Artículo publicado en Rojo y Negro nº 399, abril 2025
Se viven tiempos muy intensos en la empresa pública más grande de nuestro país. Una vez más la Historia nos muestra cómo los procesos se desencadenan y en unas semanas se producen los temblores que habían permanecido en letargo durante años.
Nuestro vocero “Rojo y Negro” ya ha dado en la web parte del conflicto existente en Correos, pero, a modo de resumen, diremos que la Directiva encabezada por Pedro Saura ha apretado el botón rojo con el objetivo de culminar la amazonización de Correos llevándose por el camino los pocos pero importantes derechos que nos quedan.
Maltratadores de lo público
A veces ocurre que, cuando los acontecimientos no se desarrollan de forma súbita, incurrimos en el error de considerarlos estancos. Por el contrario, cuando los apreciamos de manera profunda y precisa es cuando constatamos su movimiento y la dirección en la que avanzan.
El largo sendero de desmantelamiento de Correos como empresa pública para arrojarla a los fuegos de la liberalización y la competencia extrema parece ir llegando al destino que los destructores de lo común tienen marcado en una agenda neoliberal que gobierno tras gobierno se ha mantenido inalterada. De Feijóo a Saura, con PP y con PSOE, el plan ha sido el mismo: arrinconar el servicio prestado a la ciudadanía, destruir empleo y priorizar los intereses privados sobre las necesidades de la población y las instituciones públicas.
En noticias (como la de El Salto digital del 23 de febrero), en comunicados y notas de prensa hemos desgranado los ataques que componen la agresión más rotunda a la que nos hemos enfrentado el personal de Correos en lo que va de siglo. El ya desgraciadamente famoso Acuerdo Marco para modificar el Convenio actual y trasladar al que habrá de venir es el Kraken que han liberado los que pretenden exterminar la esencia pública y social de Correos para asimilarnos completamente a la esfera privada donde el eje vertebrador es la maximización de beneficios para los de arriba a costa de la explotación incontenida de los de abajo.
Como escribía en Nortes (edición digital de 23 de diciembre de 2024) “desregulando condiciones laborales, precarizando todavía más nuestro trabajo, adelgazando la plantilla y raspando lo poco que nos queda de empleados públicos ¿se puede ser un instrumento al servicio de la gente? Laborando en jornada partida y con sueldos variables en función del rendimiento individual ¿podremos ser catalogados de servicio esencial? Dejando de lado la inclusión en el EBEP o grandes propuestas estratégicas como la Banca Postal y apostando prácticamente todo al caballo de la paquetería ¿se puede afirmar, sin faltar a la verdad que Correos tiene su futuro público asegurado?”.
Ellos vs. Nosotr@s
En esta tesitura, si hay un sindicato que nunca se raja ante las adversidades y las agresiones patronales es CGT. En el caso de Correos, casi todo el mundo sabe que hay cuatro sindicatos —a escala estatal— que con sus particularidades siempre están en el bando de los que mandan. Podrán cogestionar abiertamente la empresa como en el caso de CCOO o jugar de vez en cuando a ser el hijo protestón para que le suban la paga como el Sindicato Libre, pero a la hora de la verdad, CCOO, UGT, CSIF y Sindicato Libre siempre acaban matriculados en el Claudicación Fútbol Club.
Este hecho, más allá del sarcasmo, es una pésima noticia para la plantilla postal ya que su unidad no se rige por los intereses colectivos y la defensa del servicio público que prestamos, sino por la cuota de poder estructural y los suculentos recursos (en especial a través de la formación) que pueden conseguir para sí mismos.
Así se explica por qué han procurado esconder en todo momento el documento que firmaron en diciembre y enero, por qué fueron partidarios de crear una Comisión de seguimiento del Acuerdo Marco solo para los sindicatos que lo suscribieran como base de la negociación (existiendo una mesa legítima para abordar el IV Convenio a la cual se pertenece por representación y no por sumisión) y, también, por qué han lanzado un arsenal de bulos —al más puro estilo de la extrema derecha— para intentar mentir acerca del Acuerdo Marco y golpear a CGT. No nos perdonan que, siendo el único sindicato que se ha negado a rubricar semejante bazofia, nos hayamos encargado de difundir el documento entre toda la plantilla, explicándolo en los centros de trabajo, en las redes y ante los medios de comunicación además de exigir la celebración de un referéndum entre todas y todos los trabajadores previo a cualquier firma.
La Directiva de Correos y el mencionado bloque sindical desplegaron una OPA hostil pensando que entre el 31 de diciembre y el 15 de marzo su plan de choque contra nuestros derechos iba a ser un paseo militar. Sin embargo, la ingente actividad de información y difusión llevada a cabo por CGT permitió que la plantilla pudiera comprobar por sí misma —sin trampa ni cartón— lo que pretendían hacer a nuestras espaldas y sin preguntar a nadie. Y la respuesta fue clara y masiva: “No al Acuerdo Marco porque no se negocia para retroceder”.
Fue entonces, cuando quienes movemos Correos cada día pusimos pie en pared, que el miedo empezó a cambiar de bando. Los bulos y las difamaciones de los sindicatos firmantes caían en saco roto ante una plantilla que había leído que pretendían desregularnos la jornada, ponernos a trabajar de martes a sábado en turno de tarde o ligar nuestros salarios a objetivos de empresa. El malestar de la plantilla, provocado tanto por el Acuerdo Marco como el oscurantismo de la negociación, comenzó a extenderse y la presión sobre estos sindicatos fue creciendo.
Sectores de la plantilla que en el pasado no se habían sumado a otras luchas, en esta ocasión, sí tomaron cartas en el asunto y la balanza, por fin, se empezó a inclinar del lado de quienes sabemos que la resignación no es una opción y que defender un Correos público y de calidad pasa inevitablemente por garantizar unas condiciones laborales y salariales dignas.
Las jornadas de huelga vividas en febrero y marzo han resultado decisivas para evitar que el 15 de marzo cayera la guillotina sobre nuestros cuellos con la firma definitiva del Acuerdo Marco. Es más, la plantilla movilizada nos quedamos a unas pocas horas de conseguir echar abajo este infame documento de forma íntegra. Pero, sobre la bocina y de la manera más ruin y chabacana, la Directiva frotó por enésima vez la lámpara de la complicidad sindical y CCOO, UGT y CSIF le concedieron una prórroga de la negociación hasta el 30 de junio.
Si haber suscrito este Acuerdo plagado de retrocesos una primera vez ya supone un acto imperdonable para el bloque sindical firmante hacerlo una segunda, después de las grandes movilizaciones y de que el “No al Acuerdo Marco” se haya convertido en un clamor en las calles y en los centros de trabajo, resulta ya una grosera muestra de la miseria y putrefacción de organizaciones que dicen representar y defender a los trabajadores, pero actúan al margen de la voluntad colectiva.
Sigamos luchando hasta vencer
En definitiva, nuestro futuro inmediato sigue requiriendo unidad y movilización de la plantilla. Tras frenar el primer envite, hay que organizarse para conseguir echar abajo el Acuerdo de los recortes y poner negro sobre blanco que de cara al nuevo convenio aspiramos a mejorar nuestras condiciones, a ganar derechos.
Las y los trabajadores postales no solo hemos dicho alto y claro que el Acuerdo Marco no nos representa ya que su aplicación resultaría enormemente lesiva para nuestros derechos. También queremos que Pedro Saura y sus acólitos se vayan por donde han venido. Su misión no es salvar Correos, sino que seamos los de siempre quienes paguemos sus facturas.
Si bien es cierto que los actos reivindicativos han sido desbordantes, hemos de ser conscientes de que “han sufrido una derrota, pero tras las puertas de Mordor el enemigo se reagrupa”. En los tres próximos meses hemos de reforzar todo lo que hemos hecho bien durante el primer asalto e insuflar grandes dosis de audacia y pedagogía para continuar sumando voluntades y aumentando la presión sobre quienes creen que tienen derecho a robarnos lo que es de todas y todos.
Es una buena noticia que CGT esté siendo capaz de articular este movimiento por evitar que sentencien Correos. Demuestra que el sindicalismo de clase bajo ningún concepto es algo obsoleto y a superar. Al revés, es lo que más necesita una clase trabajadora asediada por la cultura neoliberal que rezuma individualismo, corporativismo y el “qué hay de lo mío”. Frente a la fragmentación, la desesperanza y la competencia del último contra el penúltimo, las aspiraciones colectivistas y el apoyo mutuo son el mejor antídoto.
Sabemos que este no es un conflicto laboral más pues todo lo que afecta a los servicios públicos tiene un trasfondo social que refleja la pugna que se libra entre una minoría privilegiada que anhela convertir en negocio cada espacio de la vida y un pueblo trabajador que ha de defender lo público como mejor patrimonio.
Mario Murillo
Trabajador de Correos
Secretario de Acción Sindical de CGT Correos Madrid
Fuente: Rojo y Negro