Artículo publicado en Rojo y Negro nº 400, mayo 2025
El 28 de abril, Día de la Salud Laboral, volvimos al rito simbólico de salir a las calles, para “gritar” que no nos maten por el hecho de tener que trabajar para “ganarnos el pan”…
A mediados de abril de todos los años (incluidos los bisiestos), los gabinetes de estudios, las secretarías de salud, de acción sindical y los gabinetes de expertos y expertas en relaciones laborales, de “todos” los sindicatos, bien los institucionales (mayoritarios), bien los sindicatos alternativos, inclusive el autodenominado “sindicalismo social”, año tras año, somos analistas de la realidad horrorosa de las muertes, el daño a la salud y las enfermedades que millones de personas trabajadoras sufren y contraen por esa sencilla razón de tener que trabajar (la mayoría de manera dependiente, es decir asalariada), para poder vivir en un sistema capitalista que considera que la accidentabilidad, las muertes, el deterioro global de la salud (la personal y la biológica) son consecuencias “no deseadas” del progreso, a la vez que inevitables(1).
En la presentación del Informe del sindicato CC.OO. sobre las estadísticas de accidentabilidad correspondiente al año 2024(2), se dice lo siguiente… “los accidentes y las enfermedades causadas por el trabajo son la expresión más dramática del conflicto capital/trabajo y su registro en un indicador socioeconómico útil para comprender las dinámicas de las transformaciones en las relaciones laborales y sus efectos en las condiciones de trabajo y en la salud en el conjunto de la clase trabajadora”.
Decía un clásico que entender (comprender) la(s) dinámica(s) de cómo funciona y opera la realidad es el paso sin el cual no podemos dar el siguiente, es decir transformar, cambiar la realidad si la misma no es ajustada al bien común o expresado de otra manera, si esa realidad es injusta con las personas y el medio en el cual opera la vida, por causa(s) conocida(s).
En el sistema capitalista (en los sistemas anteriores, también) la vida está condicionada y al servicio de un dominio regido por personas que buscan no la satisfacción y la felicidad de todos los seres vivos —humanos incluidos—, sino la apropiación de las mayores cuotas de satisfacción y felicidad para “unos pocos y unas pocas”, a costa de lo que sea y con las “herramientas físicas y subjetivas” necesarias, donde la fundamental (o mayoritaria) es la explotación y la represión, donde la libertad real de todos y todas es simplemente un “mito” o una falacia como ese cartel colgado en la entrada de los campos de exterminio nazi “el trabajo os hará libres” y que nos venden a diario en nuestros puestos de trabajo, bien presenciales o telemáticos.
La siniestralidad es, evidentemente, una cuestión de clase y una y otra vez, año tras año, desde que sufrimos este sistema capitalista, la incidencia de accidentabilidad y siniestralidad se ceba en aquellas ocupaciones, trabajos, que son manuales y peor remunerados, muy por encima de las ocupaciones asociadas a puestos de dirección o las tareas administrativas y técnicas.
Y quizás, lo novedoso en quienes sufren más el “horror” de la explotación finalista (muertes, enfermedades, daños graves en su salud mental…) es el incremento de la siniestralidad en las personas trabajadoras ocupadas de mayor edad.
“Desde hace décadas la población laboral española se ha envejecido por una doble vía. Por un lado, la incorporación de cohortes más extensas (“baby boom”) en los tramos de edad más altos y, por otra parte, la disminución de las salidas de población en esos mismos tramos por el retraso de la edad efectiva de jubilación”.
“En el caso de los AATT mortales en jornada… los índices de incidencia más altos los encontramos en los grupos de edad más avanzada. Dos factores afectan a este fenómeno: la dificultad de adaptación de las condiciones psicofísicas en los tramos mayores de edad a los requerimientos de actividades con alta siniestralidad mortal y la mayor prevalencia de patologías no traumáticas (PNT: infartos, ictus, etc.) en los tramos de edad más avanzada”(3).
Las muertes, el horror, no bajan en el sector con más siniestralidad, el transporte y el almacenamiento(4), un sector envejecido (la media de edad es de 51 años), con jornadas asfixiantes, precarización de sus condiciones de trabajo y disminución de sus capacidades psicofísicas en la medida que van envejeciendo, convirtiéndose en más vulnerables.
Al igual sucede en otros sectores como la construcción, que como consecuencia del alargamiento de la edad de jubilación (ahora a los 67 años) y la posibilidad (real para algunos ante la falta de cotizaciones suficientes) de prolongar y continuar en activo más allá de esos años, son carne de cañón por “obra y desgracia” de los distintos decretos pactados por los sindicatos institucionales (mayoritarios) CC.OO., UGT, CEOE y Gobierno PSOE-Sumar y la no aplicación de los coeficientes reductores para adelantar su jubilación, en aquellas actividades con siniestralidad, peligrosidad y nocividad.
A falta de autoridad (estatal, autonómica, local, internacional, etc.) a la que recurrir para que nos protejan, y con un sindicalismo corresponsable y la carencia de una cultura de la vida por encima siempre de cualquier otra variable (económica, productiva, política…), el reinado del terror sigue su curso.
Nuestro grito contra el horror, además de cargado de “desesperanza”, es un grito para nuestra clase, las clases trabajadoras, para que podamos ser sujetos de nuestra protección y la “autoridad” real a la que recurramos sea el conflicto, donde la vida buena y decente, siempre y en todo momento, prime sobre cualquier otro valor monetario, económico, político… Salud.
1 El capitalismo considera que la accidentabilidad en cualesquiera de las actividades productivas y de servicios no es causal, es decir, la misma no es producto de su sistema de dominio e imposición de un modo de producir y distribuir mercancías (explotación), donde las reglas de juego vienen marcadas siempre (jurídica y subjetivamente) con el logo de “lo importante es la productividad y el margen de beneficio”, por encima de cualquier otro determinante o condicionante (incluida la vida física y subjetiva de las personas). De ahí que la accidentabilidad, el daño a la salud, sea vista como una fatalidad, producto de la casualidad.
2 Por cierto, los expertos y expertas que han realizado el Informe, desde mi punto de vista realizan muy buen trabajo analítico y descriptivo.
3 Del estudio citado de CC.OO.
4 138 trabajadores empleados de transportes y almacenamiento fallecieron en España durante su jornada laboral en 2024, 15 más que en el año anterior.
Desiderio Martín Corral
Gabinete de Estudios Confederal de la CGT
Fuente: Rojo y Negro