Artículo publicado en Rojo y Negro nº 397, febrero 2025

He encontrado compañeres que dicen que no son reduccionistas de clase, que su lucha incluye, de entrada, todas las luchas, pero que, en la práctica, su lucha de clases se centra en estereotipos muy restringidos debido a su rechazo de cualquier enfoque interseccional. No menos peligrosa que esta posición reduccionista de clase son otros reduccionismos, como el de sexo, sea de corte TERF o no, u otros artificialmente binaristas.

Del mismo modo que el concepto de libertad que promueven los regímenes liberales queda en papel mojado en el momento en que su ejercicio requiere de unos recursos que no están garantizados, la liberación revolucionaria queda vacía si se centra en una normatividad proletaria de la que quedamos fuera quienes sufrimos más de una opresión —supongo que mi hartazgo en este tema es comparable al de escuchar que anarquía es desorden, pero no voy a abordar en este texto lo que es anarquismo cuando la pluralidad de versiones es una de sus virtudes, solo recordaré que no es posible en el marco conceptual de una jerarquía—.
Me veo obligado a recordar, a modo de prefacio, que lo mismo que hay una distinción entre principios, medios y fines, tan enturbiada deliberadamente, la hay entre plazos: corto, medio y largo. Esta distinción de plazos permite compatibilizar las medidas paliativas, para sobrevivir hoy, con los modelos de sociedad futura donde tales medidas no tendrían ya sentido.
Centrándome en las luchas sociales, y dentro del marco anarquista que últimamente vengo considerando en estas columnas de Rojo y Negro, voy a poner unos ejemplos de lo que digo con el anarcofeminismo y la práctica anarco-queer.

Imagen del barco
Por mucho que el PSOE y otras fuerzas reaccionarias quieran presentar las luchas queer y feminista como antagónicas, la realidad es que ambas se enfrentan al patriarcado desde sus respectivos ángulos —incluso algunas, como el transfeminismo, lo hacen desde un vértice de intersección—. Dentro de su pluralidad, el anarcofeminismo y la práctica anarco-queer tienen como fin legítimo de ambas acabar con las opresiones patriarcales dentro de un marco libertario, dejando fuera fines espurios que contradicen estos principios o medios perversos que sustituyen los fines en la práctica.
Así, las luchas queer y feminista serían como babor y estribor en un barco. Éste avanza solo cuando ambos costados avanzan. Querer elevar uno de sus flancos a costa de hacer que el otro baje no solo resta fuerzas para que el barco avance, sino que pone al barco en riesgo de volcar eventualmente. Si bien se sumergirá primero el costado artificialmente rebajado, el barco tumbado y yendo a pique arrastrará también al flanco enaltecido en su vanagloria.

Imagen del cohete y la carreta
Seguramente que en esto que me ocurre a mí con la lucha anarco-queer y su intersección con la feminista puede parecer lejano para les lectores, como a mí me ocurre con otras luchas transversales como la antirracista (por citar un ejemplo donde ande personalmente más verde), y suelo encontrar gran frustración en que la gente se quede atrás sin avanzar lo suficiente, especialmente cuando este retraso no tiene más causa que la inercia, cuando se hacen compromisos con tránsfobos o terfas deleznables o cuando se pretende decididamente hacer retroceder las luchas con las más falsas excusas.
Lo que emana de la genuina ignorancia se nota y es subsanable, sería un aburrimiento que no nos quedase nada por aprender. Donde me toca a mí enseñar, por justa correspondencia con aquellas situaciones donde a mí me toca aprender, acepto de buen grado mi rol, siempre y cuando el interés por formarse sea auténtico y deje de lado la inercia y reniegue del acoso, porque a la instrucción social nadie está obligade.
Pero aun descartando aquellas situaciones en que, en caso de incurrir yo en ellas, aceptaría como razonable que me mandasen con viento fresco, no deja de ser frustrante esperar observando el pesado paso de las carretas preguntándote cuántas décadas tardarán en llegar a lo que tú misme puedes superar con solo arrancar el cohete.

Imagen de las gramíneas
Otra imagen que me han propuesto personas que me conocen, al igual que la carreta y el cohete, es la de las gramíneas en el campo: me describieron como una espiga granada rodeada de otras espigas por madurar. Daré crédito a esta imagen porque me la dice gente con perspectiva y sin descartar que seguramente yo esté en la posición inmadura en otros aspectos, incluso conexos con los que estaba tratando aquí. Asumiendo que la imagen sea acertada, y restringiéndonos a los ámbitos donde me sea aplicable, puedo extender esta imagen con algunos comentarios.
Primero, me cuesta sostener el peso del grano mientras espero que algunas otras espigas suban hasta esta altura. ¿Y si ya me hubiera vencido este peso antes de poder situarme a la par de alguna espiga cercana? Al menos las tecnologías de comunicación actuales permiten salvar las distancias físicas entre espigas en el mismo estado de maduración. Otro temor es que no llegue a sobrevivir como espiga, porque baje la escarcha o suba el fuego con el resultado de acabar quemada en ambos casos. Y, finalmente, temo también acabar siendo una espiga segada, sea por las hoces de las servidumbres del zar o las de los soviets.
Y donde digo zaristas o soviéticas, en términos más generales, bien se pueden incluir las directrices de la derecha más abiertamente reaccionaria o de la reacción, igualmente execrable, vestida de izquierda o, incluso, promovida por gente que se mete en nuestros sindicatos llevada por el fetichismo de un pasado cuyas circunstancias han cambiado sustancialmente y que pueden llegar a priorizar aquella imagen pasada sobre los principios anarquistas. Confío, no obstante, en que les compañeres que se acerquen al anarcosindicalismo por esta vía se queden dentro porque interioricen los principios que movieron a aquella gente.

Conclusión
Quizás sería necesario iniciar un seminario autogestionado interactivista donde cada cual pueda acudir como maestre en lo suyo para beneficio de les demás y, a la vez, discípule en lo demás para beneficio suyo y de aquelles a quienes se lo pueda transmitir, conjugar lo que dijo Puig Adam con los principios libertarios y romper la tendencia a hacer islas desconectadas. No hay un tipo solo de mujer que poder normativizar para diseñar soluciones ni un solo tipo de persona queer —ni siquiera lo habría, si nos olvidáramos de las QA+ como pretenden algunes, para cada una de las letras LGTBI convencionales—.
Reduccionistas de diverso pelaje quieren contraponernos, pero la realidad es más compleja que esos estereotipos o que el modelo mejorado de ejes interseccionales, incluso también que cualquiera de las imágenes que he presentado aquí, de las cuales espero que bien valgan dos mil caracteres cada una.

Une militante de Burgos


Fuente: Rojo y Negro