www.red-libertaria.net | La abrumadora abstención cosechada en las pasadas elecciones europeas ha confirmado lo que hace tiempo era un secreto a voces. Salvo para autistas redomados y abonados al eurochollo, el rechazo a la construcción de una Europa plutocrática, levantada sobre las pavesas del Estado de Bienestar, constituía una clamorosa evidencia. De Norte a Sur y de Este a Oeste, la ciudadanía venía sospechando de la clandestinidad de un proyecto que pretende consensuar un nuevo espacio de convivencia mangoneado por unas élites políticas en razón de sus exclusivos intereses.
Desenfundando instintivamente el arma política de la abstención, los pueblos de los veinticinco Estados miembros han dicho ¡basta ya ! a un nuevo rapto de Europa. Han gritado “no, gracias” al agujero negro de una Europa sin ciudadanos ni democracia realmente existente.
Sin embargo, la clase política emergente de esos cochambrosos comicios parece no darse por aludida. Ni sabe ni contesta. Ni está ni se la espera. Lejos de reflexionar sobre la enmienda a la totalidad que representa esa aplastante mayoría del censo que ha declarado “indeseables” a eurócratas y allegados, está cerrando filas en un conmovedor “no nos moverán”. Enrocados en sus actas de eurodiputados arrebatas en mala lid, dan la impresión de haber optado por negar la mayor y hacer como si con ellos no fuera la cosa.
Así, con el decidido apoyo de las instituciones que okupan y los medios de comunicación que parasitan, han preferido aventurarse por el arcano de deslegitimar la abstención haciéndola equivaler a indiferencia. De esta forma, lo que ha sido un rotundo plebiscito contra una política y unos políticos que estaban haciendo de Europa un casino privado, derivará pronto en el refrendo de una banda de “elegidos” que sólo responden ante Dios y ante la historia.
Por eso, cuando mayor son los síntomas de secuestro de la democracia por minorías cleptómanas y más las voces que piden reformar el menos malo de los sistemas de gobierno conocidos sobre los pilares de la participación y la deliberación, los sectores dominantes insisten en su particular “toma el dinero y corre”. De ahí que vuelvan al impúdico ejercicio de marginar todo aquello que cuestiona sus trucadas reglas de juego. Les basta con la rutina de los votos de instalados y clientelas patrióticas que cíclicamente acuden a las urnas para rendir pleitesía. La abstención, que cada vez se muestra más como un compromiso político alternativo entre capas activas de la sociedad civil, no entra en sus esquemas. A pesar de las opiniones de prestigiosos profesionales de la ciencia política que, como el norteamericano Robert. M. Entman, creen “que aquellos que no votan y son personas informadas son significativamente más liberales que los votantes informados y los votantes ignorantes” (Democracy without Citizens, pp.26-27).
El fantasma que recorre Europa no es el de la indiferencia de los ciudadanos. Ni el del rechazo a Europa como identidad en la complejidad desde posiciones reaccionarias. El mal europeo está en su privatización por una casta que intenta legitimar su hegemonía caníbal a costa del sacrificio y el infortunio de la mayoría más desprotegida de la sociedad. El problema radica en una clase política-mediática que se sirve del enorme tinglado de los presupuestos europeos para mantener a la opinión pública narcotizada en cuanto a sus derechos y libertades reales en el marco europeo. La centralidad, en suma, estriba en que la Europa que nos quieren vender como paternal “ogro filantrópico” oculta en la realidad a un Robin Hood que roba a los pobres para dárselo a los ricos.
Y si no quieren reconocer que los ciudadanos europeos les han “vetado” y no “votado”, menos van a permitir que se divulgue el porqué de esa defenestración sobrevenida. Por eso marean la perdiz buscando asimetrías que eviten aflorar las miserias de su flagrante irrepresentatividad. Por eso también los “todólogos” de cabecera del régimen-botín esgrimen los malos resultados obtenidos por Chirac y Schroder – dos opositores de la invasión de Irak con ideologías enfrentadas – como prueba de la íntima incoherencia del frente de rechazo. Se trata casi de un recurso de trileros para evitar que el foco se instale en lo que de denominador común ha tenido el vendaval abstencionista : el decidido rechazo a las políticas puestas en marcha por los gobiernos europeos de derechas e izquierdas para dinamitar el Estado de Bienestar según el guión de la doctrina neoliberal.
Porque entre esta “desmovilización” antisistema que ha propinado ese tremendo varapalo a los nuevos oligarcas europeos y aquellas “movilizaciones” que “vetaron” en la calle a los señores de la guerra existe un mismo hilo conductor. En uno y otro caso, entonces en la protesta activa y ahora en la protesta sorda, los ciudadanos estaban clamando frente a algo “que llaman democracia y no lo es” y contra unos representantes “que no, que no nos representan”. Ese es el único fantasma que recorre Europa. Pásalo.
(Por no hablar de la mentira kilométrica que significa afirmar que el PP y el PSOE han ganado estas elecciones cuando, respecto a las del año 99, los populares han perdido 2.095.699 votos y los socialistas 856.253)
Rafel Cid