestran que los países escandinavos, que están más globalizados, tienen
también los salarios más altos. No es la globalización en sí, sino cómo el
Estado responde a la globalización lo que explica que los salarios sean altos,
medianos o bajos. En los países escandinavos, los mercados de trabajo están
altamente regulados y no se permite el desarrollo de sectores de salarios
bajos (el nuevo Gobierno conservador-liberal sueco, sin embargo, está
intentando crearlo), causa de que su productividad sea alta. Son los países
con alto intervencionismo estatal, en donde el Estado, a través de un elevado
gasto público, ofrece una elevada seguridad social que facilita la
flexibilidad laboral y la adaptación de la fuerza laboral a los retos de la
globalización.

Esta no es la vía escogida en España. En realidad, el ministro de Economía y
Hacienda del Gobierno español, Solbes, responsable de las políticas económicas
del Gobierno socialista, en la misma entrevista en EL PAÍS (véase 22 de julio
de 2007) en la que saludaba el gran crecimiento de salarios bajos, añadía que
la política de la cual él estaba más orgulloso es precisamente «la de no haber
aumentado el gasto público». Y ello en el país de la UE-15 que tiene un gasto
público menor (España, 38% del PIB ; UE-15, 47,4% ; Suecia, 56,5%). Creo que
esto es un error. La causa de la baja productividad y competitividad española
se basa precisamente en la gran insuficiencia de tal gasto público en
infraestructuras, en capital humano y social, y en protección social.

Vicenç Navarro es catedrático de Políticas Públicas de la Universidad Pompeu
Fabra.

El País, 11 septiembre 2007


Fuente: El País