Desde luego que podemos dar las gracias al neoliberalismo capitalista tan en boga tras la globalización. Tras la caída del comunismo –aquellos bolcheviques que atentaban contra le estado español y que Franco exterminó- ningún modelo ideológico ha podido parar la metástasis financiera en la que está sumida el planeta. No digo el comunismo sea, o haya sido, la solución, pero está claro que fue un freno al capitalismo. Un vistazo al mundo nos confirma que no solamente está en quiebra, sino que además está en guerra.
La intención global
de integrar en un único mercado el capitalismo ha conseguido que las primas de
alto riesgo, las confianzas y las especulaciones nos den los buenos días junto
con la, ya descafeinada, primavera árabe, la incansable presión israelita en el
próximo oriente, el mercadeo de armas mundial y la injusticia social en el
continente americano.
La intención global
de integrar en un único mercado el capitalismo ha conseguido que las primas de
alto riesgo, las confianzas y las especulaciones nos den los buenos días junto
con la, ya descafeinada, primavera árabe, la incansable presión israelita en el
próximo oriente, el mercadeo de armas mundial y la injusticia social en el
continente americano. Y estos son problemas menores ante la desigualdad de
posibilidades aprobadas por los dirigentes, las cuales han generado que el
hambre y las enfermedades se ceben con los más pobres del planeta, hablemos de
Somalia, Haití o la Franja de Gaza.
No importa. Nuestros
políticos en un alarde altruista nos han comunicado, con una sonrisa pillina,
lo que ganan y lo que deben, abriéndonos los ojos para indicarnos que el camino
es ese, la política. Ganan sueldos “dignos” dicen (muchos no deben ser dignos
para ganar sueldos –más de cinco millones de parados-), y otros necesitan
atracar para no deber. Eso sí, si les cogen, a los atracadores digo, pasan unos
cuantos meses en la cárcel para pagar la deuda con la sociedad. Es otro tipo de
crédito, con menos intereses y mayor proyección cara al futuro. Es el binomio
eterno entre los que pueden y los que no pueden, los que tienen la fuerza y los
que la padecen, los que especulan y los que contemplan.
La globalización
creó el Fondo Monetario Internacional –uno de sus mandatarios ha sido juzgado
por acoso sexual- y el Banco Mundial –los países de centro África están
masacrados y acosados por la hambruna-, dos templos de filantropía mundial. No
contentos con eso, la metástasis financiera que corroe el esqueleto mundial
necesita otro organismo que corromper, aunque sea con la respiración asistida
de la pobreza mundial. Es igual, nosotros nos quejamos y nuestros políticos
lloriquean, tan sólo es cuestión de confianza. Tan sólo, como aconseja el nuevo
sempiterno poder económico europeo, no se debe especular con Grecia.
El neoliberalismo
se olvida que la célula cancerigena que ha provocado la metástasis financiera
ha sido el capitalismo, el cual, en su avance irreversible, está pervirtiendo todo
el corpus mundial. Mientras especuladores y banqueros regatean sus ganancias,
se olvidan que el tiempo corre en contra de los más débiles, que lo pagan muy
caro, puesto que son los que sufren directamente los costes de un sistema
económico cruel y simplemente indigno de una humanidad que se llama civilizada.
El problema no es
nuevo, nunca hay nada nuevo. Aristóteles ya diferenció entre dos sistemas
económicos: la OIKONOMIKE – un sistema que sigue las leyes de la naturaleza,
justo y originario, según el cual debería estar organizada toda la economía de
un pueblo; y la CHREMATISTIKE un sistema artificial, que pervierte la
naturaleza de las relaciones económicas entre las personas, y que por ello es
incorrecto e injusto. Siguiendo a Andrea Rinaldi, en la Oikonomiké, la moneda
es utilizada con el mero fin de facilitar la compraventa de bienes entre
diferentes personas, y no es considerada como un valor de por sí; en cambio en
la Chrematistike (el arte de enriquecerse) el dinero asume un valor como un
verdadero bien intercambiable, perdiendo su función natural que es simplemente
la de indicar el precio y el valor de un bien.
Esto es síntesis,
y muy simplificadamente, la especulación a la que nos someten de los grandes
poderes capitalistas: los grandes grupos financieros internacionales. La
circulación de liquidez, la metástasis financiera, ha ido aumentando
enormemente –burbuja inmobiliaria y la, todavía sin explotar definitivamente,
burbuja deportiva -, con el único resultado de favorecer a los mayores
poseedores de metálico. Aristóteles definió esta perversión del dinero como
usura.
De manera, que los
protectores del sistema, los usureros, tienen que estar sometidos, como todos,
aunque ellos, por posibilidades, más directamente, entre los principales
responsables de la corrupción que ha resultado de su sistema globalizador.
Ya sabemos que no
hay nada nuevo bajo el sol, por eso a los grandes especuladores mundiales no se
les debería pasar que el sistema que al que han vuelto de nuevo ya tiene
nombre: USUROCRACIA (el dominio de los prestadores de dinero). Y precisamente
el que ideo ese término, Ezra Pound –simpatizante y colaborador de Mussolini- llegó
a esa conclusión intentado descubrir los por qué de la I Guerra Mundial. Ante
la sugestión que le provocó la nefasta consecuencia que tuvo la confrontación
bélica sobre la población, Pound afirmó que la guerra no había sido provocada
por las rivalidades nacionales e imperialistas que rompieron el concierto de
las naciones, sino que la fue la usurocracia la que había corrompido a las
clases dirigentes de las democracias europeas, induciéndola a entrar en guerra
para poder enriquecerse aún más, ¿la primavera árabe?
Para concluir, el
monopolio de la producción de dinero es un abuso, siendo ésta una de las causas
principales del progresivo empobrecimiento del mundo. Se nos olvida que la
verdadera naturaleza del dinero es simplemente el certificado del trabajo realizado
(cuando se tiene, no nos olvidemos que somos ciudadanos si trabajamos). Los
bancos no pueden otorgarse el monopolio de la acuñación de moneda, los
especuladores no pueden mercadear con la confianza de los seres humanos
arrojando a los que no cumplen las condiciones indicadas a las garras del
hambre. Hay que buscar el analgésico que calme la metástasis financiera, para
luego sajar la célula dañina la usurocracia, para que la globalización deje de
favorecer a las clases más ricas –y a los aspirantes, nunca se debería pagar
por hacer política- pisoteando los derechos de la mayor parte los seres
humanos. ¿Pero, cuál es la medicación?
JULIÁN ZUBIETA MARTÍNEZ
Fuente: Julián Zubieta Martínez