Artículo de opinión de la Secretaria de Comunicación de CGT País Valencià publicado en Información y en Levante-EMV con motivo del Día Internacional contra la violencia machista.
En una maravillosa tarde de primavera, Daniela camina algo nerviosa y excitada. Se dirige por primera vez hacia ese moderno y elegante hotel, con el que alguna vez se imaginó cómo sería dormir en una de esas confortables camas? Pero hoy era distinto, porque por primera vez tenía una cita. Se ha puesto guapa para causar buena impresión al atravesar esas puertas.
Parece oír el sonido de su móvil, que no lo coge con la seguridad de que será su pareja, y él, por supuesto, no debe saber nada.
En una maravillosa tarde de primavera, Daniela camina algo nerviosa y excitada. Se dirige por primera vez hacia ese moderno y elegante hotel, con el que alguna vez se imaginó cómo sería dormir en una de esas confortables camas? Pero hoy era distinto, porque por primera vez tenía una cita. Se ha puesto guapa para causar buena impresión al atravesar esas puertas.
Parece oír el sonido de su móvil, que no lo coge con la seguridad de que será su pareja, y él, por supuesto, no debe saber nada.
Ya en el mostrador del deseado hotel, un educado recepcionista le da la bienvenida. Invadida por un revuelo de sentimientos, se dirige hacia su habitación. Contempla tras los cristales la panorámica vista que la naturaleza le ofrece como una obra de incalculable valor. Se vuelve hacia esa apetecible y enorme cama, se echa sobre ella retozando como queriéndose envolver entre la suave ropa que la cubre.
De pronto se incorpora desconcertada, la habitación está a oscuras y al parecer se ha quedado dormida sin saber qué hora es, tampoco le importa. Tiene sed y se prepara un refresco mientras recuerda a su hijo Orson, que tan solo hace unos días tuvo que mandarlo a su país natal al cuidado de su madre.
Da dos largos tragos que parecen sentarle muy bien. Se mira los brazos. Todavía le quedan pequeñas señales que desaparecerán. La última vez él le juró que no volvería a suceder, porque la quería demasiado y no la dejaría. Ella nunca lo ha denunciado porque le teme y sabe que las mujeres en su situación no tienen salida. Cuando Daniela dijo a su pareja que se marchaba para siempre, éste, con la tez pálida le amenazó una vez más. Sabe que va en serio y si huye, con su personalidad obsesiva, la buscará hasta debajo de las piedras.
Saca de su bolso una cajita que contiene pequeñas pastillas. Las extrae y se las lleva de una sola vez a la boca, con pequeños tragos de la bebida. Piensa en la carita de su hijo, quiere quedarse con esa imagen, sus ojos se humedecen. Coge otra cajita y repite la misma operación. Está sentada en el borde de la cama y se deja caer. La noche promete ser tranquila.
Este micro relato es tan solo un cuento, o tal vez no. Acercándonos a la piel de quién lo vive, a ese interior oscuro desconocido, es más fácil empatizar sobre una barbarie que tiene raíces profundas. Por ello no sirven los parches tibios ante un problema de semejante magnitud. Nos encontramos ante una lacra social que todavía estamos muy lejos de erradicar, porque cada año los asesinatos de mujeres en manos de sus compañeros, superan al anterior y precisamente los suicidios, motivo de este artículo, ni se contabilizan ni se investigan ni salen a la luz.
Un año más saldremos a las calles para denunciar y exigir contundencia en las medidas necesarias. Vergüenza les tendría que dar a los gobernantes por su ineptitud y falta de interés y más vergüenza aún si cabe por los recortes que de forma miserable han aplicado a los sectores de la sociedad más necesitados. Con esta marcha se contribuye a perpetuar los crímenes de estos psicópatas patriarcales y ninguna sociedad lo puede ni lo debe permitir.
Puri Eisman
http://www.diarioinformacion.com/opinion/2014/11/25/toque-realidad/1571020.html
http://www.levante-emv.com/opinion/2014/11/25/toque-realidad/1192506.html
Fuente: Levante-EMV e Información