Caída ya en desuso la expresión “Otoño caliente”, con la que los periodistas se arriesgaban cada año a equivocarse al anunciar tan épicas como improbables luchas de los trabajadores contra los habituales recortes de derechos y salarios, va y resulta que, cuando menos lo esperábamos y donde menos papeletas teníamos para ser los elegidos, estalla en estas tierras lo que ya se denomina la “Primavera Valenciana”.

Desde luego que el origen de este sarpullido que ha brotado en una
sociedad hasta hace poco encantada con las políticas de grandes
espectáculos y costosas construcciones, impulsadas por un Partido
Popular que aquí lo gana todo desde tiempos remotos, no está en los
dóciles sindicatos mayoritarios ni en la izquierda oficial, tan
derrotada por fuera como fraccionada por dentro.

Desde luego que el origen de este sarpullido que ha brotado en una
sociedad hasta hace poco encantada con las políticas de grandes
espectáculos y costosas construcciones, impulsadas por un Partido
Popular que aquí lo gana todo desde tiempos remotos, no está en los
dóciles sindicatos mayoritarios ni en la izquierda oficial, tan
derrotada por fuera como fraccionada por dentro.

Han sido los estudiantes, del Luis Vives y de otros institutos, los
que se han cansado de ver atónitos cómo desde esa Administración que
tanto ha despilfarrado (y que aún mantiene muchos sueldos superiores a
los 50.000 euros/año) se ataca el derecho a una enseñanza pública de
calidad. Es de resaltar que estos chavales, acusados injustamente de
pensar sólo en el botellón, no han aguantado tanto las agresiones del
sistema como lo han venido haciendo sus padres, castigados con una
reforma laboral tras otra, sin que se haya dado la respuesta contundente
que el despido libre, el recorte de las pensiones o el tijeretazo al
sector público se merecen.

La masiva respuesta social a la brutalidad con que la policía
reprimió una simple sentada de protesta, y en la que se han mezclado en
las calles estudiantes, parados y trabajadores, jóvenes y mayores,
desmiente todo el discurso clásico de las organizaciones que se sienten
más cómodas (y se ven mejor recompensadas, sin duda) ancladas en un
diálogo servil, en el que sólo una parte decide qué se pacta y cuánto
nos van a quitar.
Ha sido un grito de rabia y dignidad frente al mensaje posibilista y
falso de que son malos tiempos (¿cuándo no lo han sido para los de
abajo?) y de que en lugar de luchar hay que apostar por el diálogo -con
el enemigo, evidentemente, porque para los explotadores y sus guardianes
lo somos, como tuvo la franqueza de afirmar el Jefe de Policía de
Valencia; nombrado por el PSOE y confirmado en el puesto por el PP.

Lo que también ha quedado patente es que hay formas de lucha que no
pasan por el parlamentarismo del PSOE ni por el sindicalismo de UGT y
CC.OO. Existen otras maneras de organizar y canalizar el descontento,
como ya se demostró con el movimiento 15M y se vuelve a comprobar con
las rotundas protestas exigiendo la libertad sin cargos de los
detenidos, así como la dimisión de los máximos responsables de la
represión policial.

Hay otro hecho sin precedentes cercanos, y es que en dos semanas se
han producido en Valencia cuatro manifestaciones contra los recortes,
con más de 100.000 personas cada una, lo que deja en pésimo lugar a los
aparatos sindicales que justificaron su clásica falta de voluntad
movilizadora alegando, desde el 29S de 2010, que no había condiciones
para otra Huelga General.

Antonio Pérez Collado, Secretario General de CGT-PV
Domingo 11 de marzo en «Tribuna»
http://www.cgtpv.org/Antonio-Perez-Collado-Una.html


Fuente: Antonio Pérez Collado