El hombre que prometía boda a las mujeres desnudas
Rabat
"Vete el bar del hotel X en Gueliz", un barrio de Marraquech, en Marruecos. "Encontrarás a chavalas encantadoras a cualquier hora. Págales una copa y empieza a negociar. 40 pavos (dólares) por una hora es un buen precio en ese lugar". Estos consejos para el visitante figuran en un foro en inglés en una página de Internet sobre turismo sexual. Marruecos es uno de los países árabes al que se dedican más comentarios.
El hombre que prometía boda a las mujeres desnudas
Rabat
«Vete el bar del hotel X en Gueliz», un barrio de Marraquech, en Marruecos. «Encontrarás a chavalas encantadoras a cualquier hora. Págales una copa y empieza a negociar. 40 pavos (dólares) por una hora es un buen precio en ese lugar». Estos consejos para el visitante figuran en un foro en inglés en una página de Internet sobre turismo sexual. Marruecos es uno de los países árabes al que se dedican más comentarios.
Aunque con discreción, esa modalidad turística siempre se ha practicado en el país magrebí. «El tsunami en Asia está incluso contribuyendo a incrementarla ligeramente», intuye un operador turístico, porque parte de la clientela tailandesa busca lugares más seguros. Dos recientes escándalos, en las ciudades de Agadir y Marraquech, han puesto de relieve la envergadura del fenómeno.
Philippe Servaty, un periodista del diario belga Le Soir que dimitió de su puesto en junio, es el protagonista del primero. A partir de 2001 pasó sus vacaciones en Agadir, donde hizo miles de fotografías pornográficas de 70 mujeres, de entre 17 y 45 años, a las que prometía matrimonio y llevarlas a Europa.
Servaty, casado y padre de dos hijos, volcó después su repertorio en Internet acompañado con comentarios picantes sobre «las féminas con velo que se desnudan».
El año pasado la policía marroquí le echó el guante. De su teléfono móvil extrajo los nombres de algunas de las mujeres que posaban para el periodista. Trece de ellas, algunas menores, fueron detenidas, juzgadas con discreción y cumplen ahora condenas de hasta un año de cárcel por mantener relaciones sexuales extramatrimoniales.
«Estas mujeres son dos veces víctimas porque están encarceladas», se sorprendía Laurette Onkelinx, ministra belga de Justicia al conocer su situación. Tres diputadas belgas entregaron, el miércoles, en la Embajada de Marruecos en Bruselas una carta solicitando al rey Mohamed VI el indulto para las 13 mujeres encarceladas.
A Servaty, en cambio, la policía marroquí sólo le expulsó del país y le advirtió de que nunca más debía regresar, según relató él a la televisión belga. Tel Quel, un semanario independiente de Casablanca, se extrañaba de que, con la intención de evitar un escándalo, la policía de Agadir le hubiese dejado escapar. Ahora un juez marroquí acaba, por fin, de firmar una orden de captura internacional contra Servaty.
En su país el periodista va a ser procesado. La legislación belga permite perseguir el turismo sexual de sus ciudadanos si éstos lo practican con menores. Entre las mujeres que posaron para Servaty había unas cuantas. El hombre se enfrenta además con otros problemas más graves. Recibe amenazas de muerte por teléfono y correo, probablemente de musulmanes extremistas, por haberse mofado del hijab, el velo islámico. «No tengo nada contra el islam», repetía ante las cámaras de televisión durante la entrevista. «Era sólo el placer sexual el que me llevaba hacia esas mujeres con velo», insistía. Su rostro, en televisión, aparecía distorsionado, pero varias fotografías nítidas de Servaty circulan por Internet.
En un país como Marruecos, en el que abundan los niños de la calle, la pedereastia hace estragos. Los jueces marroquíes suelen ser clementes. Prueba de ello es que hace un par de semanas un francés, J. B. B., fue condenado en Tiznit por «perversión de menores» a tan sólo 10 meses de cárcel y 2.700 euros de multa.
A otro francés, H. L. G, le cayó, en Marraquech, en mayo, una condena de cuatro años, y a su cómplice de dos, por rodar imágenes pornográficas con medio centenar de adolescentes. Imad Ait Bich, un marroquí de 23 años, que denunció el escándalo a la policía y al periódico parisiense Le Monde, murió el 22 de mayo en circunstancias harto sospechosas. Sus padres aseguran que fue asesinado.
Las autoridades marroquíes hacen todo lo posible para que estos escándalos relacionados con el turismo sexual no salten a la opinión pública. Temen que dañen la buena reputación de Marruecos como destino viajero. Sólo los semanarios de aquel país se hacen eco de ellos. «Cabe preguntarse si el sexo no se está imponiendo entre los atractivos turísticos de la ciudad», subrayaba Maroc-Hebdo sobre Marraquech.
Denuncias islamistas
Entre los que denuncian el fenómeno del turismo sexual en Marruecos no están las asociaciones feministas ni las de ayuda a la infancia, sino los islamistas del Partido de la Justicia y del Desarrollo (PJD).
Fueron ellos los que llevaron, a principios de este mes, el escándalo de Agadir en el que estaba envuelto Philippe Servaty, un periodista del diario belga Le Soir, al Parlamento de Rabat formulando preguntas al ministro de Interior, Mustafá Sahel. Éste prometió que la investigación sobre el caso llegaría hasta el final.
Fueron también militantes de este partido quienes organizaron, el pasado 8 de julio, una sentada ante el Consulado de Bélgica en Agadir para reclamar, según rezaban las octavillas que repartían entre los asistentes, la extradición a Marruecos de Servaty que, por ahora, la justicia marroquí no ha solicitado.
Pero en su denuncia del turismo sexual han cometido excesos contraproducentes. No en balde el periódico At Tajdid, diario afín al PJD, sostuvo, en un editorial publicado a finales de enero, que el tsunami que azotó Asia aquel mes se trata de un castigo divino impuesto a los países asiáticos por tolerar esa modalidad turística. Al ser también laxo, decían, Marruecos corría un gran riesgo de padecerlo.
Fuente: I. CEMBRERO / EL PAIS