Artículo de opinión de Rafael Cid
Casi desde el mismo chupinazo que inauguró la Transición, la clase política española ha deparado frases memorables. Acertadas, oportunas o disparatadas, según el caso, pero siempre inconmensurables. Porque quienes las lanzaban pensaban en pasar a la historia. No constituyen ni una antología del disparate ni merecen pasar al libro Ginness de los Records. Pero haberlas haylas
Casi desde el mismo chupinazo que inauguró la Transición, la clase política española ha deparado frases memorables. Acertadas, oportunas o disparatadas, según el caso, pero siempre inconmensurables. Porque quienes las lanzaban pensaban en pasar a la historia. No constituyen ni una antología del disparate ni merecen pasar al libro Ginness de los Records. Pero haberlas haylas
Tenemos el “puedo prometer y prometo”, de Adolfo Suarez tras colgar la camisa azul del Movimiento Nacional. Aquel “distinto y distante”, que pronunció sentencioso el presidente Leopoldo Calvo Sotelo para señalar equidistancia entre el caso de Gibraltar y el conflicto de la islas Malvinas. La dolorosa “mientes Marcelino y tú lo sabes”, esgrimida por el secretario general de UGT al líder de Comisiones Obreras en momentos de competencia por la hegemonía sindical. El vergonzoso “es más lo que nos une que lo que nos separa” del presidente del Congreso José Bono al dictador guineano Teodoro Obiang. El bestiario de la vieja política.
Sin embargo, aunque los tiempos cambian, el refranero sigue incorporando nuevos hallazgos de la mochila de nuestros representantes, electos o aspirantes. Y la última perla del repertorio procede precisamente del partido que más ha denunciado los vetustos hábitos del pasado. Hablamos de Podemos y de su cabeza de lista por Almería para las elecciones del 26-J, el ex general del Ejército del Aire, Julio Rodríguez. Quien fuera Jefe del estado Mayor de la Defensa entre 2008 y 2011 ha justificado de esta guisa su presencia como candidato cunero en las listas de la formación morada por la provincia andaluza: “Yo solo soy un soldado de Podemos”. Y en santiamén la nueva política se trocó en gerontocracia.
La insistencia de Pablo Iglesias por colocar al ex JEMAD en un puesto privilegiado de su organigrama gubernamental (“ministro de Defensa”) es una de las apuestas más chocantes de Podemos. Un partido emergente que se pretende heredero institucional del 15-M (un oxímoron) con uno propuesta que recuerda las épocas más rancias de militarismo político. Sobre todo cuando uno de los pocos cambios diferenciales que introdujo la Transición respecto al franquismo fue no designar nunca (gobernase UCD, PP o PSOE) a un militar para la cartera de Defensa. De ahí, la reacción de estupor de los miembros de Izquierda Unida al conocer que el ardor guerrero de Podemos iba a condicionar la candidatura de la coalición en esa circunscripción.
Porque más allá de cuestiones personales, absolutamente respetables, el problema que encierra la presencia dominante de Julio Rodríguez en el proyecto Podemos-IU-Unidad Popular reside en el mensaje contradictorio que lanza, aunque el programa de mínimos sobre el que descansa la flamante coalición haya aparcado temas tan centrales como “la república”, “la OTAN” o la “nacionalización de empresas estratégicas”. Todo por la patria, pero sin pasarse. No se puede olvidar que Izquierda Unida, la otra pata de la coalición, nació a la vida política para aglutinar a la izquierda que hizo campaña favorable a la salida de la OTAN en el referéndum que el felipismo trucó con su slogan “OTAN, de entrada, no”.
Pero esa no es el único sacrificio que acepta Alberto Garzón y su parte alícuota de IU. Además de renunciar a sus orígenes antiotanistas, al coaligarse con el pablismo con el santo y seña de “Unidos Podemos”, tira por la borda su prestigio como única fuerza que llevaba con orgullo el término “izquierda” en su adn ideológico. Concesiones que hasta ahora, en sus múltiples acuerdos con otras fuerzas políticas, nunca hizo ni Izquierda Unida ni el PCE, la fuerza motriz de la formación rojiverde. Una filigrana más de la factoría Iglesias que seguramente busca la cuadratura del círculo de, por un lado, ser el referente de la izquierda frente al PSOE y, por otro, hacer un guiño a potenciales votantes de sensibilidades más confortables.
Sin embargo, lo que mal empieza, apoco que el diablo se empeñe, siempre puede empeorar. Por mucho que el ex JEMAD se haya convertido sinceramente al neutralismo bélico, no puede evitar que su pasado le alcance atropellado por el “destino manifiesto” del amigo americano. El mismo Tío Sam que, según reveló un cable de la embajada de EEUU en Madrid filtrado por wikileaks, celebraba el nombramiento en 2008 del “soldado de Podemos” porque, como director general de armamento del Ministerio español de Defensa en la OTAN “ha trabajado estrechamente con la Oficina de compra de armamento y material de EEUU”.
Eso en las hemerotecas. Pero en el día señalado en que surgía “Unidos Podemos” y Pablo Iglesias imponía a Julio Rodríguez en las listas de Almería, la prensa traía la noticia de que la OTAN activaba el escudo antimisiles. Tinglado militarista cuya sede operativa se encuentra en Cádiz desde que en 2011 el presidente Zapatero, tras consulta con el JEMAD, aprobara ceder a Estados Unidos el territorio español para el despliegue de su base naval. Según informaba el diario El País el viernes 13 de mayo, su núcleo defensivo está compuesto por un sistema de radares y “los cuatro barcos que pueden disparar misiles están amarrados en la base de la ciudad española de Rota”. La misma comunidad autónoma que acoge al “soldado de Podemos”, en primera línea de combate.
Rafael Cid
Fuente: Rafael Cid