Artículo de opinión de Rafael Cid
“Busco las islas de las albas perezosas, islas de las garzas y de la nébeda,
que no están en las cartas marinas, ni en la rosa de los vientos”
(Celso Emilio Ferreiro)
“Busco las islas de las albas perezosas, islas de las garzas y de la nébeda,
que no están en las cartas marinas, ni en la rosa de los vientos”
(Celso Emilio Ferreiro)
Cuando se analiza con perspectiva lo ocurrido en España en el año en curso a nivel político y electoral (no político-electoral, que es una secuencia klinex, de usar y tirar) sorprenden dos cosas por encima de todo. Una en la comparativa europea de los países golpeados por la crisis y el austericidio, y otra en el plano interior. La primera es que, frente a lo que ha ocurrido en esas latitudes, aquí la lúcida respuesta de la ciudadanía indignada no ha cedido a una salida ultra y xenófoba, como en Francia, Finlandia u Holanda. Ni tampoco, desde el lado opuesto, ha clonado los típicos clichés partidistas, véase el caso de la sedicente coalición radical de izquierdas Syriza en Grecia.
No cabe duda de que este hecho diferenciador ha sido debido en buena medida al tirón ético-democrático del 15M, con su vector movilizador y activista de carácter horizontal, participativo, integrador e inclusivo, que desbordó los cauces de representación política a la vieja usanza, es decir, mediante hologramas.. De ahí que su legado haya tenido una justa asimilación electoral en fórmulas que heredaron ese espíritu renovador, socialmente comprometido, plural y alternativo, concretado en el sorpresivo éxito obtenido por las plataformas cívicas en los pasados comicios locales. Un territorio de acción colectiva, por cierto, despreciado a priori como carente de influencia real por algunas de las formaciones emergentes que, con Podemos-red social a la cabeza, apostaron por reproducir el modelo de gestión social tarifada de las domadas, acríticas y burocráticas estructuras del régimen de partidos.
El inopinado triunfo de esa “rebelión comunera” ha sido tan elocuente en algunas de las principales ciudades (Madrid, Barcelona, A Coruña, etc.) que, tras recuperarse del sorpasso infringido, las nuevas fuerzas rectificaron su inicial desprecio para intentar colonizar a las plataformas cara a las próximas elecciones generales, umbral donde el poder es la pieza a cobrar para cuantos optan por disciplinarse en el juego de tronos del sistema. A rebufo de esa encrucijada, Alberto Garzón busca reflotar una Izquierda Unida (IU) en fase terminal, y un decadente Podemos pretende ofertarse como partido bisagra en esa Segunda Transición ya celebrada con fruición por su secretario general Pablo Iglesias en un reciente artículo publicado en el diario El País. Curiosamente, ambos grupos colindantes diseñan su operativo en condición de compañeros de viaje del PSOE. En el caso de IU en posición menguante y de salida tras su fiasco como socio de referencia en el gobierno andaluz de los ERE (aparte de con el PP en Extremadura), y en el de Podemos en el mercadeo de futuros, con guiños de pactos “para echar a la derecha” una vez cerradas las urnas. Una incongruencia parecida debió llevar a los disidentes del Bloque del Este a afirmar que “el capitalismo es la explotación del hombre por el hombre y el socialismo lo contrario”
Y si alguien se pregunta cuál puede ser la razón de esta excepcionalidad que ha hecho aflorar con tanto respaldo por parte de la sociedad civil formas nuevas de concurrencia política, habría que citar como activos de esa nueva conciencia, la coherencia entre fines y medios, la generosidad empática del abrazo ciudadanista, su orgullosa perseverancia y también, en sentido opuesto, la convicción de que dentro del “orden establecido” solo cabe vegetar entre piras de mediocridad, mentiras y corrupción. Líneas paralelas todas ellas que convergen en el episodio inédito de haber producido una nueva Ilustración de carácter proactivo que rompe con la dañina costumbre de gastar todas las fuerzas en lo meramente reactivo. Se trata de primar en los hechos cotidianos las convicciones con políticas de proximidad sin caer en el error habitual de relegarlas en favor de la protesta defensiva del eterno bucle acción-reacción. Porque bajo los adoquines mentales levantados por el espíritu del 15M, por primera vez en décadas hay muchas gentes que han elegido vivir como piensan en lugar de pensar como viven. O, como escribió Nietzsche, que han optado por “convertirse en lo que realmente somos”.
Quiere esto decir que es al margen del canon de las profesionales de la política y de la carrera de méritos y zancadillas partidista donde cabe explorar una alternativa por la que merezca apostar. Y es precisamente entre esas personas que hace tiempo resueltamente dieron la espalda al becerro de oro con que el sistema nos narcotiza donde, por el contrario, pueden darse formas autónomas de organización social a escala humana. Un reto que no tiene modelos porque apenas existen precedentes y porque cada experiencia es tributaria de su tiempo. Pero tampoco reglas definidas más allá del indispensable imperativo ético. Medios y fines; el corto, el medio y el largo plazo; lo central y lo periférico; lo local y lo global; el bricolaje político y la obra de Estado, todo debe estar bajo su esclarecedor foco. Sabiendo siempre que la funesta huella ecológica exige un cambio de rumbo radical. Hasta el punto de que hoy puede decirse sin exageración que la solución al conflicto Capital-Trabajo será mediante la superación del Capital y del Trabajo, o no será.
El cambio de mentalidad que esas dinámicas ofrecen puede ser decisivo para romper el pedestre pensamiento binario (blanco-negro; gobierno-oposición; arriba-abajo; etc.) que cada día nos jibariza. A menudo sorprende la facilidad con que las personas aceptan que se abran bases militares extranjeras junto a sus casas o se construyan cementerios de residuos nucleares con la excusa de “crear puestos de trabajo”, y al mismo rechazan como “utópico” el acortamiento generalizado de la jornada laboral repartir el empleo. Una paradoja que conviene confrontar con esa especie de desarme moral que significa esperarlo todo de las leyes y creer que no se puede hacer nada por nosotros mismos, olvidando aquel dicho de Gandhi “tú eres el cambio que quieres ver en el mundo”. Cuando la realidad es la contraria. Basta con que dejemos de estar a la expectativa, viéndolas venir, para anunciar algo nuevo. Podemos hacer muchas cosas y mientras las hacemos predicamos con el ejemplo. Podemos abrir espacios sociales desmercantilizados; negarnos a utilizar el “sírvase usted mismo” que destruye empleos en servicios como gasolineras, aeropuertos o supermercados; relegar las tarjetas bancarias al mínimo para frenar la robotización de las oficinas; promover huelgas de consumo contra establecimientos que discriminan a su personal; tachar de nuestras rutas a aquellas localidades en cuyas fiestas se maltratan a animales o boicotear productos de firmas que dañan al medio ambiente. La lista es infinita, y aunque no son acciones revolucionarias si son desafíos que contribuyen al cambio de mentalidad. Es cuestión de pedalear y pedalear sin mirar atrás.
Sería impropio hablar de un paradigma galego, pero ha sido en la Galiza más irmandiña donde las mareas ciudadanas han calado más y mejor. Ayuntamientos de referencia como los A Coruña, Santiago o Ferrol, ganados al secular clientelismo bipartidista, son una muestra del potencial innovador de ese pleamar emancipatorio surgido de la indignación coral. Seguramente porque, tras la infame gestión de la catástrofe del Prestige, fue allí (“a nosa terra”) donde comenzó el “nunca máis” que luego polinizaría el movimiento del 15M por todo el país al denunciar el austericidio financiero y sus patrocinadores. Con el valor añadido en este caso de haber logrado una en principio ilusionante convergencia de diferentes sensibilidades nacionalistas. Porque, como bien recuerda el editor de la web Ollaparo, Gabriel Beceiro, quizás el galego sea de entre todos los nacionalismo históricos el único con auténticas raíces entre las clases populares.
(Nota. El surrealista título de esta nota no tiene otro objetivo que llamar la atención sobre una película excepcional que cuenta las formas de existencia zombi en la primera división de la Sociedad del Bienestar)
Rafael Cid
Fuente: Rafael Cid