Hay silencios que cuesta romper. En muchas casas de Benalup-Casas Viejas (Cádiz, 6.700 habitantes) se ha impuesto un mudo pasar del tiempo para callar algunos episodios clave en su historia. Como el ocurrido en 1933, cuando la Guardia de Asalto de la República quemó la choza de Francisco Cruz Seisdedos con una veintena de anarquistas dentro. La Tierra, un libro editado por el Instituto de Secundaria Casas Viejas, con la colaboración del Ayuntamiento y la Diputación gaditana, pone voz a un pueblo mantenido en silencio.
Hay silencios que cuesta romper. En muchas casas de Benalup-Casas Viejas (Cádiz, 6.700 habitantes) se ha impuesto un mudo pasar del tiempo para callar algunos episodios clave en su historia. Como el ocurrido en 1933, cuando la Guardia de Asalto de la República quemó la choza de Francisco Cruz Seisdedos con una veintena de anarquistas dentro. La Tierra, un libro editado por el Instituto de Secundaria Casas Viejas, con la colaboración del Ayuntamiento y la Diputación gaditana, pone voz a un pueblo mantenido en silencio.
Más de 400 fotografías, acompañadas de textos de estudiantes, profesores, vecinos, historiadores, periodistas y expertos, reivindican la memoria de Benalup. La idea de este trabajo salió de los despachos del centro educativo. El director, Salustiano Gutiérrez, y el profesor, José González, coordinaron trabajos de alumnos en los que debían conseguir una fotografía antigua de su familia o del pueblo y explicarla en un breve artículo. Es la base del libro.
Textos como el de Mercedes, tataranieta de Seisdedos, quien recuperó una imagen de 1977 en la que algunos de sus parientes esconden sus manos para ocultar la herencia de un pasado maldito. «De siempre se ha dicho que mi bisabuela murió de pena, tenía seis dedos en cada pie, pero ella no quería que nadie se los viera», escribe. Es sólo uno del centenar de textos que los jóvenes de Benalup han escrito. Relatos sobre hechos reales que, hasta ese momento, nadie les había contado.
Según explica el director del instituto, «la historia de este pueblo la ha narrado siempre gente de fuera. Los sucesos de Casas-Viejas fueron tan fuertes que vinieron muchos estudiosos para conocer qué había pasado». Para Salustiano Gutiérrez, La Tierra. Historia de Benalup-Casas Viejas en el siglo XX a través de la fotografía consigue que los habitantes del pueblo se conviertan por fin en narradores.
El libro será presentado esta tarde a las 20.30 en los salones parroquiales del municipio. Ayer por la tarde algunos de los autores colaboradores participaron en una mesa redonda en la que abordaron de lleno los sucesos de Casas Viejas.
Una exposición de imágenes permanece abierta en los pasillos del centro educativo. Hoy los alumnos de 2º de Bachillerato, a través del experto Gerard Brey, participarán en un cine forum para que sigan conociendo las claves de su pasado.
Escritores
A los repasos familiares y cotidianos de los estudiantes, se unen las reflexiones de un buen puñado de expertos y escritores, de los que se han recuperado textos o bien han escrito expresamente para este libro. Entre las firmas, las de Ramón J. Sender, Gerard Brey, José Saramago, Eduardo Guzmán, Jérome Mintz, José Luis Gutiérrez Molina, Antonio Cepero, Julio Pérez Serrano, Antonio Ramos Espejo o el periodista Juan José Téllez, quien en Regreso a la aldea del crimen, acompañado por una imagen de las chozas de Benalup tomada por el fotógrafo Campúa en 1933, repasa los «tiempos de escalofrío y hambrunas, de humillación y de silencio, de muñones y de rostros pálidos por el analfabetismo y el miedo».
Tiempos que colorea de sepia, «como el que tiñe las fotografías heroicas donde toman cuerpo la riqueza y la pobreza sin apeadero ni alivio de luto que valga entre uno y otro estado», aunque también salpicados de rojo, «como las ideas derramadas bajo el peso de las balas o de las llamas en un raro retruécano de la historia».
Es su reflexión una reivindicación de la memoria, de la valentía de girar la vista atrás y «mirar a los ojos a esa gente que nos acecha en blanco negro». Téllez critica el olvido porque «es el peor crimen que se cometió entonces en una minúscula aldea andaluza y que aún hoy se sigue cometiendo bajo los cuatro vientos del planeta».
El periodista recoge la idea principal del libro y que defienden sus coordinadores. «Nos queremos rebelar contra ese robo de la memoria que significa el olvido, con todas las estrategias que se utilizan para conseguirlo», escriben Gutiérrez y González en la introducción del libro. Es la principal razón por la que desde el instituto de Secundaria se insiste en la Historia local como asignatura escolar y de la propia vida, aunque no sean lecciones ni asépticas, ni neutras ni totalmente objetivas.
«Cuando les propusimos a los alumnos el trabajo, algunos nos llegaron diciendo que su familia no quería hablar de su pasado, que habían tenido problemas porque sus padres o sus abuelos no les querían dar información», recuerda el director. Un silencio impuesto que se expresa en los textos como en el de Mercedes, la tataranieta de Seisdedos. «Me consta que si mi abuela estuviera viva no querría que yo comentase esta foto e incluso no me ayudaría dándome información».
Lo mismo que a Mercedes les ha ocurrido a otros estudiantes. Sus familias no querían contar historias de contrabandistas, ni de maquis escondiéndose en los montes, ni recordar momentos que se guardan muy dentro de los armarios y cajones de las casas. Algunos de esos instantes siguen congelados en álbumes de fotos que los jóvenes del pueblo han desempolvado para sacar adelante sus trabajos. Y en esa labor de viaje en el tiempo, han descubierto la trascendencia de esos recuerdos ocultos en las habitaciones que ahora ven abiertas sus puertas.
Fuente: PEDRO ESPINOSA /EL PAIS